Sobre la autora
M ontse Osuna es una de las precursoras de la corriente de brujas y brujos con una nueva conciencia, que buscan conciliar la sabiduría de la magia ancestral con la cultura y la ciencia de nuestros días. Ha cursado estudios de psicoterapia, parapsicología, terapias regresivas y el análisis exhaustivo de los efectos y virtudes del color en las personas y sus actos para mejorar sus vidas. También ha indagado en la profundización crítica de las tradiciones de la magia europea y oriental.
Ejerce una hechicería natural, sencilla, ecológica, ancestral y moderna, basada en la conjunción de las energías del universo y las de la propia ejecutante. Su propósito es difundir los conocimientos que permitan a otras personas, por medio de hechizos de fácil realización, utilizar sus energías cósmicas.
Montse dirige una concurrida consulta en Barcelona e interviene con frecuencia en programas de radio y televisión. Colaboró 1998 como tertuliana en el programa de RNE Cita con Pilar durante más de seis años. Ha publicado numerosos libros, como Las virtudes mágicas de los siete colores, Magia celta, Magia de la bruja moderna para atraer el dinero, Hechizos amorosos de la Bruja Moderna, Magia erótica, Cocina mágica de la Bruja Moderna, o El libro de magia de la bruja moderna, muchos de ellos traducidos a varios idiomas. Siendo bestseller en Italia.
Montse imparte talleres, seminarios, charlas motivacionales y conferencias por todo el mundo. Tiene un fuerte compromiso social; está concienciada y entregada a la mejora del medioambiente y a la lucha por la igualdad de las mujeres, y colabora y trabaja frecuentemente para ayudar a personas que padecen cáncer y otras enfermedades, así como con mujeres víctimas de violencia de género.
Advertencia al lector:
A falta de una terminología más actual, en este libro llamamos «brujería» o «hechicería» al conocimiento y ejercicio de una sabiduría ancestral relacionada con las fuerzas del universo y las energías cósmicas. Nada hay en ello de maléfico ni oscurantista sino que, por el contrario, se trata de conocer unos poderes que están en la naturaleza y que todos podemos utilizar para favorecer nuestra vida y el destino de las personas que amamos.
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I
Todas podemos ser un poco brujas
La salud, el amor, el éxito, la alegría, el atractivo, la felicidad en el seno de la pareja, la maternidad dichosa, la madurez serena y la longevidad henchida de sabiduría son todos ellos atributos esenciales para nuestra vida en plenitud, que las fuerzas cósmicas positivas nos han confiado principalmente a las mujeres, dotándonos de esos poderes que podemos –y tal vez debemos– aprender a conocer y desarrollar.
E s sabido que en el universo existen una serie de energías de distinto signo y diferente poder, algunas de las cuales ya van siendo reconocidas y medidas por la astronomía y la astrofísica. Estas energías surgen de los movimientos planetarios, de las explosiones e implosiones de estrellas y galaxias, y crean poderosos equilibrios y desequilibrios. Actúan desde la gran expansión original que dio origen al cosmos, y su fin es mantener la armonía universal. Pero esa energía se compone de fuerzas positivas y negativas, que en cada segundo y a lo largo de millones de años se enfrentan y se combinan en el espacio, influyendo en el destino de los astros y en el desarrollo de la vida. No es posible verlas, pero sí sentir su presencia a través de ondas y vibraciones que los seres vivos, por ejemplo muchas especies animales, pueden percibir y utilizar.
Esas vibraciones de la energía universal están presentes en todos los elementos que componen nuestro planeta, desde los mares y continentes hasta una simple piedra o las hojas de un árbol. Ciertos metales y gemas, algunas plantas y especias o la combinación adecuada de ellos poseen naturalmente una mayor carga energética, que a su vez entra en relación con las energías mayores que encierran los cuatro elementos planetarios: el agua, el aire, la tierra y el fuego. Pero de esto hablaremos más adelante; aquí lo importante es entender que esas energías existen, que están en todas partes y que influyen poderosamente en el destino y la vida de las personas. Y también que nosotros podemos influir en ellas, atraerlas y orientarlas para que nos ayuden a cumplir nuestros deseos, conjugándolas con nuestras propias energías positivas. Esta posibilidad no es tan mágica ni tan misteriosa como se suele creer, ya que en última instancia responde a un hecho natural cuyas reglas hay que conocer y practicar.
Si es sabido que esas energías están presentes en todos los seres, es lógico que se concentren con mayor intensidad y diversidad en la más perfecta de las criaturas: el ser humano. Y especialmente en nosotras, las mujeres. Que seamos la fuente de la reproducción de la vida nos ha dotado de mejores vibraciones vitales y de mayor sensibilidad para percibirlas y manejarlas. Eso nos beneficia tanto para recibir y orientar las energías positivas como para neutralizar las fuerzas negativas y las ondas indeseables. Somos, en principio, las mejores receptoras del poder que transmite la energía universal, pero esto nos hace también más sensibles a las fuerzas negativas y a las vibraciones que interfieren en la emotividad. Todas llevamos escondida también en nosotras la parte positiva de esa energía, destinada a sobreponernos a la adversidad y conseguir el equilibrio y el bienestar, aunque a menudo no sabemos encontrarla y reconocerla.
Muchas mujeres –quizá tú misma, alguna vez– hemos experimentado una súbita sensación de plenitud, de serenidad, de fuerza, que se manifiesta sin motivo aparente en nuestro interior y luego se desvanece. También tenemos a veces la sensación contraria: abatimiento, inquietud o angustia repentina, sin que haya una razón concreta que lo motive. Todo ello es, en realidad, efecto de las vibraciones positivas y negativas que albergamos y recibimos en nuestro interior y que cada tanto se desequilibran, produciendo esa sensación que puede parecer inexplicable. Pero no solo se pueden explicar, sino que también existe la posibilidad de influir en ellas, favoreciendo nuestras propias fuerzas positivas y «recargándolas» desde los cuatro elementos o desde los seres y objetos que pueden traspasarnos su energía.
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