Anatomía de la hoja de coca
Erythroxylum coca
PRIMERA PARTE
Propiedades medicinales y valor terapéutico de la hoja de coca
Las herejías que debemos temer son las que pueden confundirse con la ortodoxia.
«Los teólogos», Jorge Luis Borges
El antiguo Tawantinsuyo ha dejado obras palpables que maravillan al hombre, pero para otros lo que deslumbra los sentidos son la magia y la filosofía del tejido invisible del antiguo poblador andino, visión que necesariamente surge de una sociedad impregnada de religión. El propósito que guía el trabajo espiritual con la hoja de coca no es otro que ver el tejido invisible de la naturaleza y el hombre. Para los abuelos andinos la vida está entretejida dentro de una telaraña, que la une y enlaza con la tierra, las estrellas, los animales, los hermanos, los ríos y las plantas. Sobre esta metafísica, todos pueden instruirse sabiendo emplear la sagrada hoja de coca. El hombre que aprende a relacionarse con esta planta aprende a corresponder con su propio ser, así como con la tierra y las estrellas. El Ande nos dice que el universo está contenido dentro de una trama.
Es simbólico que la escritura andina esté en forma de tejido. No me refiero a la que vemos en los quipus; me refiero a esos mensajes misteriosos que están codificados en los tejidos antiguos. Es simbólico que el lenguaje estuviera trenzado, como la vida misma y las fibras que se enlazan, pues personifican cómo los actos de los hombres tenían que estar entrelazados con los de sus hermanos, con la tierra, con la lluvia, con toda la vida: porque la vida se encuentra dentro de una gran urdimbre; no estamos separados de nada y de nadie.
La coca despierta los rincones somnolientos de nuestras células, consecuentemente acrecienta la conciencia y la energía física. Mucho se ha hablado del poder nutritivo de la coca, pero lo más meritorio de la disciplina del coqueo es crear un terreno vegetal propicio para la reflexión y para el compartir en grupo, una práctica que es parejamente medicinal. Con la coca se mitigan los pensamientos y preocupaciones, la percepción de la vida se hace con menos palabras y discursos. Nutrida con la coca el alma se sensibiliza, el espacio ocupado por el espíritu se torna intuitivo y profundo, el diálogo se vuelve sincero y lleno de compasión. El consumo de la hoja de coca nos instruye en la filosofía del ayni , la reciprocidad. Cuando hay problemas y discordias entre las parejas, se puede poner sobre la mesa unas hojas de coca, mascar en silencio y escucharse plenamente: la coca nos obliga al diálogo sincero y con ella tan solo podemos hablar nuestra honesta verdad.
Entre los antiguos pobladores del Ande prevalecía la idea de que cualquier actividad importante no prosperaría si no estaba acompañada de coca. La coca bendice y sacraliza las actividades del hombre, y con ella solo podían esperarse buenos augurios.
Para acercarse al Templo del Sol, Koricancha, se consideraba esencial que los devotos lo hiciesen con hoja de coca en sus bocas. Durante el equinoccio de otoño, se realizaba el festival del fuego sagrado. En el templo se realizaban sacrificios de coca diariamente: el método era lanzar hojas de coca a las cuatro direcciones y quemar las hojas en el altar. Las cenizas de la coca quemadas en el altar se ofrecían al río, se lanzaban antes del atardecer desde un puente, en dos bolsas llamadas pilculuncu pancar uncu . La gente, jubilosa, seguía el sacrificio por las riberas del río durante dos días, para así bendecir la tierra y sus cultivos.
Los incas tenían mucho respeto por los muertos, a quienes llamaban mallquis . Enterrar a un ser querido era un acto de afecto. Se acariciaba el cráneo al punto de hacerlo descansar, y no solo el cuerpo de los soberanos se preservaba. Cada familia colocaba comida y objetos de uso diario sobre sus cadáveres, pero para entrar en el más allá, el alimento de fuerza era la coca. Por eso, la boca del fallecido tenía que estar llena de sus hojas. En las momias siempre encontramos una chuspa, y muchas hojas de coca esparcidas sobre el cuerpo. Se dice que el hombre próximo a morir debía poner hojas de coca en sus labios, así su alma entraba al mundo de arriba, llamado hananpacha .
