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Andrés Manuel López Obrador - A la mitad del camino

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Andrés Manuel López Obrador A la mitad del camino

A la mitad del camino: resumen, descripción y anotación

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«Este libro es un testimonio de lo alcanzado hasta ahora, de los desafíos pendientes y de cómo imagino que estará el país en 2024. [...] Desde antes de asumir por mandato popular la Presidencia de la República, fuimos elaborando un plan de desarrollo que surgió de muchos años de brega, recorriendo a ras de tierra el territorio nacional, valorando las potencialidades y los vastos recursos naturales, reflexionando sobre los obstáculos para el desarrollo y el bienestar de la población, aquilatando la grandeza cultural de México y recogiendo los sentimientos de la gente en todos los pueblos y regiones del país. Así llegamos a la conclusión de que eran mayores las posibilidades de cambio que las de estancamiento o decadencia, y que hacer realidad la transformación dependía, en primer lugar, de enfrentar el grave problema de la corrupción y de contraponerle la virtud de la honestidad que es la mayor riqueza de nuestro pueblo. [...] El gobierno que represento está enfrentando varios desafíos. Así como nos hemos comprometido a reducir la violencia y garantizar la plena tranquilidad pública, también estamos empeñados en alcanzar mejores niveles de desarrollo y prestigio en el concierto de las naciones; pero, siendo más humildes y sin tantas pretensiones, lo que deseamos de todo corazón es que al final de nuestro gobierno haya menos desigualdad, más felicidad y se mantenga siempre encendida la llama de la esperanza». Andrés Manuel López Obrador

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ÍNDICE A Beatriz INTRODUCCIÓN A finales de marzo del año próximo se - photo 1

ÍNDICE

A Beatriz

INTRODUCCIÓN

A finales de marzo del año próximo, se celebrará la consulta ciudadana de revocación del mandato para preguntar a las y los mexicanos si quieren que yo continúe en la Presidencia o que renuncie. Este procedimiento de democracia participativa lo elevamos a rango constitucional con la idea de que el pueblo es el soberano, que él pone y él quita y que siempre debe mantener en sus manos las riendas del poder.

En lo sucesivo, nadie podrá confiar en que fue electo por seis años y que, aunque se porte mal y el pueblo lo rechace, se le tiene que soportar hasta el fin de su periodo, con todo y el daño que pueda causar a la vida pública. Nadie, en ningún nivel de la escala social, económica o política, se podrá sentir todopoderoso y dueño de un poder absoluto.

Esta reforma y la de quitar el fuero al presidente, que antes solo podía ser juzgado por traición a la patria y ahora se le puede enjuiciar por cualquier delito como a cualquier otro ciudadano, bastarían para mostrar lo satisfecho que estoy por los cambios tan profundos que se han hecho realidad.

Hemos avanzado y considero que a la mitad del camino, a pesar de la pandemia, se han establecido las bases para la transformación de México y, reitero, el logro más importante ha sido el cambio de mentalidad con la puesta en práctica de un proceso de pedagogía política o concientización continuo, manifestado en conferencias, en discursos en las distintas plazas, pueblos y regiones del país y en mensajes por las redes sociales pero, sobre todo, predicando con el ejemplo, como recomendaba mi admirado general Francisco J. Múgica: «Hechos, no palabras».

Es tan importante lo logrado en este periodo que hasta podría dejar la Presidencia sin sentirme mal con mi conciencia. Solo lamentaría dejar inconclusas obras como la renovación de las hidroeléctricas, los sistemas de riego, el proyecto del istmo o el Tren Maya, las cuales, de no ser atendidas con dedicación, tardarían más en terminarse o de plano se abandonarían. Confieso que soy muy obsesivo en este aspecto y sostengo aquello de que «orden dada no supervisada no sirve para nada».

Reitero, es mucho lo realizado y sería muy difícil dar marcha atrás a decisiones o acciones que se han tomado en bien del pueblo y de la nación; cómo se podrían, por ejemplo, quitar las pensiones a los adultos mayores, cómo podrían suprimirse las becas a los estudiantes pobres; cómo volver al lujo y al boato en el ejercicio del gobierno; cómo regresar a la condonación de impuestos a las grandes corporaciones económicas o financieras; cómo retornar a la privatización depredadora de los bienes públicos. En fin, el retroceso no será fácil.

Vamos bien y estoy seguro de que la gente va a votar por que continúe mi periodo constitucional hasta finales de septiembre de 2024. Desde luego, no solo es esto lo único que necesito para concluir mi misión: falta lo que diga la ciencia y el Creador, pero, si tengo suerte y termino mi mandato, creo que vamos a consumar la obra de transformación y no dejaremos ningún pendiente. Cuando esté entregando la banda presidencial podré exclamar a los cuatro vientos la expresión: ¡misión cumplida!

Este libro es un testimonio de lo alcanzado hasta ahora, de los desafíos pendientes y de cómo imagino que estará el país en 2024. Agradezco como siempre a Pedro Miguel, quien me ayudó en la revisión del texto, a la imprescindible Laura G. Nieto y expreso mi eterna gratitud a mujeres y hombres que nos acompañan por convicción y han sido actores principales de esta Cuarta Transformación.

