La
BENDICIÓN
BRINDANDO EL REGALO de
AMOR Y ACEPTACIÓN INCONDICIONAL
Dr. John Trent
y Gary Smalley
© 2011 por Grupo Nelson®
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América. Grupo Nelson,
Inc. es una subsidiaria que pertenece completamente a Thomas Nelson, Inc.
Grupo Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson, Inc.
www.gruponelson.com
Título en inglés: The Blessing
© 1986 por Gary Smalley y John Trent
© 1993, 2011por John Trent y Gary Smalley
Revisado y actualizado por Dr. John Trent, PhD
Publicado por Thomas Nelson, Inc.
Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —mecánicos, fotocopias, grabación u otro— excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por escrito de la editorial.
A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 © 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina, © renovado 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usados con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia.
Citas bíblicas marcadas “NVI” han sido tomadas de la Nueva Versión Internacional®NVI® © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Usada con permiso.
Los nombres se han cambiado para proteger las identidades de las personas mencionadas en este libro.
*La información adicional disponible en el sitio web de TheBlessing.com está disponible solamente en inglés. Estas secciones se han indicado con un asterisco en el texto.
Editora General: Graciela Lelli
Traducción: Raquel Monsalve
Adaptación del diseño al español: www.Blomerus.org
ISBN: 978-1-60255-546-4
Impreso en Estados Unidos de América
11 12 13 14 15 BTY 9 8 7 6 5 4 3 2 1
Dedicado a Cindy Trent y a Norma Smalley,
mis bendiciones de Dios.
Contenido
MI PROFUNDA GRATITUD a Gary Smalley, amigo de toda la vida, quien no solo escribió el libro original La bendición, sino que también con mucha amabilidad aceptó el puesto de director honorario de nuestra junta nacional de referencia para el Institute for the Blessing. Aprecio profundamente su apoyo y el de sus valiosos hijos y colegas, los doctores Greg Smalley y Michael Smalley del Smalley Relation Center.
Muchas gracias también a las nueve importantes personas que han estado a la vanguardia en cuanto a alentar a una nueva generación de padres a adoptar y vivir el mensaje de la bendición: Debbie Wickwire, Larry Weeden, Bob Dubberly, Lee Hough, Dewey Wilson, el pastor Ryan Rush, el doctor Royce Fraizer, el doctor Adrian Alverstadt y el doctor Tonny Wheeler. Todos han sido amigos destacados que han apoyado la bendición y el desafío a la bendición. Una nota especial de agradecimiento a Anne Christian Buchanan. Su extraordinario talento para ayudar con los cambios editoriales y las incontables sabias sugerencias en cuanto a actualizar el libro fueron realmente invalorables y se aprecian profundamente.
Todos los padres y madres que vean las vidas de sus hijos cambiadas a medida que practican la bendición no sabrán la asombrosa contribución que estas diez personas han hecho en la proclamación de esta misión y mensaje, pero yo nunca lo voy a olvidar. Muchas gracias, ¡y que la bendición de Dios esté en cada uno de ustedes!
[ UNO ]
El cambio en una vida
CADA LIBRO QUE se escribe tiene su propia historia. Para mí, la historia de este me ha cambiado la vida.
Han pasado ya más de treinta años desde que dos experiencias profundamente personales chocaron en un mismo día. Comenzó mi primer día como interno en un hospital psiquiátrico. Terminó cuando el Señor me abrió los ojos al poder transformador de una simple herramienta que se usa en las relaciones y que llamamos la bendición.
Aquel día en el hospital, pasé mi turno completo sentado al lado de un joven que estaba bajo cuidado de veinticuatro horas para evitar que se suicidara. Era alto, bien parecido, educado y excelente en sus estudios. En realidad, había sido un alumno que siempre había sacado «A» en todas sus asignaturas en la secundaria y en sus tres años de universidad. Cuando se engripó en el primer semestre de su último año universitario, todo cambió. En un curso que debía tomar sobre educación física y que había pospuesto hasta entonces, faltó a tantas clases que el instructor le redujo la nota automáticamente a «B» en ese semestre. Cuando el joven averiguó que no había posibilidades de aumentar la nota por medio de trabajos adicionales, ni tampoco ninguna manera de sustituir las clases, ni otra forma de cambiar la nota o de borrarse de ese curso, cayó en una desesperación instantánea. Salió de la oficina del profesor, regresó a su dormitorio y trató de quitarse la vida. Lo habría logrado si su compañero de cuarto no hubiera regresado en forma inesperada y providencial.
Mientras estábamos allí hablando, y yo trataba de no mirar sus muñecas vendadas, ese joven me expresó lo que había en su corazón. Su historia incluía un padre brillante, exigente, que era ingeniero y había sacado siempre notas «A», y quien le exigía lo mismo a su hijo mayor. Eso destacó lo mucho que había tratado en su vida de ganarse la aprobación de su padre. Y finalmente llevó a cómo el no haber sacado una «A» en una clase de tenis trajo la muerte de un sueño y casi su propia muerte.
Ese joven anhelaba con desesperación algo que no podía definir bien, algo que siempre estaba a la vista, pero sin embargo nunca a su alcance. Su desgarradora historia dejó una impresión inquietante e indeleble en mí. Cuando llegué a mi hogar aquella noche, le conté los eventos del día a mi esposa Cindy. Mientras estaba pensando y procesando lo que había sucedido, ocurrió el segundo de los dos hechos dramáticos.
Era ya tarde cuando finalmente me senté y comencé a trabajar en un mensaje para una clase de la escuela dominical para matrimonios. Estoy seguro de que usted nunca haría eso si fuera maestro, pero yo recién estaba comenzando mi mensaje —para el día siguiente—, y me estaba lamentando por permitir que mis estudios, el trabajo y la familia ocuparan tanto de mi tiempo. Al reflexionar en el pasado, puedo ver cómo el Dios Todopoderoso tenía su mano en lo oportuno del tiempo: después de haberme sentado por horas al lado de ese hombre que sufría tanto, ahora me senté y abrí la Biblia en el capítulo 27 de Génesis.
Ese capítulo cuenta la historia de dos hermanos mellizos: Jacob y Esaú. Yo había leído la historia de la lucha entre estos dos hermanos muchas veces. Mi plan era leer rápidamente el pasaje y sacar unos cuantos pensamientos inspiradores. Pero, aquella noche, con cada palabra que leía, parecía que el tiempo pasaba más lentamente. Fue como si hubiera visto, por primera vez, la historia profundamente personal de cómo esos dos jóvenes lucharon con tanta intensidad para recibir el mismo don.
En realidad, aquella noche no fueron palabras lo que yo vi. Era como si pudiera ver el rostro de cada uno de esos dos jóvenes. La sonrisa de oreja a oreja y el gozo incontenible en los ojos de Jacob cuando salió del cuarto con la bendición de su padre. La mirada triste de dolor y pérdida en el rostro atormentado de Esaú cuando se dio cuenta de que nunca recibiría ese don.
Cuando Esaú levantó la vista y clamó angustiado: «Bendíceme también a mí, padre mío», de pronto no solo vi el deseo no realizado de Esaú y su corazón roto sino también un eco de las lágrimas y los lamentos desesperados que había escuchado mientras estaba al lado del angustiado joven del hospital. En ese momento fue como si el Señor pusiera palabras audibles en ese intangible
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