Dedico este libro y mi esfuerzo diario
a mi esposo Luis, por la fortuna de tenerlo a mi lado.
Amo la familia que formamos.
A mis hijos Luis, Edu y Bernie, a quienes admiro profundamente
y que son mi gran Para qué.
A mis padres Nelly y Juan, por haberme dado la vida,
por quererme tanto y porque desde trincheras
muy distintas ambos me han enseñado mucho
sobre el dolor y la actitud.
También a todos mis pacientes que,
a lo largo de estos diez años, me han dado
el privilegio de poder tocar sus vidas.
Los llevo siempre conmigo.
La mejor manera de honrar a quien se ha ido
es seguir con su legado;
si se esforzó por hacernos felices,
por qué pagarle su muerte con nuestra infelicidad.
Ante la incertidumbre de la vida podemos estar seguros de una sola cosa: viviremos momentos muy felices, pero también habremos de enfrentar pérdidas; de cómo las manejemos se determinará la calidad de nuestra vida y de cómo aceptemos el hecho de nuestra fragilidad mortal dependerá el tener, o no, un proyecto de vida aterrizado. Ir a un bautizo, celebración del comienzo de la vida, no nos pone a reflexionar acerca del significado de ésta. En cambio, un velorio o funeral nos sacude, nos confronta con el verdadero sentido de las cosas.
El no elaborar nuestros duelos nos hace cargar una maleta muy pesada por la vida, llena de rencores, no perdones y resentimientos. Nuestra existencia actual, agitada y cambiante, nos exige movernos rápidamente, ajustarnos a nuevas circunstancias para así poder sobrevivir. Es por ello que esa maleta resulta estorbosa e incómoda, es mejor hacer una limpieza de su contenido y resolver de una vez y para siempre esos dolores y heridas que han marcado nuestra vida.
La aceptación del fenómeno natural de la muerte parece alejarse de nuestros hogares mexicanos cada vez más. Existe un hueco literario-informativo muy grande en nuestro país. Al buscar un texto que hable acerca de la muerte, las pérdidas y cómo manejar el tema, nos topamos con traducciones que tratan de ceñir a fuerza nuestros hábitos y tradiciones a otros temperamentos y manera extranjera de reaccionar ante estos sucesos. En este libro encontrarás casos de pacientes de nuestra idiosincrasia, de circunstancias que le atañen a México y América Latina, costumbres y tradiciones que forman parte de nuestra psicología para aceptar o negar lo que nos ocurre.
Me di a la tarea de crear ese libro, el que tanto busqué para recomendarles a mis pacientes, a aquellos que necesitaban una guía de acción pero a la vez un cómplice y aliado en la difícil tarea que enfrentaban. Una obra esperanzadora que les dijera que sí es posible salir adelante, volver a ser felices y no tener que sentir lástima por sí mismos.
Aquí te hablaré de todo tipo de pérdidas, aprenderás a reconocerlas y a enfrentarlas. Sabremos que es mejor encararlas que darles la vuelta, porque si hacemos eso podrán volver a salir a nuestro encuentro en cualquier momento.
La muerte de una mascota querida, un cambio de domicilio, la pérdida de empleo, divorcio, adicciones, trastornos alimenticios, de salud y hasta sueños rotos recorrerán estas páginas.
También hablaremos de muerte pero más que nada nos referimos a la vida. Sobre la muerte puede hacerse muy poco, en cambio sobre la vida hay todo por hacer.
Etimológicamente la palabra Tanatología viene de Thanatos = muerte y Logos = tratado, pero no es nada más eso, la tanatología nos habla de la vida, de vivirla con intensidad, con sentido y con responsabilidad y, sobre todo, con esa motivación de pensar que cada día puede ser el último.
Yo necesitaba una obra que hablara con la verdad, sin teorías románticas o solo religiosas para explicar lo irreversible y abrumador de la pérdida, pero a la vez que no fuera cruel o insensible y que estuviera al nivel de las preguntas del doliente.
Este libro es un amigo, el tanatólogo de buró para los adultos que requieran enfrentar el tema de las pérdidas y de la realidad de la muerte, con los niños, los jóvenes o con ellos mismos.
Cómo curar un corazón roto es un texto directo, sin minimizar la magnitud de lo ocurrido, y expuesto con claridad y veracidad. En ningún momento se pasa por alto el tacto y la delicadeza con los que deben tratarse estas cuestiones.
En él no solo encontraremos puertas que se abren y respuestas para los demás, descubriremos lo que verdaderamente es la aceptación y enfrentaremos el reto de crecer con nuestras pérdidas. Por mucho tiempo se ha creído que la aceptación es igual a la resignación y esto no es cierto.
Entender que la aceptación es una postura activa ante lo que nos ha ocurrido nos pone inmediatamente en una condición protagónica que exige toma de decisiones y posturas vitales.
Al final de cada capítulo encontrarás un espacio donde incluir tus propias reflexiones y cuestionamientos, y si lo deseas, házmelos saber a la siguiente dirección de correo electrónico: gabytanatologa @gmail.com ya que juntos haremos la segunda parte de este manual de sanación y crecimiento.
Cómo curar un corazón roto es lo que he construido con todas las lágrimas que han compartido conmigo mis pacientes, me las confiaron y yo edifiqué con ellas esta fortaleza salada que nos contendrá e impulsará en momentos de oscuridad.
No hay una manera correcta de vivir un duelo,
no existe un manual de pasos a seguir, solo hay
que dejarse sentir y pasar a través del dolor.
I
La pérdida y el duelo
Cuántas veces hemos escuchado de pérdidas ajenas, de catástrofes naturales, secuestros y suicidios. Basta encender el televisor para convertirnos en testigos implícitos, pasivos, de cientos de crímenes impunes y muertes que nos parecen sin sentido. Todo esto nos toca, claro, somos seres emotivos y sensibles, pero jamás comprenderemos lo que es un duelo a partir de los dolores ajenos. Es hasta que algo pasa en casa o con nosotros mismos cuando comprendemos la magnitud y también las bondades ocultas de un duelo bien elaborado.
Pérdida es algo que teníamos y dejamos o vamos a dejar de tener. Abarca desde algo simple y material como las llaves del automóvil o una joya, hasta la muerte de un ser querido, un divorcio, la pérdida de la salud o cambio en las condiciones de vida.
Si ya perdimos al objeto de nuestro afecto, es un duelo en proceso y si aún no ha llegado ese momento, se vive un duelo anticipatorio, como cuando tenemos un diagnóstico de enfermedad terminal. El diagnóstico no es la sentencia, pero a partir de que lo recibimos empezamos a perder cosas, entre ellas el pensamiento mágico de que la muerte o el dolor es algo que les ocurre a otros.
Pero pérdida es también algo que yo deseaba y nunca pude alcanzar. Por ejemplo, si yo quería ser un pianista famoso y resulta que soy un empleado en una tienda de abarrotes, estoy viviendo una pérdida. También aquella mujer que quería ser madre y por diferentes circunstancias no logra serlo, se enfrenta a un tremendo duelo.
No siempre estas pérdidas tienen el reconocimiento y apoyo social que requieren. Para esta situación en específico hay dos mil libros sobre maternidad, pero ninguno te acompaña en el duro trance de querer serlo y no conseguirlo. Citas, estudios, inseminaciones, fertilizaciones in vitro y todo el dolor y desgaste que esto conlleva son búsquedas en las cuales si no se obtienen los resultados esperados, no se validan como caminos de crecimiento en sí mismos.
Esta situación y otras por el estilo las encaramos como problemas por resolver y no como experiencias por vivir.
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