CÓMO DEJARSE LLEVAR
- ¿Problemática? Si bien la noción de dejarse llevar, dejar ir o soltarse se sitúa en el centro de las obras de desarrollo personal, lo cierto es que sigue siendo muy misteriosa. ¿De qué debemos deshacernos para arraigarnos en el presente? ¿Y qué significa realmente «vivir el momento presente»?
- ¿Meta? Tomar conciencia de que no siempre podemos cambiar o influir en el curso de las cosas, pero que, en cambio, es posible modificar el punto de vista desde el que las miramos y la forma de entenderlas.
- ¿Preguntas frecuentes?
Dejarse llevar: una expresión muy utilizada en la actualidad, pero que pocos entienden realmente. A menudo, se nos presenta la noción como una obligación, como un objetivo que alcanzar, y como algo fácil de hacer. ¿Nunca has escuchado cómo alguien de tu entorno te aconsejaba que te dejaras llevar cuando estabas atormentado o estresado? Sin embargo, ¿hay algo más difícil que dejarse llevar, precisamente cuando nos sentimos atrapados por nuestros problemas?
Algunos filósofos, como Alexandre Jollien, nos invitan a «dejar incluso el dejarse llevar» (Jollien 2012), es decir, a no considerar el dejarse llevar como una nueva obligación, sino más bien como la posibilidad de aceptar sin dramas algunos acontecimientos desagradables o contra los que no podemos hacer nada, y relajarnos. Esto no significa tener una actitud derrotista o pasiva. ¡Al contrario!
Para que puedas comprender mejor esta noción, incluimos una pequeña historia muy concreta, que los estudiantes de psicología conocen:
En Malasia, existe una práctica de caza tradicional de los monos que consiste en cortar una nuez de coco en dos, vaciarla para poner unos granos de arroz y volver a cerrarla dejando una pequeña apertura. El mono, seducido por las frutas colgadas de los árboles, mete la mano en la nuez de coco para coger el arroz. Atrapado por la nuez de coco que se cierra, se pone a gemir y a gritar, aunque es totalmente capaz de sacar la mano y escapar de los cazadores. ¿Por qué el mono no suelta el arroz para salvarse? Porque se aferra demasiado a su botín. Y esto es lo que nos ocurre a nosotros también. Nos aferramos a nuestros pensamientos porque nos falta perspectiva, distancia.
Aunque es cierto que tenemos que enfrentarnos a muchos más problemas que los monos, dado que somos seres pensantes y que solemos complicarnos la vida, también tenemos la capacidad de observarnos y de corregir nuestro comportamiento para no dejarnos guiar más por nuestros automatismos.
El objetivo de esta obra es definir con mayor precisión el concepto de dejarse llevar, presentar distintas técnicas para dirigirte hacia este relajamiento —que, volvemos a insistir, no es una renuncia o una derrota, sino un bienestar mayor— y ayudarte a poner en práctica estas técnicas en función del contexto.
Cita traducida por 50Minutos.es
COMPRENDER EL CONCEPTO DE DEJARSE LLEVAR
EL CONTROL Y EL APEGO: LAS ANTÍTESIS DE LA NOCIÓN DE DEJARSE LLEVAR
Para comprender mejor el concepto de dejarse llevar, hay que interesarse por la idea contraria, a la que podríamos asignarle la palabra «retener», y que encerraría las nociones de control y de apego excesivo.
El control
Para adaptarnos al mundo, necesitamos referencias que creamos desde nuestra infancia. Construimos nuestra visión del mundo a través de nuestra educación y de nuestro entorno, pero también gracias a nuestra personalidad. Esto nos da una consistencia y nos permite establecer una interacción más o menos armoniosa con lo que nos rodea. Controlar o querer controlar una situación nos tranquiliza. Y cuando perdemos ese poder, el estrés se apodera de nosotros.
