Lunes
La agilidad mental: en qué consiste y de qué depende
«Ganarle a mis hijos en un videojuego es imposible para mí, van a la velocidad de la luz»; «No sé qué me pasa cuando estudio; antes leía una vez un texto y ya lo retenía, ahora tengo que leerlo tres veces para recordarlo»; «Uno de mis compañeros de trabajo me dijo que me veía lento; creo que tiene razón, cada vez me lleva más tiempo elaborar las presentaciones»; «Tardo demasiado tiempo para tomar una decisión y encima me equivoco; lo que pasa es que me cuesta retener tantas cosas en la cabeza ¿será el cansancio?».
Lo que he escrito en el párrafo precedente son comentarios y preguntas de personas cuya edad va desde los treinta a los sesenta años (aproximadamente) y refieren a problemas que tienen un denominador común: la preocupación por lo que consideran una disminución de su velocidad mental y de las capacidades de aprendizaje y memoria.
Es sabido que con el correr de los años, y durante toda la vida, en el cerebro se producen cambios permanentes debido al fenómeno de la neuroplasticidad. Niños y niñas, hombres y mujeres pasamos de una etapa de crecimiento y desarrollo a otra de maduración (la más extensa) hasta la denominada tercera edad, época en la que existe un deterioro neurocognitivo que se traduce en una menor agilidad mental. Sin embargo, y esto es lo más importante:
La agilidad mental puede mejorarse en todas las etapas de la vida.
Con relación al futuro, su deterioro puede prevenirse y retrasarse.
Tanto en este capítulo como en los próximos hallarás información y conocimientos sobre el cerebro y su funcionamiento que te permitirán comprender por qué y cómo se entrenan determinadas funciones. También hallarás un conjunto de ejercicios, indicaciones y sugerencias que te serán muy útiles si deseas mejorar tu agilidad mental y trabajas con constancia en pos de este objetivo.
¿De qué depende la agilidad mental?
Para explicarte con claridad de qué depende la agilidad mental he decidido hacerlo a partir de la evidencia científica, seleccionando los resultados de investigaciones que considero relevantes sobre el tema.
Es común que se relacione la agilidad mental sólo con las capacidades cognitivas, por ejemplo, con las habilidades para resolver enigmas, ganar en los videojuegos o realizar cálculos con rapidez. De hecho, en La república Platón escribió que estudiar matemáticas es un tipo de gimnasia mental y, en la actualidad, muchos sitios que ofrecen programas de entrenamiento cerebral se centran en estas habilidades.
La mayoría propone juegos y ejercicios diseñados para entrenar la atención, la concentración, la memoria y la velocidad de procesamiento de la información. Otros agregan el lenguaje y las capacidades visuoespaciales. Todo ello es correcto, sin embargo, constituye sólo una parte.
Basándome en mis conocimientos y experiencias, he llegado a la conclusión de que no se obtienen buenos resultados cuando las prácticas se centran en lo cognitivo y lo emocional se pasa a un segundo plano, se minimiza o directamente se ignora. Por ejemplo, para resolver problemas una persona necesita no sólo de un correcto funcionamiento cognitivo, sino también de la ausencia de bloqueos emocionales que impidan el flujo de ideas. Lo mismo sucede en la comunicación: la rabia o la excitación excesiva no sólo impiden la creación de mensajes eficaces, también pueden dañar las relaciones con los demás.
Otro tema de gran relevancia para la agilidad mental tiene que ver con los hábitos, pues algunos de éstos son nocivos para el cerebro, como el sedentarismo, la escasez de horas de sueño y la alimentación inadecuada. Todos ellos comprometen seriamente el buen funcionamiento de la memoria.
Por eso, y sin soslayar la importancia de jugar al Teg, al ajedrez, resolver crucigramas y estudiar incluso en edades avanzadas, luego de leer los resultados de las investigaciones que hallarás en esta obra comprenderás por qué es tan importante, además, realizar ejercicios físicos, bailar, divertirse, dormir lo necesario, comer bien y pensar en positivo para tener un cerebro ágil y creativo. Investigaciones relevantes relacionadas con la agilidad mental
Se ha comprobado que la exigencia intelectual evita el deterioro de las funciones ejecutivas del cerebro, cuyo funcionamiento es crucial para razonar, memorizar, hallar rápidamente las relaciones entre los hechos y tomar decisiones.
Por ejemplo, las personas que durante su vida adulta «utilizan su cerebro» porque su actividad cotidiana tiene una alta exigencia neurocognitiva (como los profesionales que estudian permanentemente para actualizarse o las personas que dedican su vida a aprender y enseñar) mantienen estas capacidades a lo largo de los años. A la inversa, quienes llevan una vida muy pobre en actividades estimulantes pierden progresivamente su agilidad mental.
La siguiente investigación, realizada en Suecia, es tan importante que, para que el tema se fije bien en tu memoria y, fundamentalmente, para que lo pongas en práctica, te la presento gráficamente:
Los beneficios de la actividad física se acumulan
con los años
En el corto plazo, y esto lo han corroborado varias investigaciones, el ejercicio físico contribuye a la generación de nuevas neuronas en una zona crucial para la memoria, el hipocampo. En el largo plazo, el beneficio es acumulativo.
Diversas investigaciones coinciden en que las personas que practican un deporte, caminan, bailan o realizan algún tipo de actividad aeróbica tienen menores niveles de estrés que aquellas que llevan una vida sedentaria debido, entre otras razones, al efecto de estas actividades en sus neurotransmisores (que son las sustancias químicas que transmiten la información entre neuronas). Asimismo, la disminución de la ansiedad provoca una especie de «limpieza» en el cerebro, contribuyendo a una mayor velocidad en el flujo de información.
La memoria es un insumo imprescindible para la agilidad mental, y su deterioro puede evitarse en todas las edades y de forma completamente natural.