Lucy Vincent
¡Haz bailar a tu cerebro!
Las neuronas encantadas
El cerebro y la música
Pierre Boulez, Jean-Pierre Changeux y Philippe Manoury
El capellán del diablo
Richard Dawkins
El gran calentamiento
Cómo influyó el cambio climático
en el apogeo y caída de las civilizaciones
Brian Fagan
La corriente de El Niño y el destino de las civilizaciones
Inundaciones, hambrunas y emperadores
Brian Fagan
Cromañón
De cómo la Edad de Hielo dio paso a los humanos modernos
Brian Fagan
La Pequeña Edad de Hielo
Cómo el clima afectó a la historia de Europa (1300-1850)
Brian Fagan
El largo verano
De la Era Glacial a nuestros días
Brian Fagan
El sentido de la existencia humana
Edward O. Wilson
Aprendiz cósmico
Informes desde las fronteras de la ciencia
Dorion Sagan
La termodinámica de la pizza
Ciencia y vida cotidiana
Harold J. Morowitz
Traducción del francés : Faites danser votre cerveau ! , de Lucy Vincent
© Odile Jacob, 2018
© Traducción de Júlia Ibarz, Isabel Margelí y Christopher Domínguez
Corrección: Marta Beltrán Bahón
Diseño de cubierta: Vanina do Monte
Primera edición, octubre de 2020 , Barcelona, España
Derechos reservados de esta edición.
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eISBN : 978-84-18193-12-5
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o en cualquier otro idioma.
«Nuestros sentimientos no nos engañan. Nada se halla en nuestro corazón que el mundo no haya metido en él. No hay nada que aflija nuestro entendimiento que no haya conmovido antes a nuestros sentidos».
Pierre Jean Georges Cabanis
(1757-1808) Médico y filósofo
Índice
Introducción
«Todo ser humano lleva dentro de sí a un bailarín».
Rudolf Laban
(1879-1958) Coreógrafo, teórico
y pionero de la danza moderna
Apenas empecé a bailar hace algunos años... pero qué revelación: ¡una demostración increíble de la inteligencia del cuerpo! Como todos los adultos que se encuentran de nuevo en la posición de alumnos, pensaba que mis diplomas universitarios me otorgarían la capacidad de aprender fácilmente todas las figuras de baile en muy poco tiempo. Pensaba que yo sería capaz de bailar perfectamente al cabo de seis meses, o incluso menos. Evidentemente, no fue así. Y, a partir del momento que me tomé en serio este proceso de aprendizaje, empecé a constatar cambios fundamentales tanto en mi cuerpo como en mi cerebro. Empecé entonces a darme cuenta de una nueva posibilidad. Como neurobióloga, siempre había predicado a favor de la unidad cuerpo/cerebro; sin embargo, el ejercicio del baile evidenciaba que en el fondo yo era como todo el mundo: tenía convicciones dualistas profundamente arraigadas, creía en la superioridad del cerebro respecto del cuerpo. Así que decidí consagrarme en cuerpo y alma a entender ese conjunto que forman el cuerpo y el cerebro cuando nos ponemos a bailar. Al investigar la literatura científica al respecto, descubrí que se estaba llevando a cabo una revolución silenciosa en relación a la ciencia del movimiento. Una revolución cargada de consecuencias que me apeteció compartir con vosotros. De ahí este libro que tenéis entre manos.
Lo que sabemos hoy en día del funcionamiento del cuerpo/cerebro demuestra de manera definitiva la importancia del baile como actividad física. Gracias al baile, el cuerpo humano aprende, en realidad, a aprovechar al máximo su entorno (incluidos a los otros seres humanos que lo componen). El baile es una magnífica herramienta de exploración, de cuestionamiento, de comprensión, de inteligencia y de expresión. Cada paso de baile genera descubrimientos y nuevas relaciones insólitas en nuestro cerebro inconsciente gracias a mecanismos que desconocíamos hasta hace poco.
