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Gregorio Marañón - El conde duque de Olivares

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Gregorio Marañón El conde duque de Olivares
  • Libro:
    El conde duque de Olivares
  • Autor:
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    ePubLibre
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    1936
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El conde duque de Olivares: resumen, descripción y anotación

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El interés despertado en el gran público por una obra así, de investigación y no de mero entretenimiento, se explica por el prestigio de esta gran figura. Ha llegado el momento de dar a este protagonista de uno de los más trascendentes reinados su justa categoría: la del último genuino español de la época imperial; la de un político excelente, pero de virtudes anacrónicas.

Gregorio Marañón El conde duque de Olivares La pasión de mandar ePub r10 - photo 2

Gregorio Marañón

El conde duque de Olivares

La pasión de mandar

ePub r1.0

Hechadelluvia 22.08.14

Gregorio Marañón, 1936

Editor digital: Hechadelluvia

ePub base r1.1

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A Azorín,
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GREGORIO MARAÑÓN Y POSADILLO Madrid 19 de mayo de 1887 - Madrid 27 de marzo - photo 4

GREGORIO MARAÑÓN Y POSADILLO (Madrid, 19 de mayo de 1887 - Madrid, 27 de marzo de 1960). Fue un médico endocrino, científico, historiador, escritor y pensador español, cuyas obras en los ámbitos científico e histórico tuvieron una gran relevancia internacional. Durante un largo período dirigió la cátedra de endocrinología en el Hospital Central de Madrid. Fue académico de número de cinco de las ocho Reales Academias de España (de la lengua, de la Historia, de las Bellas Artes, Nacional de Medicina y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales).

Hombre austero, humanista y liberal, está considerado como uno de los más brillantes intelectuales españoles del siglo XX. Además de su erudición, destacó por su elegante estilo literario. Como otros intelectuales de la época, se implicó política y socialmente: combatió la dictadura de Primo de Rivera y se manifestó crítico con el comunismo, apoyó en un primer momento la Segunda República aunque no tardó en criticarla por su incapacidad de aunar a todos los españoles.

Además de su dedicación intensa a la medicina, escribió sobre casi todo: historia, arte, la cocina, el vestido, el peinado, etc. En sus obras analizó, con un género literario singular e inédito: «ensayo biológico», las grandes pasiones humanas a través de personajes históricos, y sus características psíquicas y fisiopatológicas… la timidez en su libro Amiel, el resentimiento en Tiberio, el poder en El Conde Duque de Olivares, la intriga y la traición política en Antonio Pérez, uno de los hacedores de la leyenda negra española, el «donjuanismo» en Don Juan, etc.

[392] Al final de la carta, como tenía por costumbre, pone el Conde-Duque unas líneas de su mano, en las que dice: «Ofende mucho a la Compañía si funda su estimación en que no vean toros los de ella» [(491), XIII-222].

[393] Véase Apéndice IV.

[394] Véase Fragmentos (301).

[395] Véase Cirac (64).

[396] Véase más adelante. Es curiosa la uniformidad con que todos los políticos odiados han sido imputados, en España, de trato con los judíos. Del Conde-Duque se creyó a pie juntillas y, como ya he dicho, quizá con razón. Los Avisos, de Pellicer, de 12 de marzo de 1641, decían, por ejemplo: «He sabido como cosa cierta que se trata de restituir y traer los judíos que están en las sinagogas de Holanda y otras partes; para lo cual se han propuesto en un papel veintiocho medios. Opónese la Santa Inquisición.» Aunque no le nombre, es evidente la acusación al Valido. Claro es que éste no lo hacía por heterodoxia, sino como uno de los recursos que se le ocurrieron para contener la despoblación de España. En Castro [(62), 133] hay datos sobre este punto, pero no todos de respetable autenticidad. Este parcial autor es uno de los que sostienen que esta protección a los israelitas era inspirada por la Compañía de Jesús.

[397] Véase (418). Lo publico también Castro [(62), 25]. A este Informe se refiere el articulo de Casaval (60).

[398] Véase (491), XV-450. Quizá este «Codicilo secreto» es el mismo papel que hemos resumido y comentado, publicado, sin duda, después de la caída del Conde-Duque.

[399] Véase (167).

[400] Pinelo (512), año 1623.

