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Una pinche advertencia
E ste es un libro sobre mandar a la chingada. Confieso que, para comprobar mi método en la práctica, he desechado muchos objetos, conceptos, eventos, actividades y gente de mi vida. Puedes no estar de acuerdo con cada una de mis elecciones. Me parece justo. Incluso podrías llegar a reflejarte en estas páginas, sobre todo si eres mamá de niños pequeños, entusiasta del karaoke, amiga, familiar o mi excompañera de escuela. Si es así, o tienes razón o estás delirando. Como sea, si algo de lo que he escrito te parece ofensivo, entonces de veras necesitas este libro. Ve de inmediato a «Tienes que mandar a la chingada lo que piensen los demás».
Otra cosa: de ningún modo esta parodia fue preparada, aprobada, respaldada o autorizada por Marie Kondo o sus editores.
S i eres como yo, has estado desperdiciando demasiados recursos en demasiadas cosas durante demasiado tiempo. Estás sobrecargada y abrumada por la vida. Estresada, ansiosa, tal vez, incluso, presa del pánico por culpa de tus compromisos.
La magia de mandar todo a la chingada es para todas las que trabajamos demasiado, jugamos muy poco y nunca tenemos el tiempo suficiente para dedicarlo a las personas y las cosas que en verdad nos hacen felices.
Tenía casi treinta años cuando comencé a darme cuenta de que era posible dejar de chingarme, pero tenía ya casi cuarenta cuando descubrí cómo hacerlo a gran escala. Este libro es la culminación de todo lo que he aprendido sobre mandar a la chingada, un testimonio del placer que me ha brindado y una guía paso a paso para aquellas que deseen romper las cadenas de una vida jodida y cambiarla por una más saludable y feliz.
Si el título te suena familiar, ¡felicidades! No has estado viviendo bajo una roca. La magia del orden , de la experta japonesa del despeje, Marie Kondo, ha escalado a las listas de bestsellers en todo el mundo. Millones de personas han descubierto su método Konmari de dos pasos, descartando los elementos que no «provocan alegría» y luego organizando los restantes. El resultado es un espacio de vida limpio y tranquilo que, afirma la señora Kondo, promueve la transformación incluso fuera del hogar.
Entonces, ¿qué tiene que ver un manual japonés de organización con mi manifiesto sobre mandar a la chingada?
¡Pensé que nunca lo preguntarías!
La señora Kondo podrá ser remilgada, gentil y eficaz para organizar tu desorden físico, pero yo tengo algo distinto para ti…
En el verano de 2015 dejé mi trabajo en una importante casa editorial y una carrera de 15 años para comenzar mi propio negocio como editora y escritora independiente. El día que salí del edificio corporativo —deslizándome por la escalera más rápido que gorda en tobogán—, borré de un tajo a toda una categoría de chingaderas que antes me preocupaban: mis supervisores, compañeros de trabajo, transporte público, ropa, despertador y más.
Dejé de preocuparme por la junta con los de ventas. Dejé de preocuparme por las «reuniones informales de negocios» y las «juntas oficiales». Dejé de llevar la cuenta de los días que faltaban para mis vacaciones como una prisionera que va marcando la pared de su celda.
Una vez que me liberé del yugo del tedio corporativo, conseguí un poco de tiempo libre y la libertad de gastarlo como quisiera. Dormía todo lo que quería, almorzaba con mi marido, me enfrascaba en uno o dos proyectos independientes (o tal vez iba a la playa) y evitaba el metro de Nueva York todo lo humanamente posible.
También leí La magia del orden . Como en general soy una persona ordenada, no pensé que necesitara con urgencia el consejo de la señora Kondo, pero siempre estoy buscando maneras de que mi departamento parezca sacado de un catálogo de interiorismo. Al fin de cuentas mi tiempo era mío, ya fuera para trabajar, tomar una siesta o despejarme como mejor me pareciera.
Bueno, déjame decirte algo: ese librito funciona tal como se anuncia. Fue casi… me atrevo a decir… ¿mágico?
En cuestión de horas, ya había konmariado el cajón de calcetines de mi esposo, lo que implica deshacerse de los calcetines que no te gustan y nunca usas (o, en este caso, aquellos que sabía que a él no le gustaban y que nunca usaba), luego volver a doblar el resto como si fueran pequeños soldados en posición de firmes, de manera que al abrir el cajón pudiera verlos todos de un jalón. Al ver los resultados, mi esposo —quien al principio pensó que estaba pinches loca por pasar mi tiempo organizando su cajón de calcetines— se convirtió. Él mismo se encargó del resto de sus cajones y armario al día siguiente.
Si no has leído el libro de Marie Kondo, permíteme explicarte por qué estábamos tan motivados para hacer este trabajo.
No es solo descartar aquellas prendas que ya no necesitamos o disfrutamos (y por lo tanto, entusiasmarnos con todas nuestras opciones restantes), sino disminuir el tiempo dedicado a averiguar qué ponernos (porque podemos ver todo en un solo cajón con una sola mirada). Ya no «perdemos» nada en un cajón (porque seguimos el método de la señora Kondo de doblado vertical), y lavamos mucha menos ropa (porque ya no nos engañamos pensando que «no tenemos» ropa cuando en realidad las cosas buenas están arrugadas al fondo de la cómoda, debajo de esos pantalones que ni nos quedan).
En otras palabras: la vida es definitivamente mejor ahora que podemos ver todos nuestros calcetines. Así que las siguientes semanas me dediqué a evangelizar a cualquiera que quisiera escucharme (y a muchos que no querían).
De repente, con todo esto de dejar el trabajo y ordenar los calcetines, ¡me encontraba en un estado de ánimo transformador de vida!
Mientras contemplaba mi hogar excepcionalmente ordena do, me sentí más tranquila y segura. Me gusta tener una superficie limpia y los muebles de la cocina bien organizados. Pero lo que en verdad provocó mi alegría fue la libertad que sentí al dejar un trabajo en el que no era feliz y al reincorporar a mi vida a personas, cosas, eventos y pasatiempos que sí me hacían feliz. Esas cosas no habían sido desplazadas por 22 pares de calcetines hechos bolas, sino por demasiadas obligaciones y demasiado desorden mental .
Fue entonces cuando me di cuenta… no se trata realmente de los calcetines, ¿verdad?
No me malinterpretes, admiro a Marie Kondo por iniciar una revolución con la idea de despejar espacios físicos para traer más alegría a la vida de alguien. Funcionó en mí, y es claro que está funcionando en millones de personas alrededor del mundo. Pero como ella dice en su libro: «La vida realmente comienza después de que has puesto tu casa en orden».
Bueno, dejé mi casa en orden. La verdadera magia sucedió cuando puse atención a mis chingaderas.
Retrocedamos un poco ahora.
Yo tenía un talento innato para chingarme. Quizá tú también lo tengas.
Como una gran perfeccionista, según me describo a mí misma, me chingué generosamente durante toda mi infancia y adolescencia. Abordé numerosos proyectos, tareas y exámenes estandarizados para demostrar que era digna del respeto y la admiración de mi familia, amigos e incluso conocidos equis. Socializaba con gente que no me agradaba con tal de parecer benevolente; acepté trabajos que estaban por debajo de mis capacidades con tal de parecer útil; comí cosas que me disgustaban con el fin de parecer amable. En resumen, me chingué demasiado durante mucho, mucho tiempo.