A algunos les encanta hacer las tareas del hogar, a otros les resultan indiferentes, mientras que otros las aborrecen con toda el alma. Pero, dado que a la mayoría le gusta vivir en una casa ordenada y confortable, tarde o temprano todos terminan por fregar los platos y desfilar por las habitaciones con el aspirador. ¡Bien! ¡Seguid así!
En casa siempre hay muchas cosas por hacer y eso no tiene fin. Pero ¿quién se ocupa de estas tareas? Si vives solo, sin duda serás tú. En un piso compartido o si vives en pareja, al menos podéis repartir las tareas según las “preferencias”. Si te estás instalando en tu nueva casa, lo normal es que te esperen muchas tareas nuevas.
Ocuparse de las tareas del hogar es trabajar en casa
“Las pequeñas tareas del hogar se resuelven solas, dice mi marido”, cantaba la cantante alemana Johanna von Koczian en la década de 1970. Aquel éxito, que se burlaba de la actitud de marajá de los maridos, se convirtió en el himno de las amas de casa. Pese a que el reparto de roles no ha cambiado mucho hasta hoy y las mujeres todavía cogen el trapo con más frecuencia que los hombres, a estas alturas los hombres saben que las tareas del hogar no se resuelven solas. Además, la cifra de viviendas unipersonales sigue creciendo y quien vive solo se tiene que ocupar de todo. Al menos en la mayoría de los casos.
Las labores domésticas son, por definición, las tareas del cuidado y mantenimiento del hogar. Y con esto se abre la caja de Pandora: el cuidado del hogar consiste, sobre todo, en el desempeño de una serie de tareas domésticas —muy variadas—. Cocinar, limpiar, hacer la colada, planchar, fregar los platos y recoger forman parte de ellas. Resolver estas tareas lleva tiempo, más del que quisiera la mayoría de la gente.
Según las estadísticas, las madres que trabajan a tiempo completo y que viven en un hogar con su pareja e hijos invierten diariamente 3.01 horas en el cuidado del hogar. Los padres que trabajan a tiempo completo, en cambio, solo dedican 2 horas a dichas tareas. Si las mujeres trabajan media jornada, dedican incluso el doble de tiempo que los hombres en el hogar.
No es de extrañar, pues, que si se dedican tantas horas diarias al cuidado del hogar, la mayoría de la gente considere que limpiar y ordenar la casa sea una labor muy pesada. Sería mejor que tuviéramos más tiempo libre y pudiéramos disfrutar de ese tiempo en compañía de los amigos y la familia. ¡Cierto! El deseo de invertir menos tiempo en las tareas del hogar tampoco es poco realista, dicen los expertos del cuidado del hogar. Solo dependería de realizar dichas tareas de un modo más efectivo y con la técnica adecuada. Al fin y al cabo, nuestras abuelas invertían menos tiempo en cuidar de sus hogares pese a la falta de medios técnicos.
Ponte cómodo
Cuando estás en casa, seguro que no solo quieres limpiar y ordenar cosas, sino que querrás ponerte cómodo y disfrutar de un ambiente acogedor. Si este término te resulta totalmente burgués y te recuerda al viejo sofá de tu abuela con sus tapetitos, busca en el diccionario la palabra danesa hyggelig. Puede que este término no te resulte tan anticuado, pero se refiere a lo mismo: cómodo, acogedor, agradable, confortable, armonioso.
Independientemente de si vives en tu casa, en la habitación de un piso compartido o en una residencia de estudiantes, hay muchas posibilidades para que te acomodes de manera hyggelig. Una vivienda será confortable gracias a los muebles y su disposición, los colores, la iluminación, los textiles y accesorios como velas o cuadros. El que te guste más un estilo opulento y alegre o prefieras un estilo más puro depende de ti. Lo importante es que el conjunto de los muebles y los colores sea armonioso. ¿Un ejemplo? Un escritorio de estilo Biedermeier destacará más solo que si lo sitúas junto a un aparador moderno. También una pared de color lila resultará más elegante si limita con otra pared blanca o gris en lugar de limitar con otra de color amarillo chillón.
Algo parecido sucede con la luz. Si es demasiado fría, resulta sobria y negativa, pero si la lámpara luce con tonos cálidos, a la mayoría de las personas le resultará agradable. Junto con el tono de la luz, la claridad también es decisiva para que una estancia resulte acogedora o sombría. Determinante es también, además, el tipo de lámparas que utilices y cómo las dispongas en la habitación. La luz indirecta suaviza el ambiente; la luz directa realza muebles y cuadros, pero también es muy buena para leer.
Declara la guerra al caos y a la suciedad
¿De qué sirve la casa más bonita y mejor construida en una buena zona, si uno no puede ver el suelo por la cantidad de cosas que hay tiradas por todas partes, o si la basura y los cacharros sucios apestan hasta clamar al cielo y, por todo eso, a nadie le apetece quedarse allí? Lo reconozco, he sido exagerada; pero si no eres constante a la hora de limpiar y mantener el orden, la casa se vendrá abajo, el ambiente acogedor se irá al traste y lo mismo sucederá con la motivación en cuanto contemples la montaña de ropa sucia pendiente de lavar. Por eso es mejor no llegar a ese punto.
No te preocupes. Con los productos y utensilios de limpieza adecuados, su correcta aplicación y un plan para organizar qué estancias y superficies y en qué orden hay que limpiar, lo tendrás todo bajo control sin problema. Y dado que la higiene no funciona si no se mantiene el orden, te ofreceré indicaciones para facilitarte ambas tareas.
Si no te gusta limpiar las ventanas y no lo haces con frecuencia, no tiene mayores consecuencias más allá de que las vistas no serán buenas. El caso de la colada es diferente, pues probablemente no tengas ropa suficiente como para no lavarla en semanas. ¡Coge tu ropa sucia y métela en la lavadora o llévala a la lavandería más cercana!
Pero meter en la lavadora toda la ropa sucia de golpe no es una buena idea. ¡Toca clasificarla! Pero ¿cómo? Por decirlo de un modo sencillo, pon lo similar con lo similar. Esto se refiere tanto a la temperatura a la que se puede lavar cada prenda, como al color de las mismas. Suena complicado, pero se aprende enseguida, porque aquí también se aplica lo de que la práctica hace al maestro (de la colada). Familiarízate con los detergentes, los programas de lavado y el tratamiento de los distintos textiles y manchas, y podrás disfrutar de tu ropa durante mucho tiempo.
Lo mismo se aplica en el caso de la plancha. La próxima vez que tus camisas o blusas salgan arrugadas de la lavadora, plánchalas en lugar de fruncir el ceño. Y aquí hay que tener en cuenta lo siguiente: programar la plancha con la temperatura recomendada y comenzar por las superficies pequeñas (puños, cuellos, bolsillos) para terminar por las grandes. Sencillo, ¿no?