«Llamo a la guardería al menos tres veces al día para asegurarme de que todo va bien con Ulysse y, por lo general, así es. Las cuidadoras me dicen que no sirve de nada que llame y que esto les perturba un poco su trabajo, pero no puedo decidirme a pasar un día entero sin asegurarme de que las cosas están bien. Si no lo hago, vivo en un estado de angustia terrible» (Cécile, 29 años, madre de un niño de 6 meses).
«No me siento nada cómodo cuando tengo que coger un avión, pero estoy obligado a desplazarme varias veces al mes, fundamentalmente por África y por Europa. Para tranquilizarme, la víspera de cada vuelo, tengo un libro en la mesita de noche que me explica cómo funciona el avión y el riesgo mínimo que corro. En el avión, tengo la costumbre de observarlo todo y, en cuanto encuentro algo inhabitual, llamo a algún azafato para preguntarle. Esto me quita el estrés, tengo la sensación de volver a tener el control de ese miedo que se asemeja a un avión loco» (Miguel, 42 años).
El apego
El apego es el hecho de otorgar importancia a valores, a ideas, a sentimientos y a elementos de nuestro entorno y, por supuesto, a personas. Nuestro ego, nuestra personalidad nos hace creer que sería muy difícil abandonar estos apegos, que estaríamos tristes o seríamos desgraciados si se nos escaparan o, incluso, que no podríamos vivir sin ellos.
Hay que reconocer que todo aquello que nos constituye desde nuestra infancia es también el material con el que nos construimos y gracias al que también podemos deconstruirnos. Lo que ya no existe provoca que en nuestra mente nazcan sentimientos de arrepentimiento, de nostalgia y, a un nivel más pernicioso, mucha pena, ansiedad e, incluso, sentimientos depresivos.
Citemos, por ejemplo, el caso de los inuit en Groenlandia, que desde hace años sufren cambios ambientales y culturales importantes (difusión de la cultura occidental, sedentarización, deshielo y alteración de la fauna y de la flora). Todas estas mutaciones han generado la desaparición de un modo de vida tradicional y ancestral del que dependía el equilibrio físico y psicológico de los autóctonos. Así, el alcoholismo, la depresión y la obesidad han surgido como nuevos problemas de salud pública, desconocidos hasta entonces. La brutalidad con la que se ha producido la aculturación no les ha permitido tomar la distancia necesaria, encontrar nuevas formas armoniosas de existir y, de esta manera, deshacerse del sentimiento de pérdida.
El tiempo también desempeña un papel fundamental en el proceso de apego, ya que, en cierta medida, arraiga al ser humano en su entorno: cuanto más te quedas en el mismo apartamento, más objetos, muebles y recuerdos acumularás, y más te costará mudarte. Te sentirás triste por abandonar el lugar en el que se han producido tantos acontecimientos. O lo abandonarás porque, de repente, ha ocurrido algo negativo, como por ejemplo un robo, pero esta reacción se acerca más una huida que a dejarse llevar realmente.
Otra dificultad para dejarse llevar: ¡nuestra mente!
La función natural de nuestro cerebro es pensar. Sin siquiera darnos cuenta, estamos pensando todo el tiempo y, cuando pensamos, llevamos a cabo una especie de selección en medio de ese revoltijo de pensamientos. Pero cuando usamos demasiado nuestro cerebro, empieza a funcionar mal. Esta tendencia natural se ve exacerbada por el contexto de una época que apela en cada momento a nuestra mente: internet, los smartphones y demás aparatos conectados, que han aparecido en estos últimos años, son estímulos que llaman nuestra atención a lo largo de todo el día y que terminan por asaltarnos. Estas nuevas formas de comunicación instantánea se añaden a nuestro día a día, que ya es estresante, y a una sobreinformación que no es realmente positiva y que nos expone a una visión del mundo muy compleja y, con frecuencia, muy dura. Además de esto, nuestras responsabilidades se van acumulando según vamos envejeciendo: niños, trabajo, dificultades en las familias recompuestas, problemas financieros, etc.