Jorge Maronna - Parapapá

Abundan los libros de consejos para las nuevas madres, pero hemos olvidado que los padres también contribuyen a la existencia y crianza del bebé. Este manual es la guía indispensable para los varones que quieran tener éxito como papás.

El padre de Alberto García crió a su hijo siguiendo las sencillas instrucciones de este libro, y hoy Alberto es un adulto rozagante, sano y feliz: ¡parece un bebé!

El padre de Cristina Roccanova no leyó este manual. Ella se convirtió en una joven triste y aburrida, y perdió sus mejores años de guardería.

Jorge Maronna & Daniel Samper

El manual perfecto para convertirse en un padre modelo

ePub r1.0

Titivillus 02.06.15

Jorge Maronna & Daniel Samper, 2008

Ilustraciones: Doyague

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

A la memoria del negro Fontanarrosa, padre y compadre.

¿Por qué un libro para papás?

Porque consideramos que existe abundante literatura para mamás; también para parejas, e incluso la hay para bebés.

Pero para padres, nada. ¿Por qué?

Tal vez porque se presume que, a la hora de criar bebés, los papás somos torpes, ignorantes, toscos, bastos, burros…

Pero ¿acaso los hombres somos incapaces de educar a los bebés, o se trata solo de un prejuicio, un injusto sambenito?

Este libro pretende demostrar que, salvo ciertas funciones de lactancia que nos son un poco más difíciles, los papás podemos ser tan buenas mamás como las mamás. De hecho, la historia ofrece muchos casos de padres que, por diversas circunstancias, se han visto obligados a criar a sus recién nacidos, y lo han hecho con un éxito que las mamás habrían envidiado.

Queremos reivindicar el papel puericultor del padre. Queremos decirles a los papás que, si siguen los consejos que se ofrecen en estas páginas, estarán en condiciones de ayudar a mamá a levantar ese hijo que es de ambos y que merece ser educado por los dos.

Queridos papás: ¡fuera complejos!, ¡fuera temores!, ¡fuera inhibiciones!, ¡fuera mamás!

¿Qué tienen en común Matusalén, Julio César, Mesalina, Calígula, Jesús, Herodes, Hitler, Mahatma Gandhi, la madre Teresa de Calcuta y usted?

Que todos han sido bebés. Incluso Matusalén, recordman de longevidad en bebés.

Pero mientras algunos de ellos dedicaron su vida a hacer el bien, otros han resultado acérrimos enemigos de la humanidad.

¿A qué se debe tan abismal diferencia? La respuesta es clara: a la educación que les han dado sus respectivos padres (o madres).

Pero ¿quién educa a los padres (o madres) para que eduquen a sus hijos? He aquí la madre (o padre) del cordero. La respuesta es deprimente: nadie los educa. La puericultura, la ciencia que enseña a criar bebés, sigue en pañales. Y, hasta hoy, nadie se los ha cambiado. Los pobres padres tienen que aprender su oficio sin más guía que la intuición y la pedagogía de sus propios errores. Por eso hay hijos que son la suma de los errores de sus padres, y educarán a los suyos agregando una nueva capa de errores a los que ya acumularon durante su no-educación.

¿Cómo romper este círculo vicioso? La pregunta es buena. Y la respuesta, también. Porque el manual que usted tiene en las manos (cosa obvia en un manual) le ofrece las claves para ser un excelente padre, a fin de criar un hijo inteligente, feliz, altruista, talentoso, brillante.

Todo lo que usted habría querido ser, querido papá.

Los teólogos, los filósofos y los zoólogos se han preguntado siempre: qué fue primero: ¿el huevo o la gallina?

La respuesta definitiva a esta delicada cuestión aún no es clara. Ni yema.

Hay dos escuelas de pensamiento que mantienen su desacuerdo milenario: la Gallinología y la Huevología.

Los gallinólogos afirman que primero fue la gallina.

