CAPÍTULO 3
John Maxwell, Las 21 leyes irrefutables del liderazgo (Nashville, TN: Thomas Nelson, 1998).
CAPÍTULO 6
Biblesoft’s Nelson’s Illustrated Bible Dictionary. CD-ROM. Biblesoft y Thomas Nelson Publishers, 2004.
Biblesoft’s The International Standard Bible Encyclopedia. CD-ROM. Biblesoft and Hendrickson Publishers, 2004.
Biblesoft’s McClintock y Strong Encyclopedia. CD-ROM. Biblesoft, 2000.
Jimmy Evans, Matrimonio sobre la Roca (Dallas, TX: Marriage Today, 1994).
CAPÍTULO 7
Jimmy Evans, Matrimonio sobre la Roca (Dallas, TX: Marriage Today, 1994).
Gary and Barbara Rosberg. The Five Love Needs of Men and Women (Colorado Springs, CO: Alive Communications, 2000).
Jack W. Hayford, Sex and the Single Soul. (Ventura, CA: Regal Books, 2005).
Linda Dillow and Lorraine Pintus. Intimate Issues. (Colorado Springs, CO: WaterBrook Press, 1999).
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CAPÍTULO 8
Biblesoft’s Hitchcock’s Bible Names Dictionary. CD-ROM. Biblesoft, 2004.
Biblesoft’s The New Unger’s Bible Dictionary. CD-ROM. Biblesoft and Moody Press, 2004.
C uando estábamos recién casados, yo (Robert) no tenía planes de hacer mayores cambios en mi agenda social para acomodar a mi esposa. Siempre me han encantado los deportes y el aire libre: esquiar, buceo, motociclismo, golf, cacería y todo lo que se le ocurra. No podía imaginarme la vida sin esos placeres.
Bueno, no pasó mucho tiempo antes de que la competencia por mi tiempo se volviera un problema en mi matrimonio. Una noche, estábamos despiertos hasta tarde teniendo una “discusión”. Ustedes están familiarizados con las “discusiones” ¿verdad? Generalmente implican gritos, movimientos enérgicos con las manos y, algunas veces, hasta lágrimas. Así es una “discusión”. A lo que llegamos fue que Debbie ya se había cansado de estar a la sombra de mi obsesión egoísta con el entretenimiento. Yo, por supuesto, no veía nada de malo con la forma en que había estado actuando. Yo pensaba que querer que dejara de hacer las cosas que traían placer a mi vida era egoísta de su parte.
En el clímax de nuestra discusión, Debbie, con lágrimas en los ojos, me vio y dijo: “Algunas veces, con el poquito tiempo que pasas conmigo, me pregunto si acaso me amas”. Joven e inmaduro, respondí con rapidez, pero no muy delicadamente, “¿No sabes si yo te amo? ¡Mira el tamaño del anillo que llevas en tu mano!”. Está bien, ahora, más de 20 años después, sé que ese fue un comentario extremadamente frívolo e insensible. Sin embargo, en ese tiempo, yo realmente creí que había demostrado mi amor lo suficiente al haberle comprado un anillo caro. Con el corazón roto, Debbie me miró, se quitó el anillo, lo puso sobre la mesita de noche y dijo: “Estoy dispuesta a renunciar a él a cambio de que pases el día de mañana conmigo”.
Hemos mejorado bastante desde esa discusión. Ahora, Debbie es la persona más importante en mi vida. Cuanto estoy estresado, ella me anima a que vaya a jugar golf; vamos de cacería juntos. Estamos más enamorados ahora que el día en que dijimos: “Sí, acepto”. ¿Cómo esa pareja que peleaba tanto pasó del desastre a la bendición? Dios ha transformado nuestros corazones con Su verdad, y Su Espíritu nos ha unido y bendecido con intimidad sorprendente. Él es muy bueno y nosotros hemos descubierto que Sus caminos son perfectos.
