Síguenos en
Penguin Perú
Penguin Perú
@penguinlibrospe
@penguinlibrospe
Índice
A Federico y María Teresa, mis padres.
A la suerte, por ponerlos en mi camino.
NOTA DEL AUTOR
Ser congresista de la República es un trabajo muy bonito. ¿Habías leído alguna vez una afirmación así? Imagino que no. Y es que lo que los ciudadanos normalmente vemos en la política no es para nada bonito. Más bien es estresante, oscuro, lejano. Usualmente, señoras y señores bien elegantes, pero solo de ropa. Casi siempre peleándose, hablando a gritos como si no tuvieran un micrófono en la boca, tomando decisiones que no nos entran en la cabeza de lo absurdas que son, aprovechándose de su puesto, o aferrándose a él.
Pero no. No todo es así. Si has decidido empezar a leer este libro y tienes intenciones de participar de la cosa pública, de meterte a la cancha, de tomar tú las decisiones y no dejárselas a otros, te cuento que ser representante del pueblo es una de las experiencias más bonitas que yo haya podido tener en mi vida.
En las próximas páginas te voy a relatar con detalles todo lo que me ha pasado en estos 16 meses en los que he sido tu representante. Voy a abrir la caja de ese lugar llamado Congreso, pero desde mi perspectiva. No te voy a enseñar a meterles zancadillas a tus futuros colegas porque mi propuesta fue la de tender puentes (aunque a algunos les suene cojudo), ni te enseñaré a aprovecharte de tu puesto, porque nunca lo hice, y además porque mi familia me dejó muy claro que solo hay que tener vergüenza de robar. También te contaré cuáles son, para mí, algunos de los temas más urgentes en el país y dónde podrías ser útil si te animas a sumarte.
Esta no es mi biografía. Tengo 40 años recién cumplidos y espero hacer muchísimas cosas útiles antes de pensar en escribir una. Tampoco es un manual para ser congresista. Eso ya lo escribió Alberto de Belaunde, se llama ¡No retiro nada! y se lo recomiendo a todas las personas que desean entender cómo se comporta un auténtico demócrata liberal.
Esta es mi rendición de cuentas final a los 80 649 peruanos y peruanas que votaron por mí como su representante. Un desconocido sin corbata, de pelo largo y zapatillas viejas, que prometía joder para transformar, es decir, presionar en equipo para que las cosas pasen. También les voy a contar algunas historias que sucedieron antes. Porque de mis 40 años, solo he sido congresista 16 meses. Lo haré así porque quiero que entiendan de dónde parten mis convicciones y, sobre todo, mis acciones.
Te digo que es mi rendición de cuentas final porque no es la primera. Todas las semanas, cuando fui congresista, me conecté en vivo desde las dos redes sociales más utilizadas para rendir cuentas sobre lo que mi equipo y yo hicimos en la semana y para responder todas las preguntas coyunturales. Lo hice desde mi casa (donde no necesité de una laptop especial, micrófonos o cámaras de alta definición, por los que ciertos congresistas de Lima cobraron el bono de instalación), desde la oficina del Congreso, desde la calle o desde el carro mientras regresaba de alguna fiscalización. Nunca he puesto una barrera entre nosotros. Por el contrario, he intentado ser consistente con mi reclamo a todos los líderes que he asesorado antes: ¡Romper la distancia! Lo he hecho así por consistencia y también por la convicción de que cuando un representante empieza a alejarse de sus representados, empieza a perder poder. Justamente porque ese poder, además de temporal, es solo un préstamo de los ciudadanos.
Esta también es una rendición de cuentas para quienes no votaron por mí, pero que se sumaron en el camino a trabajar conmigo. Ha sido muy gratificante ver a cientos de personas adhiriéndose a los equipos que he ido armando para cada lucha. (Hemos descrito los resultados de cada una de ellas en danielolivares.pe).
A quienes me han dado consejos y críticas constructivas, mis gracias totales, como dijo alguna vez uno de mis referentes musicales. Sus mensajes han sido muy importantes para poder hacer mejor mi trabajo. No es fácil pararse en el escenario por primera vez y ustedes han logrado que no me sienta solo casi en ningún momento. Me hubiera gustado hacer más cosas de forma presencial, pero ya sabemos que me ha tocado ser representante en un momento en el que solo nos hemos podido ver algunas veces y con esas mascarillas que cubren nuestras sonrisas. Ya tocará.
Esta rendición de cuentas no es solo mía. También es de mi fabuloso equipo de trabajo: Mariela, Alberto, Noelia, Juan Carlos, Inés, Duncan y Valentín. Sin ellos no podría haber logrado nada, ni la escritura incluso de este libro. Tampoco sin Sabrina, mi dupla de cabeza, panza y corazón. Sin mi hermosa familia sanguínea ni mi familia elegida. Tampoco sin todos mis compañeros y compañeras del Partido Morado, personas honestas que me dieron un hogar político, apostaron por mí y a quienes siempre intenté hacer sentir orgullosos.
Una rendición de cuentas no tiene por qué ser un Excel espantoso lleno de números. En las siguientes páginas les contaré lo que he visto desde dentro de ese aparente monstruo político que es el Congreso de la República. Dentro de ese mundo que muchos hemos visto con lejanía y desconfianza desde el lado ciudadano, pero lleno de posibilidades para los entrometidos que deseamos servir a los demás. Les contaré, a modo de terapia, mis motivaciones, mis frustraciones, mis éxitos, mis derrotas y algunos chismes. Espero que lo disfruten. Gracias por leer.
CAPÍTULO I .
JODER PARA TRANSFORMAR
«¡Cómo vas a decir una lisura en público!», me dijo María Teresa, mi correctísima madre, cuando le conté que Joder para transformar sería mi lema de campaña. En el fondo, ella confiaba en que al final elegiría otra palabra. Y vaya que lo intenté. «Presionar para transformar», «fregar», «perseguir»... Nada funcionaba igual. Nada tenía la misma fuerza que el momento requería.
Recordemos el momento. Martín Vizcarra era presidente de la República, había disuelto el Congreso algunos meses atrás, luego de que el primer ministro, Salvador del Solar, entrara con mucha resistencia al hemiciclo y planteara cuestión de confianza frente a una mayoría fujimorista que insistía en nombrar miembros del Tribunal Constitucional al caballazo.
Poco tiempo antes, el país había recibido una propuesta del propio Vizcarra para adelantar las elecciones generales (tanto para Presidencia como para el Congreso). Propuesta que fue desestimada por la otrora poderosa señora Bartra, presidenta fujimorista de la Comisión de Constitución del Congreso. El resultado final de todas las disputas fue la disolución del Congreso y la convocatoria a una elección para un Congreso complementario que solo duraría 16 meses.
La situación de hartazgo en la calle era generalizada y la ruptura de las formas había escalado a niveles espantosos. Yo sentía que había una especie de competencia diaria de creatividad entre políticos, que consistía en lanzar un insulto cada vez más hiriente o irrespetuoso al rival. El Pleno del Congreso se seguía desdibujando como espacio de reflexión y se parecía cada vez más a una ronda callejera de comedia.