Los huevólogos, a su turno, están divididos en dos. Los huevólogos moderados sostienen que fue el huevo, y lo sostienen con mucho cuidado, para que no se rompa. Los huevólogos radicales sostienen lo contrario, pero con tanto empeño, que incluso llegan a romper los símbolos de su fe. Argumentan los gallinólogos que en un versículo del Génesis original, omitido luego por influencia de los huevólogos vaticanos, estaba escrita la frase: «Y Dios creó a la gallina». Sus contrarios replican que este pasaje, en realidad, afirmaba de que «En el sexto día, Dios puso un huevo».

En lo que hace a los bebés, no hay discusión. Nadie se pregunta si fueron primero los padres o el bebé. No hay escuela bebológica en el mundo. Solo padrológica. Y es porque la Biblia dice que Dios creó a Adán, pero directamente lo creó con barro, maduro y en estado adulto. De esta manera se ahorró la cuenta del hospital y del obstetra, biberones, noches en vela, vacunas, enfermedades infantiles, gastos escolares, ropa que se queda pequeña pocos meses después de comprada, tratamientos contra el acné juvenil y dinero para las noches de los sábados.

¡He ahí otra muestra extraordinaria de la sabiduría divina!

Adán, pues, nunca fue bebé. Y Eva, tampoco. Ella es producto de una chuletasucción practicada por el Padre Eterno en el costillar de Adán. Un tiempo después de haber creado a la primera pareja ocurre lo que todos sabemos: Eva y Adán pecan con la colaboración de la serpiente, son expulsados del Paraíso y entonces, solo entonces, se aparean y tienen su primer hijo, su primer bebé, ¡el primer bebé nacido sobre la faz de la Tierra!

Ese bebé fue Caín. Adán y Eva, los primeros padres de la historia, desconocían las necesidades de un niño. Por eso, la infancia de Cainito fue muy triste. Se sentía solo, no tenía amigos con quienes jugar y ni siquiera un hermano con el cual compartir sus instintos y sus horas libres, que eran veinticuatro al día. Tampoco tenía abuelos, tíos o primos; no existían golosinas, balones, juguetes, ni televisión; y faltaban muchos siglos para la llegada de los Reyes Magos y Papá Noel. A esta infortunada situación se la denominó más tarde «pasar las de Caín».

Finalmente, sus padres, conmovidos por el lamentable estado del pequeño, volvieron a conocerse, como llama la Biblia al acto de encargar familia. Consecuencia de este nuevo conocimiento fue un nuevo parto de Eva, que dio a luz a otro hijo. Era Abel, ¡el primer segundo bebé nacido sobre la faz de la Tierra! Quien le puso nombre fue Caín cuando, queriendo contemplar por primera vez a su hermanito, expresó en su encantadora media lengua: «¿A vel?».

Eva, ahora con más experiencia como madre, cuidaba amorosamente al menor, lo que acrecentó el rencor del primogénito. Cainito y Abelito se criaron en medio de terribles celos y envidias, como buenos hermanos.

Pasados unos años, el Bebé N.º 1, que ya no era un bebé sino un agricultor, en un gesto profundamente humano, atacó y dio muerte al Bebé N.º 2, que tampoco era un bebé sino un próspero criador de ovejas. Los típicos celos entre hermanos, opinó la serpiente. Fue así como, además de ganar la medalla al Primer Bebé de la Historia, Caín ostenta los récords de Primer Agricultor de la Historia, Primer Asesino de la Historia y Primer Desterrado de la Historia, pues, descubierto su crimen, fue expulsado a otro país.

Después se enreda un poco la trama, toda vez que la Biblia dice que «Caín se unió con su mujer», aunque no sabemos muy bien de dónde salió ella, y es sensato presumir que se trataba de su propia hermana y, por ende, también hermana de Abel. Con lo cual, Caín fue cuñado de sí mismo y tuvo por suegra a su propia madre. Eso, sumado al dolor que soportaba desde que creyó escuchar que él era «el primo Génito» de sus padres explica la confusión de identidades que lo condujo a hacer lo que hizo.