Bill Gates y la saga de Microsoft
Daniel Ichbiah
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Traducido por Kevin Acevedo
“Bill Gates y la saga de Microsoft”
Escrito por Daniel Ichbiah
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Traducido por Kevin Acevedo
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Bill GATES
y la saga de Microsoft
Daniel Ichbiah
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1995, 1998, 2020
DanicArt
E ste libro está basado en su versión original de 1995, actualizada en 1998 y que ha sido un best-seller mundial.
Por lo tanto, a la hora de leer la introducción y los capítulos del 1 al 27, se recomienda al lector posicionarse en el contexto del año 1995 en el que este libro fue escrito inicialmente.
No obstante, para esta edición revisada, el autor a escrito un nuevo capítulo final que presenta en detalle lo que Gates a logrado desde el año 2000 al 2020.
@Daniel Ichbiah
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Imagen de la portada:
ID 23852168 © Joachim Eckel | Dreamstime.com
Si llegase a descubrir algún error en este libro, le agradecería que me enviase un email a daniel@ichbiah.com
¿C ómo describir a una personalidad tan insólita como lo es Bill Gates? ¿De dónde sale esa increíble fusión de Henry Ford, Tomás Édison y Bugs Bunny? No hay que intentar entenderlo. Los seres excepcionales usualmente tienen el don de escapar a toda tentativa de clasificación. Es rarísimo encontrar en un mismo individuo las características con las que en un día de brillante inspiración la Madre Naturaleza dotó a este retoño de Seattle.
¿Qué decir de un individuo que se volvió millonario en dólares a los 31 años – habiendo incrementado doce años más tarde a aproximadamente doscientos millones de francos - y a quien la fortuna convirtió en el hombre más rico del mundo? ¿Qué pensar del presidente de una empresa cuyo crecimiento ha sido la mayoría de las veces del 50% y cuya capitalización bursátil sobrepasa la de General Motors, Ford, 3M, Boeing o Eastman Kodak?
Habrá que reconocer que este individuo escapa de los arquetipos usuales de su género. Este personaje se ha parecido por mucho tiempo a un Pierrot Lunaire al no haber identificado la pista de aterrizaje que separa el mundo de la infancia del de los adultos. Puede que algunos hayan intentado tomar a la ligera a este eterno adolescente que porta un look de estudiante retrasado y de intelectual de gafas en el fondo del verde campus de Seattle, evocador de una cultura más cercana al rock y a la ecología que a Wall Street. Pero aquellos que se permitieron ver de menos a este joven quedaron amargamente arrepentidos.
Sin duda Bill posee un don. Una especie de magia personal. Una acumulación de cualidades raras. La mezcla es impresionante porque combina algunas virtudes humanas elevadas con una aptitud para administrar sus asuntos, los cuales contienen a la vez a la previsión, la astucia y una maestría prodigiosa de los elementos de la ecuación financiera.
Lo que me ha impresionado continuamente acerca de este “Ungenio Tarconi” del software es la amplitud de su reflexión y su inteligencia fuera de lo común. Pónganle un problema cualquiera y de la manera que sea la mecánica intelectual se pone en marcha, emocionada por el reto. No es raro que proponga un punto de vista original y sagaz acerca del tema. La sorpresa surge a partir de aquello que habrá abarcado en su análisis de los elementos que una persona común pasaría por alto y no tomaría en cuenta. La cantidad de información que él almacena usualmente es estupefaciente. Pero más aún es su capacidad para moler, triturar, amasar y poner en perspectiva los mismos datos con el fin de llegar a obtener conclusiones sorprendentes gracias a su clarividencia. Además trae una satisfacción intensa el discernir un modelo en medio de aquello que parece caótico o desorganizado. Desde la escuela primaria este superdotado de las matemáticas impresionaba a sus profesores por la vivacidad de su razonamiento. Él a conservado un gusto pronunciado por la competencia intelectual, y solo llega a respetar a alguien si esta persona demuestra estar a la altura. Si añadimos a esto que a él le gusta rodearse de individuos similares a sí mismo, podemos comprender de mejor manera como opera Microsoft.
Una anécdota permitirá comprender mejor como funciona Bill. Al momento de una recepción en la que Microsoft participaba, un animador subió a la tarima y se dispuso a realizar un impresionante número de cálculos mentales: multiplicaciones, raíces cuadradas, etc. Mientras se llevaba a cabo un coctel la tarde del día siguiente, Bill estaba discutiendo amablemente con algunos invitados. En un momento dado dijo: “¡descubrí su truco!”. Gates le pidió a un invitado que le dijera dos números a multiplicar, y él le dio la respuesta. ¡El número 1 del software había pasado una parte de la noche anterior intentando comprender el mecanismo inherente de tales cálculos!
Este presidente con el aspecto de Tintín está igualmente dotado de una visión audaz, capaz de percibir aquello que será el mundo del mañana muchos años por adelantado. Desde 1975 él había identificado que los microchips que dan vida a las micro-computadoras iban a desatar una revolución sin precedentes. Por eso mismo dio un salto de fe hacia su aventura, la sociedad Microsoft. Añadamos a eso un poder de convicción imparable. Cuando IBM llegó a tocar a la puerta de la minúscula empresa de Seattle en 1980 con el fin de saber más sobre la micro-informática naciente, los visitantes primero se desconcertaron por la apariencia juvenil de quien los recibía. Pero como fue contado más tarde por Bill Lowe de IBM: “ desde que Bill empezó a hablar, todas las consideraciones acerca de su edad desaparecieron. Nosotros bebíamos lo que él decía ”.
No es bueno encontrar en el camino a un combatiente como él. Todos los enemigos de antaño de Microsoft mordieron el polvo, e incluso Steve Jobs, fundador de Apple, prefirió mejor establecer una alianza en agosto de 1997 que buscar un último enfrentamiento. Gates manifiesta esta intransigencia de los asuntos de manera abierta y sin emociones. El llega incluso a desafiar al gobierno estadounidense cuando este se entromete con sus asuntos. El Ministerio de Justicia ha preferido por largo tiempo tirar la toalla, como si estuviese asustado por la capacidad de causar problemas del potentado de Seattle.
A esta actitud sin piedad Gates añade la habilidad de un jugador de ajedrez que pone presión con su astucia para focalizar la energía de sus adversarios en las batallas de interés secundario. Si él fuera un general, el llevaría “oficialmente” la guerra a Perú, se aseguraría de que sus enemigos desplacen sus tropas a las alturas de la Cordillera de los Andes. Y mientras se lleva a cabo ese teatro, él rodearía tranquilamente Venezuela. Es verdad que puede actuar de tal manera porque está dotado de una rara capacidad de ver los problemas en su totalidad.
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