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Libros por Rick Warren
El plan Daniel
Una iglesia con propósito
Una vida con propósito
Métodos de estudio bíblico personal
¿Para qué estoy aquí en la tierra?
Celebremos la recuperación
El poder de Dios para transformar su vida
J esucristo constantemente estuvo bajo presión. Sufrió presiones de tiempo; rara vez gozó de privacidad; siempre lo interrumpían; las personas, en repetidas ocasiones, lo malinterpretaron, lo criticaron y lo ridiculizaron. Experimentó tal clase de estrés que hubiera hecho claudicar a cualquiera de nosotros.
No obstante, al considerar la vida de Cristo, rápidamente descubrimos que permaneció en paz aun bajo presión. Nunca estuvo en apuros. Siempre estaba calmado. Poseía una tranquilidad en su vida que le permitía lidiar con el exceso de estrés. ¿Cómo logró hacer esto con tanto éxito? Él fundamentó su vida sobre las bases firmes del manejo del estrés. Si lográramos entender y aplicar estos principios a nuestras vidas, podríamos experimentar menos estrés y más tranquilidad emocional.
IDENTHIQUESE: SEPA QUIEN ES
Jesús declaró: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8.12); «Yo soy la puerta» (10.9); «Yo soy el camino, la verdad, y la vida» (14.6); «Yo soy el buen pastor» (10.11); «Yo soy el Hijo de Dios» (10.36). ¡Cristo sabía quién era!
El primer principio para controlar el estrés en su vida es éste: Sepa quién es. Este es el principio de la identidad. Jesús dijo: «Yo sé quien soy. Yo mismo me testifico». Esto es de suma importancia en el manejo del estrés porque si usted no sabe quién es, otro tal vez se lo dirá, desde su propia perspectiva. Si usted ignora su identidad, permitirá que otros le manipulen y presionen para que sea alguien que no es.
Mucho del estrés que experimentamos en la vida viene como resultado de portar una careta, de no ser genuinos con los demás, de vivir una vida doble o de aparentar ser alguien que en verdad no somos. La inseguridad siempre ocasiona presión en nuestras vidas, y cuando estamos inseguros nos sentimos obligados a actuar y a adaptarnos. Establecemos estándares irreales para nuestras vidas y a pesar de que luchemos, luchemos y luchemos, nos quedamos cortos. Naturalmente, la tensión y la presión son el resultado.
La primera manera de controlar el estrés en mi vida es adquirir un equilibrio interno en cuanto a lo que soy. Y sé quién soy cuando sé a quién pertenezco. Soy hijo de Dios. No fui puesto en la tierra por accidente, sino con un propósito. Dios me ama profundamente. Soy acepto ante Dios. Él tiene un plan para mi vida, y debido a que me creó, soy de mucho valor.
Y como él lo puso aquí, usted es significativo. Para poder lidiar con el estrés, necesita saber quién es usted. Y hasta que logre controlar este asunto, la inseguridad lo va a presionar.
DEDÍQUESE: SEPA A QUIÉN TRATA DE AGRADAR
El segundo principio del manejo del estrés en la vida de Cristo se halla en Juan 5.30. «Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo solo según lo que oigo, y mi juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad del que me envió».
Este es el principio: Sepa a quién trata de agradar. Usted entiende que no puede agradar a todo el mundo, porque en tanto lo logre con un grupo, otro se disgustará con usted. ¡Ni aun Dios se dedica a agradar a todo el mundo, de modo que es vano procurar hacer algo que ni siquiera él hace!
Jesús sabía a quién intentaba agradar; para él eso era un asunto contundente: «Yo voy a agradar a Dios Padre». Y el Padre respondió: «Éste es mi hijo amado; estoy muy complacido con él» (Mateo 3.17).
Cuando uno no conoce a quién está tratando de agradar, se rinde ante tres cosas: la crítica (porque le afecta lo que otros piensen de su persona), la rivalidad (porque le preocupa que otro le lleve la delantera), y el conflicto (porque se siente amenazado cuando alguien discrepa de uno). Si busco primeramente el reino de Dios y su justicia, entonces todas las demás cosas necesarias de la vida me serán añadidas (Mateo 6.33). Esto significa que, si me dedico a agradar a Dios, eso simplificará mi vida. Siempre haré lo correcto, aquello que agrade a Dios, a pesar de lo que piensen los demás.
