Segunda edición, 2018
Primera edición, 2012
Biblioteca del cide – Registro catalogado
Arellano Gault, David, autor
Título: ¿Podemos reducir la corrupción en México?: l ímites y posibilidades de los instrumentos a nuestro alcance.
Responsable(s): David Arellano Gault con Raúl Coronilla Cruz …[y otros], autores.
Pie de imprenta: México, D.F. : Centro de Investigación y Docencia Económicas, © 2018.
Edición: Segunda edición.
Descripción física: 230 páginas, 23 cm.
Contenido: La corrupción institucionalizada en México. u n ensayo sobre los límites de los instrumentos clásicos para combatirla: El caso de las auditorías / Raúl Coronilla Cruz – El mecanismo de sanciones en el ámbito general mexicano, 2005-2008: Un primer acercamiento empírico / Walter Lepore, Israel Aguilar – Control de los conflictos de interés: Mecanismos organizacionales en la experiencia internacional y lecciones para México / Walter Lepore, Laura Zamudio, Israel Aguilar – Instrumentando una política de informantes internos (whistleblowers): ¿Mecanismo viable en México para atacar la corrupción? / Alejandra Medina, Roberto Rodríguez – Servicio civil: Estabilidad y espíritu de cuerpo contra la corrupción / Alejandra Medina, Roberto Rodríguez.
Identificadores: isbn : 978-607-8508-23-5 orcid : 0000-0002-1156-3568 (David Arellano)
Serie: Colección Coyuntura y Ensayo
Clasificación lc : JF1525.C6 A74 2018
Tema(s):
Political corruption – Mexico – Prevention.
Public administration – Corrupt practices – Mexico – Prevention.
Dirección editorial: Natalia Cervantes Larios
Portada: Ilustración de Fabricio Vanden Broeck
D.R. © 2018, cide , Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C.
Carretera México-Toluca 3655, Lomas de Santa Fe, 01210, Ciudad de México.
La transformación a libro electrónico del presente título fue realizada por
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Índice
David Arellano Gault |
Con Raúl Coronilla Cruz |
Con Walter Lepore e Israel Aguilar |
Con Walter Lepore, Laura Zamudio e Israel Aguilar |
Con Alejandra Medina y Roberto Rodríguez |
Con Alejandra Medina y Roberto Rodríguez |
David Arellano Gault
C uando este libro fue publicado por primera vez en 2012 me esperaban dos sorpresas. La primera, que mi inicial resistencia y escepticismo acerca de la importancia de introducir estudios organizacionales al tema de la corrupción en México se verían rápidamente contrarrestados ante el interesante reto (y urgencia) de efectuar estudios empíricos para, en efecto, más allá del discurso y la retórica, entender la lógica de la corrupción en el país. Y la segunda, que el país estaba a muy poco de cambiar radicalmente su visión, posicionando a la corrupción como un tema de angustia debido a los graves problemas que está generando y que ya afectan la gobernabilidad misma.
La primera sorpresa tiene como contexto mi resistencia durante años a entrar a un tema tan cargado moralmente. Hacer estudios organizacionales implica introducirse a la dinámica social y grupal de cualquier fenómeno, tanto de aquellos que son vistos positivamente como aquellos que pueden involucrar crímenes, fraude u organización mafiosa. Al igual que sucede con los estudios antropológicos, la etnografía organizacional requiere de distancia y de construir un espacio de investigación que de manera preferente no parta de un prejuicio respecto a lo que las personas hacen en la acción; no al menos, de manera inicial. Y justo en el tema de corrupción rápidamente se puede caer en los extremos: o en el cinismo o en una especie de moralismo (a veces, pienso, algo hipócrita, por cierto). Comenzar a estudiar un tema en el que lo primero que hay que enfrentar es el facilismo moral de construir argumentos con base en la maniquea visión de la batalla de los buenos contra los malos, de los puros contra los corruptos, era algo que me motivaba muy poco. La manera de enfrentar ese dilema es precisamente realizar, siempre que se pueda, estudios empíricos (en este caso me refiero a estudios de campo) para comprender el fenómeno, más que para hacer juicios automáticos con miras a lanzar juicios morales. El reto de estudiar empíricamente en campo la forma en que las personas enfrentan las situaciones sociales que llevan a la corrupción resultó ser mucho más retador y fascinante de lo que pudiera pensarse. Estos años he seguido realizando, junto con un equipo de colegas y estudiantes de la maestría en administración y políticas públicas del cide , análisis de diversas dinámicas de corrupción, vista como fenómeno organizacional o como fenómeno socialmente denso (como me gusta llamarle, algo pomposamente). Y de paso, hacerlo con estudios de campo, emulando a varios otros que en México y en el mundo se han atrevido a intentarlo. Adentrarse pues a un mundo de estudios e investigaciones muy lejos de lo que ya peyorativamente se llama “la industria anticorrupción”; esta industria que muchas veces ha encontrado un nicho de asesoría (y hasta de negocio) proponiendo fórmulas y diseños anticorrupción que se apliquen a lo largo y ancho del mundo. Un esfuerzo útil, sin duda, pero no el tipo de estudio que al menos a mí me motiva hacer.
La segunda sorpresa tiene que ver con el cambio que el país vivió respecto a este tema, en muy poco tiempo. Todavía en 2012, cuando presentaba este libro, no faltaba en cada una de las presentaciones alguien del público que arguyera que exageraba la gravedad del problema de la corrupción en México. Esto cambió muy rápidamente y en pocos meses era difícil encontrar a alguien que todavía pensara así (o al menos se atreviera a decirlo en voz alta). Claro, todavía hoy encontramos en la clase política gente que ve más problemático que la omnipresente corrupción el enojo de la gente que “exagera” el tema en los medios o en las redes sociales.
En México somos, en muchos sentidos, expertos en corrupción (la vemos y la sufrimos desde muy pequeños y en múltiples situaciones), pero al mismo tiempo somos sumamente ignorantes sobre sus dinámicas, lógicas y procesos. Decir que la corrupción está organizada en el país es algo que todavía estamos luchando por comprender. Al menos parece cada vez más claro que, paradójica y peligrosamente, el sistema político está sustentado en lógicas de corrupción. No es entonces que el sistema tenga un “cáncer” dentro: su lógica normal y cotidiana, su cemento, está en comportamientos de reciprocidad e intercambio que pueden clasificarse como actos de corrupción. Esas lógicas de reciprocidad e intercambios son el modus operandi normal . Desentrañar esta problemática es uno de los grandes retos que como país se enfrentará en los próximos años. Se tendrá que hacer porque por un lado la corrupción es un modus operandi estable y antiguo que se resistirá a desaparecer, pero, por otro lado, también es ya un obstáculo para la gobernabilidad del país.