Desde la sombra de un sueño del cual no despiertan, los moralistas condenan la hoja sagrada con el apelativo de toxicomanía y adicción, aun cuando nunca en la historia se ha reportado adicción a la hoja de coca, entonces, ¿es acaso condenable ser apegado a una planta nutritiva, sea hoja de coca, alfalfa o espárragos?
Actualmente el alcohol corre por la sangre del Ande —además de Coca-Cola— causando, como nadie ignora, un deterioro del tejido social, con violencia doméstica personificando la principal toxicomanía y dejándonos infinidad de heridas sociales. Por otro lado, la hoja de coca jamás ha sido asociada al crimen, al maltrato, ni a la depresión psicológica o la adicción. Nunca en la historia se ha reportado caso alguno de ebriedad o intoxicación debido a la masticación de hojas de coca.
El problema de la adicción a la cocaína también encuentra su remedio en la hoja de coca. Es interesante ver cómo una especie vegetal, rica en alcaloides, tiene a su vez la mayor concentración de calcio y magnesio, los cuales calman la ansiedad. Las personas adictas a la cocaína pueden romper con el vicio con ayuda de la hoja de coca, que contiene el antídoto químico de su adicción, de la misma manera que el tabaquismo se puede domar con parches de nicotina. El pirotécnico estímulo a los sentidos de la cocaína no es en nada comparable con el suave y parejo despertar que se observa con la hoja de coca.
Ahora que los fármacos sintéticos tienen precios tan altos y cada vez sabemos más de sus efectos adversos, la gente se está volviendo crítica sobre la autoridad científica de las industrias farmacéuticas, que durante años vienen dominando el mercado. Su poder curativo es cuestionado por un creciente grupo de usuarios, que se alarma justificadamente. Durante la pandemia de la COVID-19, en EE. UU. las muertes por sobredosis de medicamentos aumentaron dramáticamente (NIDA, enero del 2022), contando que esto ya era, para el 2016, junto con los errores médicos, la tercera causa de muerte después de las enfermedades al corazón y el cáncer (BBC, 2016). Esto se refiere a aquellos pacientes hospitalizados que fallecen debido a efectos nocivos no intencionados de los fármacos, de medicinas aprobadas y en sus dosis normales. Según Lazarou, Pomeranz y Corey (1998), aproximadamente más de cien mil muertes anuales son reportadas en EE. UU. por reacciones adversas a los fármacos, es decir, al ingerir medicinas que deberían promover la salud. El mismo informe nos dice que el 7 % de los pacientes hospitalizados sufren de severas reacciones a los fármacos, lo cual en muchos casos puede obligar a una prolongada hospitalización, y los discapacita aún más. Se trata de personas que tomaron sus medicinas en dosis reglamentarias bajo las instrucciones de su médico: la cifra no incluye a los desafortunados que padecieron de una incorrecta prescripción de fármacos.
Lo curioso es que muchísimas de las drogas alopáticas, sobre todo los analgésicos, como la procaína y la lidocaína, son elaboradas a partir de la hoja de coca. La farmacéutica y la Coca-Cola, por no mencionar al narcotráfico, han acaudalado millones con nuestra materia prima, pero la hoja original y natural, la legítima medicina, es «peligrosa». Se duda de la inocuidad de una planta natural que milenariamente ha curado al hombre y se la clasifica como planta condenada y prohibida.
Recientemente ha cobrado fuerza la campaña por la erradicación de la coca. Esta ingenua postura se presenta como la única política capaz de terminar de raíz con el narcotráfico. Trasladando esta lógica tendríamos que pensar en erradicar la uva, la caña de azúcar y la cebada para acabar con el alcoholismo. ¿No será más acertado fiscalizar los dieciséis insumos químicos con que se elabora el clorhidrato de cocaína?
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