Si un bebé duerme bien no debe atribuirse este hecho a la suerte. Los padres poseen la llave que hace posible el que así sea y este libro pionero viene a mostrar cómo aprovechar la capacidad natural del bebé para conseguir que duerma durante toda la noche desde sus primeras semanas de vida. En sus páginas se describe un método sencillo que es posible aplicar a lo largo de toda la niñez, de modo que las noches plagadas de interrupciones nunca se conviertan en un problema.
Apoyándose en las indicaciones transmitidas por el bebé y en los instintos naturales de los padres para prestarles su ayuda, este libro pone en las manos de éstos la facultad de llevar a la práctica el método. Al evitar toda conflictividad respecto al dormir el enfoque aquí expuesto impulsa el desarrollo de un clima de seguridad, comunicación y confianza con el bebé.
Beatrice Hollyer & Lucy Smith
Duerme, bebé...
y deja descansar a tus padres
ePub r1.0
totem09.08.13
Título original: Sleep. The secret of problem-free nights
Beatrice Hollyer & Lucy Smith, 1996
Traducción: Conrad Niell i Sureda
Editor digital: totem
ePub base r1.0
PRÓLOGO
Si una ambición tenía cuando llevé a mi nuevo bebé a casa, era la de que durmiera. El no poder dormir durante el tiempo necesario da lugar, por lo que a mí respecta, a que me sienta como si la cabeza la tuviera llena de algodón y es por tal motivo que estaba convencida de que necesitaría esforzarme para mantener a toda costa mi presencia de ánimo. Y lo cierto es que lo que yo quería era algo más que simplemente sobrevivir. Mi deseo era poder disfrutar de mi bebé y ayudarle a gozar de la vida que iniciaba. Para conseguirlo era necesario que yo contase con la oportuna energía y ello implicaba necesariamente poder dormir.
Los bebés se caracterizan por su notoria capacidad en destruir las posibilidades de poder dormir. Resulta fácil distinguir a quienes son sus padres por la expresión de aturdimiento que prevalece en sus rostros y la mirada perdida hacia el infinito que se aprecia en sus ojos soñolientos. Yo ya me hallaba terriblemente familiarizada con este acusado instinto de supervivencia que provoca el no dormir adecuadamente debido a mis años de presentadora matinal en televisión cuando el despertador sonaba a una hora tan intempestiva como las 3 de la madrugada y con ello provocaba que al llegar la tarde mi mente se embotase en grado mucho más acusado que el causado por el desfase horario de un vuelo transatlántico.
No quería, por consiguiente, que mi vida junto a un bebé se pareciese a una situación así. Sabía muy bien lo que ansiaba, es decir, disponer de un tiempo propio de persona adulta al llegar la noche y de una oportunidad de separarme de él para poder cargar de nuevo las baterías. Además dormir durante toda la noche y así estar en condiciones de saltar de la cama repuesta y con renovados deseos de saludar al nuevo día si bien preferiblemente nunca antes de las 7. Obviamente esto es lo que me apetecía pero ¿no es lo que ansía todo el mundo?, la pregunta es ¿cómo conseguirlo? Y también ¿resulta posible? Mi madre se mostraba escéptica al respecto. «No puedes obligar a un bebé a que duerma» me decía a guisa de dudoso consuelo mientras cenábamos un día tras otro durante las primeras semanas y mi bebé nos miraba con encantadora actitud desde su cuna portátil depositada al lado de la mesa. Afortunadamente para mí fue entonces cuando conocí a Lucy.
