¿Quién no se ha encontrado alguna vez en la vida con la necesidad de escribir una tarjeta para agradecer, obsequiar, felicitar conmemorar o reprobar algo o a alguien? Algunas veces, hacerlo se convierte en toda una hazaña ya que, incluso por miedo a caer en obviedades, o por temor a ser repetitivos, a menudo se acaba volviendo a escribir siempre las mismas cosas o no se sabe qué decir.
Hay quien evita esta embarazosa situación prefiriendo una rápida llamada telefónica; sin embargo, la solución no es siempre tan simple.
Por deberes familiares, sociales o de amistad, a menudo es necesario enviar un par de líneas para acompañar un pequeño regalo, para agradecer cierto interés o cierta cortesía. En realidad, incluso las tarjetas de felicitación o agradecimiento con un simple «gracias» o «felicidades» son siempre bien aceptadas. ¡Pero qué diferentes son aquellas tarjetas en las que se ha intentado decir algo más, en las que se han buscado las palabras para dar a entender un sentimiento más profundo!
Pero, desgraciadamente, a menudo la falta de tiempo y la prisa son nuestros enemigos, y entonces volvemos de nuevo a pensar: «¡Caramba, qué escribir!»
En este libro se encontrarán ejemplos de tarjetas, cartas breves de felicitación o de reconocimiento que podrán servir para ser utilizadas en los momentos que se consideren oportunos.
Seguramente quien las ha escrito tuvo más tiempo para pensarlas y redactarlas. Son un poco tradicionales ya que, de hecho, la intención de estos escritos es la de despertar el espíritu que tanto tiene que dar y que decir.
Sin embargo, no deben tomarse al pie de la letra, ya que, aun habiendo intentado recrear circunstancias posibles, las ocasiones en las que debemos escribir algunas líneas podrán ser mucho más particulares y más específicas.
Aunque estas tarjetas sólo pretenden servir de guía, pueden igualmente copiarse sin más complicaciones.
PRIMERA PARTE: LAS REGLAS
Las buenas maneras
La señora y el señor de buenas maneras, de educación refinada, se distinguen, y es un gran placer tenerlos entre nuestros amigos, ya que saben decir y hacer en el momento justo el comentario apropiado. Como se suele decir, «tienen clase».
Un regalo suyo va siempre acompañado por una tarjeta particular, simpática y personal. Una invitación suya a cualquier evento o encuentro es por sí sola divertida y exclusiva; un agradecimiento suyo nos hace sentir apreciados e importantes.
Generalmente, las personas que poseen estas cualidades son individuos muy atentos, que consideran siempre las situaciones con una mirada especial.
Se habla mucho de escuelas en las que se enseñan buenas maneras, donde se desempolvan las antiguas costumbres, hoy en día en desuso, del arte de recibir, de disponer la mesa o de la colocación de las flores. Pero desgraciadamente, como siempre, son sólo situaciones para una minoría, o bien para quienes disponen de mucho tiempo y curiosidad.
Sea como fuere, todavía no existen escuelas para refinar los sentimientos, ni mucho menos escuelas que nos habitúen a mirar en nuestro interior. Dado que cada cual tiene sus propios recursos y sus capacidades, con un poco de atención, de sentido común y de profundo respeto por todo lo que hay a nuestro alrededor, nuestra clase y nuestras particularidades emergerán siempre de algún modo.
La convicción de que las relaciones humanas deben estar entretejidas de sonrisas, de palabras, de cortesías, de perseverancia y de verdad, nos hará ser siempre ejemplo de buenas maneras, incluso sin escuela.
Encontraremos para todo y para todos las palabras y las maneras apropiadas.
El momento especial de la escritura
Las personas, en sus relaciones interpersonales, hacen un gran uso de ese maravilloso aparato que es el teléfono. Esto le permite exteriorizar de manera casi inmediata sus propias necesidades y obtener una respuesta instantánea a sus preguntas. Sin embargo, el teléfono no exonera de las exigencias familiares o sociales de escribir, de detallar sobre un papel notas, relaciones e impresiones. He aquí, pues, la necesidad de una correspondencia privada o formal.
Los escritos corrientes de todos los días quizá no constituyan un género literario, pero seguramente devienen una precisa puntualización de los momentos. Otros escritos más breves, pero seguramente más precisos y más técnicos, aunque no por ello menos útiles, nos ayudan a no olvidar, a recordar.
Casi siempre telefoneamos, escuchamos las voces, las palabras, pero también continuamos escribiendo.
Incluso las relaciones familiares y amistosas necesitan su historia escrita. Siempre que es posible detallamos nuestros momentos particulares porque las relaciones no sólo se alimentan de gestos, sino también de imágenes y de signos.
«Las palabras vuelan, los escritos permanecen.» Escribir es algo más comprometido que conversar: en la conversación se pueden cometer errores y lapsos, a menudo retomados y corregidos, pero es más difícil hacer enmiendas en una hoja de papel.
El escrito presupone una mayor atención, un mayor esfuerzo para ser precisos y requiere el conocimiento de algunos principios que regulan la correspondencia moderna.
Sin embargo, debemos escribir nuestros sentimientos de la manera más sincera, para nosotros y para los demás. Una tarjeta, un pensamiento escrito, permitirán volver a encontrarnos con quien nos es querido o con quien, de algún modo, está cercano a nosotros, aun cuando nuestro teléfono estuviese comunicando o no pudiésemos comunicar con quien nos busca.
Las reglas básicas
Personalizar el texto
Enviar una felicitación, un mensaje o un agradecimiento no puede ser algo apresurado o superficial. Debe ser algo pensado y sentido. Esto permitirá que nuestro escrito sea incisivo, adecuado a la situación y también agradable.
El conocimiento de la persona a la que se dirige el mensaje o, en el caso de personas que no se conocen, el conocimiento de sus posiciones sociales y del lugar que ocupan, permitirá formular una felicitación personalizada cuyo texto será amistoso, dulce, irónico y despreocupado, en el primer caso o, cordial, fresco y espontáneo pero preciso, en el segundo.