“La obediencia no cuestiona, no pone en duda, no discute, no tiene en cuenta a todos; nos cierra los ojos y calla nuestra voz. La obediencia somete, subyuga, domina, doblega”.
Este libro, desobediente frente a la crianza tradicional, permitirá que tanto padres como hijos disfrutemos este proceso y que juntos logremos construir el mundo que soñamos.
Es mamá, psicóloga especialista en Clínica y Desarrollo Infantil de la Universidad del Bosque, coach ontológico, docente universitaria e influenciadora. Está certificada en Disciplina Positiva y es asistente Montessori. Ha trabajado en medios de comunicación y, como psicóloga clínica, ha acompañado a miles de familias por medio de sus asesorías, cursos y programas en línea desde hace más de diez años. Actualmente es creadora de contenido digital en redes sociales, donde comparte con su tribu de familias y educadores desde el nuevo paradigma de crianza, enfocado en los buenos tratos.
carolina.molina.o
© Santiago Márquez
Título original: Crianza desobediente
Primera edición: enero de 2022
© 2022, Carolina Molina O.
© 2022, de la presente edición en castellano para todo el mundo:
Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.S.
Carrera 7 # 75-51, piso 7, Bogotá D.C., Colombia
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Ilustraciones de interior: Carolina Molina O.
Íconos, viñetas y lettering: Patricia Martínez Linares
Bombillo: Freepik
Diseño de cubierta: Penguin Random House Grupo Editorial / Patricia Martínez Linares
Fotografía de la autora: © Santiago Márquez
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ISBN 978-958-53090-7-4
Conversión a formato digital: Libresque
INTRODUCCIÓN
A sí como todo en la vida evoluciona, cambia y se transforma, la crianza de los hijos también va hacia adelante. Bueno, algunos pensarían que va hacia atrás, jeje . Cada quien es libre de observar la realidad con los lentes que quiera, y yo, personalmente, estoy segura de que “vamos bien, cada vez mejor”. A medida que pasa el tiempo, los niños van teniendo mayor participación en la sociedad, son más respetados y tomados en cuenta. A lo largo de este texto iré explicándote por qué pienso lo que pienso, obviamente todo desde mi humilde opinión.
Digo desde mi humilde opinión porque no me creo una sabelotodo, ni la típica “mamá perfecta”. Yo también he sentido ganas de salir corriendo en algunos momentos de caos en la crianza; también he sentido un fresquito de libertad algunas noches después de acostar a mi hija; también me equivoco, y esos errores los abrazo con todo mi corazón, pues son los que me han permitido llegar donde estoy hoy. Si lo que vas leyendo tiene sentido para ti, ¡genial! Pero si algo de lo que expreso no resuena contigo, sin problema puedes pasar a la página siguiente y revisar después con tu almohada por qué te hizo tanto ruido —jeje, ¡es broma! Siempre se me sale la psicóloga por algún lado. Pero ya, en serio: no tenemos que estar de acuerdo en todo, eso también se vale—.
Me encanta ver que muchas familias millennial hemos tomado la decisión de salirnos del molde de la perfección. Esa, de hecho, es una de las características que nos diferencia de otras generaciones: que nos damos el permiso de equivocarnos y de volver a empezar cuantas veces sea necesario, hasta que lo logremos. Y bueno, también hay quienes dicen que somos una generación rebelde o desobediente, otros que estamos criando niños de cristal, y otros que estamos cambiando el mundo y los paradigmas que nos han regido hasta ahora… ¡Bien por esa! Definitivamente los seres humanos necesitamos cambios a nivel cultural, social, económico y político, así como cambios en la estructura de pensamiento. Uno sería muy ignorante si pensara que ya todo está inventado, que no queda nada por mejorar.
Y es que nosotros —los millennials— nos hemos dado cuenta de que la crianza que recibimos de nuestros padres no fue del todo formativa. Sabemos que lo hicieron con todo el amor del mundo, desde las herramientas y los recursos que tenían; desde lo que habían aprendido en su entorno social y de lo que se acostumbraba en esa época. Pero también somos conscientes de que el maltrato que algunos de nosotros recibimos de niños —por medio de una nalgada por no haber hecho la tarea, del grito que nos daban por regar algo, o de las veces que ignoraron nuestro llanto— nos convirtió en adultos con dificultades para gestionar nuestras emociones, con problemas en nuestra salud mental, y con una incapacidad de respetarnos a nosotros mismos, y de respetar a los demás desde su diversidad.
Somos la primera generación que está tomando la decisión consciente de criar a nuestros hijos desde otro lugar.
Es por esto que hemos decidido, de forma “rebelde” y en masa, criar a nuestros hijos desde otro lado: desde el respeto, la asertividad, la empatía y la conciencia. ¡Desde los buenos tratos! Estamos abriendo los ojos y nos estamos haciendo responsables de los efectos de nuestras acciones. Resolvimos salirnos del rol de víctimas de la crianza —que por años ha estado instaurando creencias limitantes en nuestra mente, como: “no se la deje montar del niño”, “hay que darles duro para que aprendan”— y de las quejas constantes “por los hijos que nos tocaron” y, en vez de esto, estamos agradecidos por lo que nuestros hijos nos están enseñando. Dejamos de “satanizar” las pataletas de los niños, pues descubrimos que siempre hay algo detrás de ese comportamiento y, además, estamos entendiendo que los adultos también hacemos pataletas. En últimas, vamos comprendiendo cada vez más que lo mejor que podemos hacer para acompañar a nuestros hijos desde la calma, y desde la posición en que nos necesitan en los momentos desafiantes, es trabajar en nuestra propia gestión de emociones; solo así podremos enseñarles las habilidades sociales y emocionales que aún no tienen.