[401] Mesonero Romanos (187), 292. Tormo (269), fase. 11-250. Véase también el artículo de A. R. F. (19).

[402] Menéndez y Pelayo (184), 11-521 y 532.

[403] La literatura sobre los alumbrados está muy bien razonada, con datos y juicios nuevos, en el libro del P. Llorca (148), Véase también Bataillon (34).

[404] Los papeles acusatorios de la época dicen que en premio de esta defensa que fray Antonio Pérez hizo de las monjas fue ascendido desde el obispado de Urgell al de Tarragona y luego al de Ávila [Delitos y hechicerías (412)]. Era fray Antonio muy amigo del Conde-Duque; quizá hombre trepador y pródigo en adulaciones. Ya hemos hablado de él con motivo de su carta de pésame al Conde-Duque, cuando murió María, la hija del Valido. Le dedicó su libro (213). Habla también el libelo de las Hechicerías, del capellán Don Luis García Rodríguez, que hizo una lección de oposición en Toledo defendiendo a las monjas de San Plácido, siendo, en premio, nombrado obispo de Orense.

[405] Sobre el proceso de San Plácido, véase Menéndez y Pelayo, loc. cit. Dice que lo estudió en el Mss. l-F-52, de la Biblioteca Real de Nápoles; pero estaba también en Simancas, y ahora en el Arch. Hist. Nac, y en la Acad. de la Historia (422). El escrito exculpatorio de Doña Teresa está, en su mayor parte, publicado en Llorente [(149), VI1-124]. Los juicios de Llorente se transparentan en Menéndez y Pelayo, aunque éste no le cita. Véanse, sobre todo, las declaraciones de García Calderón, porque pintan con precisión al hombre repugnante, a la secta de los alumbrados y a la época entera. En la Acad. de la Historia [(422), XI-13] hay una carta de este García Calderón, dirigida desde su prisión, al doctor Gaspar Gil, calificador del Santo Oficio, que da claramente la impresión de un demente. Dice, por ejemplo: «Jamás en el mundo se habrá visto una maravilla semejante, en que de 30 monjas, en 26 se hayan manifestado los demonios no como en obsesas, sino de este maravilloso modo.»

[406] Véase Delitos y hechicerías (421); y sobre las revelaciones a Richelieu. Bremond, citado por Ogg [(204), 204].

[407] La literatura sobre los endemoniados y su contagio es copiosísima y dura hasta nuestros días en España. Como contagios nerviosos recordaremos dos, muy interesantes: el primero lo cita Villalba (280), acaecido en el colegio de Monterrey, de Madrid, en 1737: una colegiala fue acometida de «un hipo clamoroso, semejante al de una gallina cuando se ahoga con la comida», y se afectaron después hasta veinte más. El segundo sucedió en el Concejo de Piñola, y lo describió el insigne Casal, en 1727: durante el verano, once o doce personas de ambos sexos fueron atacadas de locura furiosa. Hay multitud de casos más.

[408] Véase mi libro (164).

[409] Carta del P. Chacón, 20 abril 1634 [(491), XIII-43]. La beata Luisa o Lorenza acabó en las redes de la Inquisición y salió en el auto de fe de Valladolid de 22 de julio de 1636. Resultó ser también alumbrada, es decir, «lujuriosa en sumo grado, con el error de no pecar en seguir los impulsos de la carne» [Llorente (149), VII-105].

[410] Carta del P. A. de Andrade, 17 abril 1635 [(491), XIII-169].

[411] Esta sor Luisa, monja clarisa de Carrión de los Condes, fue, a lo que ahora parece, una mujer buena, generosa y un tanto débil de espíritu, a la que su fervor, y quizá su histerismo y la ignorancia y fanatismo de sus contemporáneos, empezando por la familia real, llevaron a extremos de visionaria y taumaturga. Repartía cruces milagrosas con la inscripción «Indigna Sóror Luisa de la Ascensión, esclava de mi dulcísimo Jesús». La Inquisición intervino y tuvo grandes dificultades para arrancarla de la idolatría de las gentes y para recoger las cruces y otros objetos de su uso, que como reliquias insignes se cotizaban. Pero el proceso demuestra, tras su desvarío, su buena fe [Llorente (149), VII-107]. Puede comparársela con la pobre Doña Teresa, la de San Plácido, de Madrid; pero no con la beata de Simancas y las demás de su calaña.

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