Nos encanta atribuirles a otros, la causa de nuestro estrés: «Tú me obligaste .. .», «Debo...», «Tengo que...». En realidad, hay pocas cosas en la vida (sin mencionar el empleo) que tenemos que hacer. Cuando decimos: «Tengo que hacerlo», «Debo hacerlo», «Necesito hacerlo» realmente estamos diciendo «Escojo hacerlo porque no deseo pagar las consecuencias», difícilmente podrá alguien obligarnos a hacer algo, de manera que no podemos culpar a otro de nuestro estrés. Cuando nos encontramos bajo presión, decidimos permitir que otros nos presionen. No somos víctimas a menos que permitamos que las exigencias de los demás nos presionen.
ORGANÍCESE: SEPA LO QUE TRATA DE LOGRAR
Aquí tenemos el tercer principio de Jesucristo para lidiar con el estrés: «Aunque yo sea mi propio testigo mi testimonio [...] es válido, porque sé de dónde he venido y a dónde voy» (Juan 8.14). El principio es este: Sepa lo que trata de lograr. Cristo declaró: «Sé de dónde he venido y a dónde voy». A menos que planifique su vida, y fije prioridades, experimentará la presión de lo que otros consideren importante.
Todos los días usted vive de acuerdo con las prioridades o a las presiones. No hay otra opción. O decide lo que es importante para su vida o permitirá que otros se lo dicten. Usted establece las prioridades o vive con las presiones.
Es muy fácil actuar bajo la tiranía de la urgencia, llegar al final del día y reflexionar: «¿Habré logrado algo realmente? Gasté mucha energía e hice muchas cosas, pero ¿logré hacer algo importante?». Estar ocupado no necesariamente resulta productivo. Es posible encontrarse dando vueltas en el mismo lugar sin lograr nada.
La preparación le permite sentirse calmado. Dicho de otra manera, «prepararse le evita la presión mientras que la procrastinación le da lugar a la presión». Organizarse y prepararse adecuadamente le reduce el estrés porque usted está consciente de lo que es, a quién trata de agradar y qué es lo que desea lograr como meta. Fijarse objetivos claros simplifica la vida en gran manera. Dedique unos minutos para hablar con Dios diariamente. Consulte su agenda del día y decida: «¿Realmente querré ocupar un día de mi vida de esta manera? ¿Estaré dispuesto a cambiar estas veinticuatro horas de mi vida en pro de estas actividades?».
CONCÉNTRESE: ENFÓQUESE EN UNA COSA A LA VEZ
Al menos unas cuantas personas procuraron desviar a Jesús de su plan. Trataron de distraerlo de su meta en la vida. Al amanecer el día, Jesús se dirigía a un lugar para estar solo. Aun allá, la gente lo buscaba y al encontrarlo «procuraban detenerlo para que no se fuera» (Lucas 4.42). Él intentaba irse, pero ellos trataban de hacerlo quedarse.
Así respondió Jesús: «Es preciso que anuncie también a los demás pueblos las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado» (v. 43). Él no permitió que asuntos menos importantes lo distrajeran.
El cuarto principio para manejar el estrés es este: Concéntrese en una sola cosa a la vez. Este es el principio de la concentración. Jesús era prominente en esta área. Por lo visto, todos procuraban interrumpirlo; todos tenían un plan alterno para él. Pero les respondía: «Lo siento, necesito seguir avanzando hacia mi meta». Él persistió en hacer lo que sabía que su Padre le había encomendado: predicar acerca del reino de Dios. Y estaba decidido a lograrlo. Fue persistente. Concentró todos sus esfuerzos en ello.
Cuando tengo sobre mi escritorio treinta cosas que hacer, suelo despejarlo y concentrarme en una sola. Al terminarlo, tomo otra cosa en la cual trabajar. No se puede atrapar a dos conejillos a la vez. Hay que concentrarse en uno.
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