La dicha del Edén
¿Ha sido siempre el matrimonio como lo es en la mayoría de los hogares estadounidenses hoy día? Si hubiera cámaras escondidas grabando a las típicas parejas cristianas y a las típicas parejas no cristianas, ¿podríamos darnos cuenta cuáles matrimonios son uniones formadas por creyentes con solo ver cómo se tratan mutuamente? Ya que la humanidad está caída, ¿es siquiera razonable esperar que la unión entre un hombre y una mujer pudiera producir alguna otra cosa que no sea dolores de cabeza y heridas al corazón?
Regresemos al huerto del Edén, donde la primera pareja vivió el primer matrimonio completa y exactamente como Dios lo diseñó. ¿Cómo pudo ser eso?
“En el principio, Dios creó los cielos y la tierra”, (Génesis 1:1). En el sexto día, Él creó al hombre. Aunque el hombre disfrutó de la utopía de la tierra antes de la maldición y de la más dulce comunión posible con Dios, él no estaba contento. Sin embargo, su descontento no surgía de una actitud pecaminosa, sino de una necesidad sincera. Dios había puesto en él un anhelo por algo más, alguien más; el hombre necesitaba compañía. Aun Dios, quien estaba complacido con todo lo que Él había hecho, comentó: “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18).
Ahora bien, el hombre no estaba completamente solo. ¡Él vivía en un zoológico! De hecho, su primer trabajo como gobernador sobre la creación de Dios fue ponerles nombre a todos los animales. Secretamente, él debe haber tenido la esperanza que, al llegar a conocer a los animales, él encontraría una compañera adecuada. Pero ¡ay!, no había nadie como él sobre la tierra. Adán, el primer hombre, pudo apreciar la soledad de una manera en que ninguno de nosotros la conocerá jamás.
En sintonía con los deseos y necesidades de Adán, Dios se presentó como proveedor. Él hizo que Adán durmiera, tomó una costilla de su costado y, usando esa costilla, creó una mujer. Al despertar, Adán vio maravillado la obra de Dios:
“Esta es ahora hueso de mis huesos,
y carne de mi carne;
ella será llamada mujer,
porque del hombre fue tomada”.
(Génesis 2:23)
Usted sabe, Adán pudo haberla nombrado “sirvienta” o “cocinera” o “Bambi”, pero no lo hizo. Su relación era tan pura que él no estaba buscando lo que ella podía hacer por él; sino que, sencillamente, la recibió como el regalo que ella era. La mujer había sido creada para llenar el deseo de compañía en su corazón y ella así lo hizo.
Nunca ha existido una época más inocente entre un hombre y una mujer. Ellos eran completamente vulnerables el uno con el otro, estaban desnudos y expuestos. Sin nada que esconder, sin pecado que pudiera dañar sus intenciones, sin pasado que pudiera hacer peligrar sus expectativas, Adán y Eva se lanzaron a la hermosa aventura del matrimonio.
¿Puede imaginarse cómo sería una relación sin la plaga del egoísmo, la envidia o la rebeldía? Adán y Eva deben haber crecido en harmonía y paz absolutas. Sin las disposiciones del pecado, ellos pudieron ponerse, el uno al otro, en primer lugar de manera natural. Este fue el diseño de Dios para el matrimonio. El propósito era que fuera un lugar de servicio y ternura mutua. Fue diseñado para llevar gozo y plenitud. En la creación perfecta de Dios, la unión entre un hombre y una mujer estaba diseñada para ser un lugar seguro donde ellos pudieran cumplir sus máximos propósitos entregándose completamente el uno al otro dentro del placer de la intimidad absoluta.
Ya no estamos en el Edén
El matrimonio sufrió una horrible caída cuando Adán y Eva se rebelaron contra el plan perfecto de Dios. Cuando se separaron a sí mismos de Dios, ellos se separaron entre sí también. El egoísmo, la competencia y la inmadurez no solamente cobraron su cuota en cada uno como individuos, sino que además, estas deficiencias hicieron que el matrimonio perfecto fuera inalcanzable. Ahora, varios miles de años después, nos encontramos aceptando el divorcio como una solución satisfactoria a los problemas del pecado en el hogar. Hemos llegado muy lejos desde el huerto del Edén.