En la actualidad existen dos vías principales para investigar sobre los efectos del baile. Sin duda alguna, estos hallazgos cambiarán nuestra manera de vivir, de aprender, de interactuar y de sanar. Por ejemplo, saber que nuestros músculos secretan sustancias esenciales para nuestro cuerpo ya es un hallazgo fundamental. Este conocimiento sobre el papel hormonal de nuestros músculos tiene una repercusión inmediata —y más bien simpática, diría yo— que nos permite desterrar una creencia que todavía sigue viva en nuestro inconsciente y cuya pretensión es que no sirve para nada moverse si no sudamos profusamente y si no sufrimos de una manera terrible (es ese famoso eslogan: no pain no gain ; es decir, sin sacrificio no hay beneficio). En realidad, y es algo que sabemos desde hace poco, cada una de nuestras contracciones musculares —incluso mínimas— causan un impacto sobre nuestro cuerpo; más que eso, no hay nada como una actividad muscular moderada pero regular, y que haga trabajar todo nuestro cuerpo pero sin dificultad y sin estrés. Nada nos impide imaginar que en un futuro cercano se recete tal o cual serie de movimientos para poner a trabajar unos u otros grupos de músculos para que se estimulen nuestro hígado, los riñones, el sistema digestivo, nuestro sistema inmune, nuestro cerebro, etc., al estilo de la reflexología podal china. Seremos capaces de explicar qué mensajeros químicos se liberan a través de qué tipo de músculos y dónde ejercen su acción, y será impensable que nos quedemos sentados durante horas, pues tendremos demasiados conocimientos sobre los déficits inducidos por la inmovilidad de citoquinas, hormonas, enzimas y neurotransmisores. Nos cuidaremos de esas carencias de la misma manera que hoy en día evitamos un déficit de oxígeno en el cerebro. Y el baile va a tener un papel protagonista en esas recetas de movimientos, puesto que es de una complejidad y una riqueza tales que no puede compararse, en mi opinión, con ningún otro ejercicio físico.
Otro de los ejes de la investigación actual —y además muy alentador— es el que han abierto las neurociencias y los estudios sobre el papel del cerebelo, del que sabemos que es quien se encarga de relacionar dentro de nuestro cerebro el pensamiento con las acciones y las posturas. Los conocimientos de los que disponemos hoy por hoy sobre este tema nos permiten no sólo comprender aquellas enfermedades a las que llamamos psicosomáticas, sino que nos permiten entender mejor el lenguaje corporal o las terapias a través del movimiento ( dance movement therapy , yoga, pilates...). Todavía más, esos conocimientos incluso nos explican cómo utilizar nuestro cuerpo para mejorar nuestra forma de razonar o nuestra creatividad. Nadie duda de que, respaldados por este conocimiento, nuestros métodos de aprendizaje van a sufrir una transformación radical en los próximos años. De entre nosotros, sacarán gran provecho de este cambio los más pequeñines, los que ya no lo somos tanto y las personas de edad más avanzada... y el baile ocupará un lugar protagonista porque es, sin duda alguna, el mejor medio para que nuestro cerebro incorpore el máximo de información posible del mundo que nos rodea. Además, el cerebelo es esa encrucijada cerebral donde se unen los movimientos a los procesos cognitivos y también a los emocionales. Esta actividad del cerebelo nos proporciona la explicación para un fenómeno archiconocido: cuando bailamos nos ponemos inmediatamente de buen humor y esa transformación es casi milagrosa. Así que bailar permite que expresemos lo que llevamos dentro pero también que intervengamos sobre los humores que nos habitan y podamos, así, modificarlos. Actualmente, hay múltiples equipos de científicos que investigan los procesos que se esconden detrás de esta realidad, es decir, detrás de la liberación de endorfinas o de oxitocina, pero, sobre todo, detrás de la mecánica cerebral que relaciona postura, voluntad, contexto ambiental y estado emocional.