Ser bebé está lleno de placeres que los mayores no podéis imaginar siquiera, como hacérnoslo encima o enterarnos de todo lo que decís sin tener que reaccionar ni responder; dormirnos cuando queremos, despertaros cuando nos apetece y tener como únicas preocupaciones comer y descansar.
Además, os tenemos a nuestros pies como fieles y leales sirvientes. Os manejamos a nuestro antojo, hacemos con vosotros lo que queremos y sólo de vez en cuando recibimos algún ligerísimo e insignificante reproche que, para qué engañarnos, nos la trae al fresco. A veces lloramos por no reír.
Vamos, un chollo.
Pero en esta intencionada manipulación que ejercemos sobre vosotros hay algo que hace tiempo escapó de nuestro control y que a menudo se nos vuelve en contra: ¿es necesario que seáis tan ñoños? Y lo que es más importante: ¡¿es necesario que nos hagáis parecer tan ñoños a nosotros?!
La respuesta es NO, pero hasta ahora no hemos sabido cómo decíroslo.
Afortunadamente, por fin un adulto con el cerebro de un bebé ha escrito un libro donde expone muchos de esos comportamientos que los bebés observamos y padecemos ruborizados.
El primer propósito de este libro es concienciar; el segundo, corregir y enmendar esos comportamientos tan exagerados que a veces nos licuan las deposiciones. Su lectura resulta imprescindible para que veáis cómo os vemos.
Pero no, por favor, no os lo toméis como un reproche, que los mayores tendéis a interpretarlo todo mal (sensiblones sois). Sabemos que nos queréis muchísimo y que somos lo más importante de vuestra vida. Os lo agradecemos cantidad. Pero nos sentimos igual de queridos en chándal que con capota y patucos de punto.
Ya veis, ser bebé es fantástico, pero no todo es de color rosa. De hecho, si eres chico es todo de color azul...
INTRODUCCIÓN
El primer tratado ¿serio? sobre la ñoñería
Aunque la pareja de padres más bruta que te puedas echar a la cara está naturalmente capacitada para tener hijos y criarlos, los papis y mamis actuales tienen infinidad de información a la que recurrir para que todo sea perfecto, maravilloso, armonioso, incluso tedioso.
La regla de oro de casi todos los consejos es que hagas todo lo contrario de lo que te pide el cuerpo, porque si no, evidentemente, lo estarías haciendo bien y no tendría sentido un manual. Es decir, cuando el cuerpo te pida darle el chupete, el consejo será que no se lo des; si el cuerpo te pide cogerle en brazos, déjale caer; si piensas que debes acostarle, mantenle despierto; y si es al revés, viceversa.
Todos los consejos buscan en el fondo hacernos la vida más cómoda a los padres; ¿para qué engañarnos? Pero al final el resultado es positivo, porque los bebés son muy buena gente y si ven que los de alrededor están felices, ellos también lo estarán.
Existen manuales sobre educación, alimentación, enfermedades...; hay consejos para que los niños crezcan más sanos, más listos y más guapos que el resto... Pero hay un tema que se ha dejado deliberadamente de lado, un peligro por el que ningún grupo de expertos ni especialistas se ha preocupado. Una patología que no afecta a los bebés sino a sus padres, contagiados en ocasiones por sus propios padres y madres, tíos, primos, sobrinos, vecinos y por la sociedad en general. Una amenaza silenciosa de la que nadie está a salvo: la ñoñería.
La ñoñería (Empalagosum cursilae) es un mal endémico, un virus que busca los entornos con bebés igual que los piojos buscan las melenas limpias, porque allí encuentra el ambiente perfecto para su desarrollo. A lo largo de este manual te voy a ayudar a comprenderla y combatirla, ofreciendo una visión irónica y desenfadada de la paternidad y la maternidad.
El objetivo principal es cubrir el vacío informativo que existe con respecto al tratamiento de la ñoñería, incluyendo además didácticos consejos. Pero si por el motivo que sea alguno o todos los consejos de este manual no te convencen, no tienes más que dejarlos de lado y no hacerles ni caso; te garantizo que no pasará nada y que tus niños se desarrollarán igual de bien que si los siguieras. Y el día de mañana no tendrán ningún problema para ser rudos leñadores o estrictas sargentas del ejército si así lo desean.
Comprendiendo la ñoñería: experiencias únicas y maravillosas
Para tratar de entender un poco qué es lo que nos pasa cuando llega un bebé y el porqué del afloramiento repentino de nuestra vena más empalagosa, voy a empezar con un análisis sin base científica alguna (pero muy creíble) acerca del tipo de experiencia que es la maternidad/paternidad.
Hay experiencias únicas que son maravillosas, como realizar un safari fotográfico con teleobjetivo (para qué jugársela) o degustar unas buenas ostras y no terminar con diarrea.
También hay experiencias únicas que no son maravillosas, como pasar la noche en un calabozo en una república bananera o pisar una caca de ornitorrinco. En definitiva, vivencias poco habituales pero poco o nada gratificantes.
Y en tercer lugar están las experiencias maravillosas que no son únicas, como parar a mear en una gasolinera después de tres horas de viaje, o pegarle un puñetazo a la impresora. Máximo placer pero exclusividad cero.
Pues bien, tener un bebé es el paradigma de este último tipo de experiencias: es maravillosa, grandiosa, plena, definitiva, quizá lo más alucinante que te pueda pasar..., pero tan habitual como que la dichosa impresora te deje tirado en el peor momento.
Basta con echar un vistazo alrededor para darse cuenta de ello. Te propongo un sencillo experimento: sal a la calle, mira a la gente, fíjate en cualquier persona, desde la más normal y anodina hasta la más singular y extravagante. Pues bien, todas, incluso quien menos te imaginas, es hijo o hija de alguien. Increíble, ¿verdad? La conclusión del experimento es que tener hijos es una experiencia común, incluso se podría decir que mundana.
Y probablemente sea por la confluencia de estas dos cualidades (maravillosa y habitual) por lo que surgen la confusión y el comportamiento tan cargante que nos invade a los padres en general cuando llegan los bebés. Sentimos las ganas de transmitir y compartir nuestra emoción como quien se ha ido de safari, sin darnos cuenta de que para los demás puede ser como si hubiéramos parado a mear en la gasolinera.
Afortunadamente, hemos dejado muy atrás los tiempos en los que tener hijos era como contratar mano de obra barata para la huerta familiar. La experiencia del recién llegado se vive ahora con ternura, delicadeza y la colaboración de ambos progenitores (y si no es así, debería serlo), pero junto con ello se han instalado la cursilería como estética omnipresente y la ñoñería como corriente única de pensamiento.
Hay padres y madres a los que no se les reconoce de lo tontones que se ponen, y también hay otros que se sienten raros o fuera de lugar por no tener ganas de ponerse tan tontones.
Ojo, la ñoñería bien administrada no es mala, pero no es la única opción. Espero que este manual sirva para ofrecer alternativas y también para dar apoyo a quienes la padecen en silencio.
La ñoñería en la era 2.0
La imagen mental de lo cursi remite a algo caduco, antiguo y viejo, como si la ñoñería fuese sólo cosa de ambientes rancios y anticuados, pero no. Los modernitos tampoco se libran, al contrario; la sociedad de la información, Internet y las redes sociales se han convertido en un inesperado caldo de cultivo de la cursilería. Y uno de los principales culpables es el PowerPoint. ¿Analizamos el cómo y el porqué?