Andrés Manuel López Obrador

Desde antes de asumir por mandato popular la Presidencia de la República, fuimos elaborando un plan de desarrollo que surgió de muchos años de brega, recorriendo a ras de tierra el territorio nacional, valorando las potencialidades y los vastos recursos naturales, reflexionando sobre los obstáculos para el desarrollo y el bienestar de la población, aquilatando la grandeza cultural de México y recogiendo los sentimientos de la gente en todos los pueblos y regiones del país.

Así llegamos a la conclusión de que eran mayores las posibilidades de cambio que las de estancamiento o decadencia, y que hacer realidad la transformación dependía, en primer lugar, de enfrentar el grave problema de la corrupción y de contraponerle la virtud de la honestidad que es la mayor riqueza de nuestro pueblo.

Ya sabíamos que estábamos en decadencia por la aplicación, durante 36 años, de la política de pillaje llamada neoliberal y conocida por nosotros como neoporfirismo , pero lo que descubrimos al llegar al Gobierno no solo reafirmó nuestras convicciones, sino que superó por mucho lo que imaginábamos.

En efecto, el Gobierno estaba consagrado a facilitar la corrupción, y no se preocupaba ni por asomo del bienestar del pueblo. Toda su actividad consistía en privatizar y en hacer jugosos negocios al amparo del poder público.

Ya en varias ocasiones hemos explicado cómo se llevó a cabo el gran saqueo neoliberal, sin precedente en la historia de México, y la forma como se adulteró el marco jurídico con una serie de reformas a la Constitución y a las leyes para transferir bienes de la nación a particulares. En los últimos tiempos se comprobó que legisladores de los partidos de supuesta oposición recibieron sobornos para aprobar la denominada reforma energética: el anterior director de Petróleos Mexicanos (Pemex), Emilio Lozoya, quien está sujeto a proceso en calidad de testigo colaborador, ha confesado a la Fiscalía General de la República ( fgr ) que «el grupo o persona jurídica Odebrecht no solo tuvo contratos y beneficios por parte del Estado mexicano, sino que además participó activamente junto con otras grandes empresas, influenciando la política energética del país mediante la reforma energética. Facilitando, por instrucciones de Enrique Peña Nieto y de Luis Videgaray Caso, importantes sumas de dinero a los grupos parlamentarios, utilizando a Pemex como instrumento para dichos fines ilícitos…».

Pero, en vez de seguir analizando o relatando sobre toda esa inmundicia política, en esta ocasión dedicaré más tiempo a exponer de manera sencilla y práctica cómo funcionaban los gobiernos neoliberales y cómo estamos actuando nosotros. Los contrastes son evidentes; nuestra política es del todo nueva y aunque es obvio, no está de más decir que no tiene absolutamente nada que ver con la llamada alternancia panista de 2000 y su pretendido cambio que fue en realidad una burda continuación del régimen corrupto.

Lo nuestro no es gatopardismo , eso que consiste en que las cosas en apariencia cambian para seguir igual o peor. Nuestro quehacer político va al fondo y por eso hemos tenido que enfrentar muchos obstáculos y resistencias; sobre todo, las relacionadas con la forma de pensar, pues durante un largo periodo, con el apoyo de una educación mercantilista y doctrinaria, y con la manipulación de casi la totalidad de los medios de información, se introdujo en la mente de muchos la creencia en las supuestas bondades del modelo neoliberal; recordemos que el Porfiriato se impuso por 34 años y que el régimen neoliberal duró 36 años; es decir, la influencia de la propaganda individualista, egoísta, utilitarista y pragmática afectó a más de una generación. Si el país no sucumbió por completo y logró subsistir fue por la innata y excepcional inteligencia del pueblo mexicano; pero, aun así, ha costado mucho trabajo persuadir y convencer a quienes fueron formados en la escuela del afán de lucro y del aspiracionismo, y no con las enseñanzas del amor al prójimo y del rechazo a triunfar a toda costa y sin escrúpulos morales de ninguna índole.

A pesar de todo, la transformación está en marcha y aunque la apuesta es a seguir poniendo al descubierto la gran farsa neoliberal y auspiciando el cambio de mentalidad del pueblo —porque eso es lo más cercano a lo esencial y a lo irreversible—, también estamos desterrando vicios y prácticas deshonestas en el manejo del Gobierno. Tengamos presente que, durante el periodo neoliberal, el propósito central de la administración pública era facilitar la entrega de bienes nacionales a particulares y que para eso se fue creando una estructura administrativa acorde a la política del pillaje (a la transa y al influyentismo), con la excusa de evitar el monopolio del Estado y garantizar la libertad empresarial. Por ejemplo, se decidió que el trato a Pemex y a la cfe debería ser igual que el otorgado a Shell o a Iberdrola y se creó la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), un organismo «autónomo», manejado por tecnócratas al servicio de las grandes corporaciones privadas. En pocas palabras, se buscó desaparecer el espíritu y la letra de los artículos de la Constitución que desde la Revolución mexicana colocaban el interés público por encima del particular.

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