Edición en formato digital: mayo de 2021
© 2021, Sabrina Expósito
© 2021, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
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ISBN: 978-84-18045-73-8
Composición digital: M.I. Maquetación, S.L.
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Índice
AGRADECIMIENTOS
Gracias a mis hijas, Carmen y Aitana, porque ellas han sido las grandes maestras en la etapa de crecimiento más importante de mi vida; a Edu, por demostrarme que el amor y el respeto son posibles y reales, y porque juntos llegamos a crear la gran magia de la vida. Gracias a nuestra bebé, Irati, quien, a pesar de no haber llegado a subir las montañas del norte y del sur entre nuestros brazos, nadó en las aguas tranquilas de mi vientre mientras escribía las páginas de este libro. Gracias a esas personas especiales de mi vida que siempre están a mi lado (ya sabéis quiénes sois), y a todos aquellos que me siguen y apoyan desde que comencé hace años la andadura de Mis cosas de Bruja .
A todos vosotros y a quienes me descubren con estas líneas, GRACIAS.
PREÁMBULO
Bienvenido seas a estas páginas y bienvenida sea tu decisión de abrazarte a la felicidad que, en esta ocasión, viene de la mano de la magia. Una magia que, más allá de ilusiones ópticas e historias sobrenaturales, es tan natural como la vida y esos pequeños detalles que muchas veces pasan inadvertidos a nuestros sentidos. Ahora es el momento perfecto de agitarlos y centrarse en ellos.
Comenzar un libro hablando sobre mi carrera profesional o mis estudios sería algo de lo más típico y, por qué no decirlo, también de lo más sencillo; sin embargo, como soy una mujer poco tradicional y las cosas fáciles me resultan bastante monótonas, prefiero empezar hablando desde el corazón, que, a fin de cuentas, para mí es lo verdaderamente importante. El trabajo y el estudio son algo para lo que casi todo el mundo está capacitado, sea en el nivel que sea, pero tocar el alma no es tan sencillo, y lo que yo quiero es acariciar la tuya para que comiences a gozar con todo lo que llevas en el interior.
Sé que el mayor de los propósitos de mi vida es ayudar a las personas a sentirse bien consigo mismas y, por supuesto, con todo lo que las rodea. Eso no es excusa para que se repudien o eviten la melancolía, la tristeza o el enfado. No. Esos sentimientos son tan necesarios como la alegría, la felicidad y el amor. Pero sí que hay que ser conscientes de que no se pueden retener más tiempo del necesario, y esa necesidad acaba justo cuando ya se ha obtenido el aprendizaje. Arrastrarlos más allá supondrían un lastre para nuestra vida y, como consecuencia, para la de los demás. No seamos mártires ni verdugos.
Me gustaría ponerme como ejemplo ante esto último que he comentado: mientras escribía las páginas de este libro quedé embarazada. La alegría nos acompañó durante cinco meses y medio, pero nuestra pequeña bebé decidió no nacer. Podría haber maldecido al universo o haberme preguntado «por qué a mí» una y mil veces; pero no fue así y, desde el primer minuto, acepté que Ella no quisiera venir en ese momento de la vida. Fueron semanas muy dolorosas, durante las que me sentí vacía y deprimida, pero la coherencia y la conexión con el universo interior y exterior me ayudaron a superar el duelo, y conseguí dejar marchar esas emociones, transmutándolas en amor y recuerdos bonitos de mis meses de embarazo. Podrías preguntarte por qué ocurrió eso existiendo como existen rituales de protección, y ante esa pregunta yo te contestaría lo siguiente: NO SOMOS LOS DUEÑOS DEL DESTINO DE NADIE. Aprendí a escuchar lo que mi pequeña quería, y en ese momento Ella no quería venir. No podíamos actuar como unos padres egoístas y traerla al mundo por el simple hecho de querer tenerla entre los brazos. No somos así. Su destino era suyo, al igual que su vida. Aceptación y, cómo no, también algunos rituales para ayudar en el duelo. Tras mi aprendizaje, el dolor pasó a ser amor.
Mi vinculación con el mundo natural se eleva a un plano que quizá muchos miren con asombro e incluso admiración; pero lo que tal vez esas personas aún no recuerdan es que ellas también la poseen. Todos formamos parte de la naturaleza, de su magia, de su fuerza. Estamos creados con los mismos elementos. Somos tierra, agua, fuego y aire. Somos física y química. Somos un microuniverso de estrellas, planetas, cometas y estrellas fugaces. Somos iguales. Somos TODO. Recuérdalo y comienza a disfrutar de ello.
Tocar los delicados pétalos de una flor, acariciar el rugoso tronco de un viejo roble, oler la lluvia, escuchar el silencio, la sonrisa de un bebé, el aullido de un lobo… La magia está en todas partes. La magia está en todo y en todos nosotros, y si algo tengo muy claro es que la magia nos hace sentir felices. Todos merecemos disfrutar de esa felicidad.
«La felicidad es magia. La magia te hace feliz.»
Recuerdo cuando comencé a «despertar» —y con ello me refiero a despertar al mundo mágico, el cual tenía dormido— y llevaba a cabo mis primeros rituales: estaba nerviosa y excitada a la vez. Fue como cuando, en plena adolescencia, tienes esa primera cita con la persona que te gusta. No sabes si saldrá bien, te preguntas una y mil veces si has preparado bien el entorno, dudas de si podrás volver a verla, tienes miedo a fracasar… Una cantidad de sensaciones que te hacen temblar de nervios y, a la vez, de pura emoción. Con el paso de los años —tanto en un asunto como en otro— te das cuenta de que la mayoría de esos sentimientos de duda, miedo y nerviosismo se pueden evitar solo siendo tú mismo y no preocupándote por lo que los demás puedan pensar sobre ti. Pero, claro, para ello debes tener un buen concepto de ti y de tu forma de ser. Amarte, respetarte y, sobre todo, estar dispuesto a escuchar cuando algo de lo que haces no está bien según los demás. Esto último es fundamental, pues el amor propio no está reñido con la aceptación de los errores; al contrario, van de la mano. Nadie es perfecto y todos venimos aquí para aprender. Cada cual decide si ese aprendizaje lo lleva a cabo de una forma divertida o, por el contrario, entre quejidos y lamentos. No sé tú, pero yo lo tengo muy claro.
Mi vida antes de ese «despertar» no fue para nada envidiable durante un buen puñado de años: excesos, malos tratos, depresiones… Pero cuando, gracias a unas amigas, logré conectar con el exterior más puro y sincero y, a la vez, con mi interior más real, conseguí aceptar quién era de verdad y mi vida poco a poco comenzó a cambiar. No quiero engañarte al decir que fue un proceso rápido, no —el autoconocimiento es como una evaluación continua que te acompaña hasta el fin de tus días—; pero sí he de admitir que, a pesar de ser un camino largo, he disfrutado y disfruto mucho, incluso con cada lágrima que haya caído o pueda caerme por las mejillas.