Michael W. Smith
junto a Thomas Williams
H E SIDO BENDECIDO TODA MI VIDA. No hablo solo de la abundancia que Dios me ha otorgado, aunque esas bendiciones son extravagantes y demasiadas para contarlas. Lo que quiero decir es que me bendijeron verbalmente toda mi vida. Personas piadosas han pronunciado palabras de bendición para mi vida. Desde que tengo memoria, mis padres me han bendecido. No solo siendo maravillosos, cariñosos y apoyándome siempre, aunque sí lo hicieron. Me bendijeron con palabras. Alentándome. Resaltando mis virtudes. No hay forma de saber lo bien que eso me hizo en mis años de crecimiento. No hay duda de que soy el hombre que soy debido a mis padres.
Luego, Don Finto, quien fuera pastor de la iglesia Belmont en Nashville, se convirtió en un gran mentor para mí. Con frecuencia me bendecía verbalmente, y aún hoy lo hace.
Estas bendiciones orales han sido una parte tan importante de mi vida que supongo que ha sido natural para mí pronunciar bendiciones sobre otros. Aún lo hago. Por ejemplo, cuando un miembro de mi banda estaba dejando el ensayo para embarcarse en un viaje, lo despedí con una bendición.
Recientemente, la idea de orar bendiciones sobre las personas ha cobrado una mayor importancia para mí. Permíteme compartirte la razón.
Durante muchos años he estado viajando alrededor del mundo, dando conciertos en ciudades de continente a continente, y de frontera a frontera. En cada parada, conozco personas de los más variados estratos sociales, desde ricos y famosos hasta familias de clase media suburbana y personas que están luchando para sobrevivir. La mayoría de estos encuentros son breves y podrían ser catalogados por muchos como superficiales. Sin embargo, encuentro en ellos mucho placer y sentido.
Si bien no alego ningún tipo de clarividencia o perspicacia especial, sí creo que con el tiempo uno aprende a leer ciertas sutilezas en lo que las personas dicen y en el modo en que responden; sutilezas que revelan una sensación general de su bienestar espiritual, o la falta de él. Generalmente, estas revelaciones se demuestran de modo claro y evidente en lo que las personas dicen. Eso muestra dónde están sus mentes, o más precisamente, dónde están sus corazones.
En algún punto comencé a notar un cambio sutil en las personas con las que me encontraba. Lo que percibía no era algo que pudiera señalar o analizar desde algún dato específico. Sin embargo, parecía haber un cambio en las expectativas de las personas acerca de lo que hacía buena a la vida, lo que hacía que valga la pena vivirla. Por supuesto, la mayoría de las personas que asisten a mis recitales ya creen en Dios, son amigos de creyentes o están examinando el cristianismo para ver si encuentran respuestas. Con frecuencia, la música puede ser la llave para ayudar a estas personas. Puede llegar más allá de la capacidad de las palabras y tocar puntos en los corazones de las personas de tal manera que las predisponen a aprender más.
Lo que percibí de mis conversaciones fue esto: prácticamente todos buscan algún tipo de bendición. Eso no es una sorpresa, todos esperamos encontrar bendiciones de Dios. Pero el cambio que percibí, fue en el tipo de bendiciones que querían. Por un lado, las personas estaban esperando que Dios las bendijera con un ingreso mayor, menos presiones, mejores relaciones, mejor sistema de cuidado de niños, mejor transporte, incluso una iglesia mejor, con un maestro mejor y un mejor líder de alabanza. Estas y otras similares eran las mayores necesidades de las personas con las que hablaba.
Al mismo tiempo, escuchaba más necesidades de un tipo totalmente diferente: cónyuges engañándose mutuamente o abandonándose, hijos en las drogas, las luchas de los padres solteros, tarjetas de crédito saturadas, bancarrotas, y adicciones a las drogas, el alcohol, las apuestas o la pornografía.
No me tomó demasiado tiempo ver que el deseo de bendiciones y los problemas que estas personas estaban experimentando eran dos cabezas de un mismo monstruo. La primera lista me mostró lo que esta gente quería; la segunda, lo que obtenía. No fue difícil percibir que la segunda era generalmente el resultado natural de la primera. Si las personas cambiaran lo que anhelaban, no se encontrarían mirando a través de la ventana destrozada de sueños rotos y relaciones destruidas.
En resumen, a mi parecer muchas de las personas que encontraba, sencillamente estaban buscando bendiciones en los lugares equivocados. Claramente muchos estaban siendo infectados por la cultura circundante, una cultura de gratificaciones instantáneas centrada en el yo que alimenta grandes expectativas de comodidad, entretenimiento y bienestar material.
Este cambio me perturbó. Comencé a ver dolor en la niebla de nuestra tierra de abundancia. Y me apenaban mucho estas personas. Era imposible escuchar historias como las que oí sin que tocaran mi corazón, con frecuencia, porque también experimenté un matiz de sus problemas. Sentí una necesidad real de ayudar, de hacer algo para abordar todo este dolor. Por lo tanto, incluí en mis tiempos de oración a estas amenazantes necesidades humanas, pidiéndole a Dios que tratase a cada individuo del modo en que solo Él podía. Sin embargo, tenía la molesta sensación de que yo podía estar haciendo algo más. Se me ocurrió que de algún modo debería estar usando mi exposición en el escenario para ayudar a las personas a abordar estas preocupaciones crecientes. Pero ¿qué podía hacer?
Recordé el poder que tiene la oración de bendición. Como dije antes, esas oraciones siempre me han bendecido, y a lo largo de los años, también bendije a otros con ellas. Tal vez podría bendecir al público de mis conciertos de modo similar. Podía pronunciar una oración de bendición sobre ellos. En lo que respecta a llamar la atención de Dios, sabía que una oración pública frente a una audiencia no sería más efectiva que mis oraciones privadas. Pero pensé que podría tener el valor agregado de llamar la atención de las personas al tipo de bendiciones que tal vez habían olvidado. Decidí intentarlo.
Quería que esta bendición fuera lo suficientemente específica como para cubrir muchos de los asuntos que sentía que necesitaban ser abordados, esas crecientes áreas de dolor de las que fui testigo. Así que investigué un poco y encontré varias bendiciones de diversas fuentes. Tomé algo de ellas, escribí secciones y frases provenientes de mi corazón y agregué al final la bendición de Moisés que se encuentra en Números 6:24-26. Esta bendición ha sufrido modificaciones con el tiempo, pero la oración de bendición que suelo usar ahora, está reproducida en la página que sigue a esta introducción.