Primero vino a nuestra casa como asistenta social y en el momento en que mi hija tenía diez días de edad. Al igual que si se tratase de un hada madrina, hizo que se convirtieran en realidad mis deseos de que adquiriese el hábito de dormir profundamente. Me enseñó que aun cuando es cierto que no resulta posible obligar a un bebé que duerma podemos en cambio ayudarle a que lo haga. Es posible mostrarle cómo conseguirlo y con ello no sólo ponerlo en condiciones de que lo logre por sus propios medios, sino que además se muestre dispuesto a hacerlo por sí mismo. Esa era la teoría y lo cierto es que funcionó. Cuando mi hija cumplió un mes comenzó a dormir durante lo que podemos denominar «espacio nocturno básico», lo cual constituye uno de los aspectos clave del enfoque que aquí se considera. De acuerdo con los consejos de Lucy consideré que ello constituía un indicio de su predisposición a dormir durante toda la noche. Mucho antes de que llegase a los tres meses de edad, el espacio de tiempo durante el cual dormía por la noche ya había alcanzado la cifra mágica de l2 horas que era lo que yo había soñado, es decir, discurría desde las 7 de la tarde hasta las 7 de la mañana, y conviene destacar que el hábito se ha venido manteniendo y ha sobrevivido a todas las interrupciones que con carácter temporal se han presentado hasta el momento actual. Ahora, que ya ha cumplido 18 meses, juega en su cuna tan pronto como se despierta y nunca reclama que se le preste atención antes de las 8 o incluso las 9 de la mañana.
Conviene destacar, después de todo lo indicado, que no era una buena durmiente al nacer. Al contrario, se mantenía despierta durante largo tiempo, resultaba difícil darle de comer y requería una atención y unos cuidados constantes. En resumen, no era en modo alguno uno de estos bebés de talante profundamente pacífico que parecen dormitar de modo continuado a lo largo de los dos primeros meses de su vida. Debido a tal circunstancia cada vez estaba más convencida de que lo que ambas necesitábamos era poder dormir.
Leí muchos libros, pero al final siempre era Lucy quien daba sentido a la cuestión. ¿Cómo se puede establecer el momento de irse a dormir a la hora que queremos? ¿Ha de dejarse el bebé solo aun cuando proteste en el momento de meterlo en la cama o bien debemos permanecer junto a él? ¿O hemos de irnos y volver a su lado de vez en cuando para tranquilizarle? ¿Y si lo que ocurre es que esto todavía le causa mayor trastorno? ¿Qué precisa hacer si se despierta durante la noche? ¿Cogerlo en brazos? ¿Darle de comer? ¿No tocarlo?
Lucy no sólo conocía las respuestas a estas preguntas y muchas otras más, sino que además me enseñó cuál era el motivo por el que determinados métodos resultan de ayuda y otros en cambio no. Quince años de experiencia directa con bebés le ha proporcionado un conocimiento práctico y una percepción precisa de lo que necesitan y de la forma en que lo ponen de manifiesto, lo cual, considerado en su conjunto, supone mucho más de lo que me ha sido posible leer hasta ahora. Tras el éxito alcanzado en mi caso, decidí transmitir los consejos de Lucy a amigas mías que también debían enfrentarse al problema de unos bebés persistentemente despiertos. Aun cuando se trataba de información que podríamos llamar de segunda mano y dada por teléfono, hizo maravillas, como en el caso de un bebé de un año de edad que jamás había dormido toda una noche entera. Entonces pensé, si el método de Lucy podía dar lugar a una diferencia tan acusada en el comportamiento de los bebés sería conveniente que todo el mundo tuviera acceso a él. Los padres primerizos con frecuencia tienen que recorrer el camino valiéndose de practicas empíricas y aun cuando los consejos vienen de todas partes y ciertamente no se puede decir que haya escasez de libros que tratan del tema, es posible que el conjunto acabe siendo un poco desconcertante, en especial cuando nada de lo sugerido parece ser de aplicación al comportamiento que pone de manifiesto nuestro bebé en aquel instante. Lo que verdaderamente necesitamos es la clase de conocimientos que inspiran confianza y nos permiten atender nuestro bebé del modo más conveniente para él. En mi caso todo estaba por aprender y el contar con la posibilidad de verme guiada por alguien que realmente conocía el tema constituyó una auténtica bendición.