La Herencia
de Los Longoria
Cabohe
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© Copyright 2010, 2012 Noé González Salazar (Cabohe).
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ISBN: 978-1-4269-6988-1 (sc)
ISBN: 978-1-4269-6989-8 (hc)
Library of Congress Control Number: 2011907870
Trafford rev.05/02/2012
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INDICE
TREVIÑO/
DE LA GARZA
“… que hay algunos que se cansan en saber y averiguar cosas que una vez sabidas y averiguadas no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria…”
Cervantes. Don Quijote. 2ª. Parte Cap. XXII
El Lector de este Libro, que ha sido concebido primordialmente para tratar de aclarar, enmendar o rectificar en lo posible los despropósitos y yerros involuntarios en que incurrió el Autor cuando sacó a luz su anterior que denominó “Ay Felipe V… ¡Cómo me Traes!…” y mismo que, aunque le salió algo cucho, por ser el único hasta ahora estima con ‘amor de cuervito’ como corresponde a todo buen padre para con sus retoños, habrá de poner a prueba su paciencia y dispensarle al mismo las digresiones en que incurre, pues, aferrado como está a que éste rebase por lo menos las doscientas páginas para que el Título y su seudónimo se puedan imprimir con letras más o menos grandecitas en el lomo y no pase tan desapercibido en el lugar al que de todas maneras se le ha de confinar y obviamente desoyendo el consejo aquel que dice que ‘Lo Bueno, si Breve, Dos Veces Bueno’ pero aún así confiado en que su lectura sea de interés tanto de los miembros de su círculo familiar y de sus amistades de su natural entorno norestense como de los integrantes de la que considera esa su otra familia , los distribuidores de Pinturas DuPont y empleados y funcionarios de la Compañía con quienes ha convivido por décadas y que gracias a esa circunstancia le ha sido permitido enriquecer su ánimo con la cosecha de diversas amistades a lo largo y ancho del territorio nacional de las cuales se siente tan orgulloso como agradecido, amenizando de paso su tránsito por este Planeta con variadas vivencias; bagaje que está convencido de que al fin y al cabo será lo único que le acompañe en el ineludible viaje final. Así, con la certeza de que a toda autobiografía no le faltan sus tintes de ficción y a toda ficción su propia dotación de reminiscencias autobiográficas, echa como luego dicen ‘el gato a retozar’ para incluir otros cuentos, vengan o nó al caso, de forma que el lector habrá de saltarse alternativamente unas u otras partes que no sean de su interés, aunque todas hayan sido escritas con la mejor intención de agradarle.
El Título tentativo en un principio era ‘El Investigador Sin Maestro’ en tan sólo burdo remedo para reflejar su actual condición en nostálgico recuerdo de aquellos Métodos que antaño, con candorosa ilusión, leía ávidamente, tales como ‘El Declamador Sin Maestro’, ‘Guitarra Sin Maestro’, ‘El Acordeón Sin Maestro’, etc. etc. esperando que su sola lectura obrara milagros y que lógicamente no lo pudieron convertir ni en declamador, ni en guitarrista ni mucho menos en acordeonista, dada su natural falta de tesón para esos menesteres amén de lo sabido de que ‘Lo que no te da Natura, Salamanca no procura’
Y como en forma similar, en su carácter de Distribuidor DuPont aunque se ha visto apoyado por diversos cursos, conferencias, juntas de trabajo, convenciones, pláticas motivacionales, diplomados, etc. enfocados a mejorar su precaria condición de comerciante empírico, que si bien reconoce en algo lo han cambiado para bien como persona y como comerciante, no deja de lado sus atávicas convicciones, reconociendo sus propias limitaciones y complejos con naturalidad desde que supo del dicho aquel de los antiguos romanos de que ‘el Hado (el Destino) conduce a los que lo aceptan, pero arrastra a los que lo rechazan’ y en fin de que la Rueda de la Fortuna gira para todos; que ‘ uno corre tras la liebre y otro sin correr la alcanza’; que ‘ el que nace barrigón, aunque lo fajen de chico’ y para no salirnos del ramo que simplemente ‘ hay maderas que no agarran el barniz’ , por lo que al final de sus andanzas nada raro será que el ‘Distribui-nvestiga-dor Sin Maestro’ termine por no ser ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, como dijo aquel.
Pero el caso es que, obcecado como estaba en desentrañar su genealogía familiar, así fuera a troche y moche como tantos otros asuntos en los que sin querer o queriendo se ha involucrado en la vida, con paciencia y pertinacia, con datos recabados aquí y allá durante algo más de una década, acuciado por una hasta entonces para él desconocida curiosidad, que se fue incrementando entre más avances hacía, ha logrado hacer acopio de datos que en algo le facilitaron la tarea para su propósito y aquí los pone a la consideración del Lector.
El Autor.
PRIMERA PARTE
La Herencia de
Los Longoria
FELIPE V
-Pero, ¿sabes qué?, después te platico porque acabo de recibir una llamada en la que se me convoca a una junta en Reynosa.
-Y no me lo tomes a mal, pues si alguna vez dije que ‘a falta de dólares, buenos son blasones’, nunca he negado y menos olvidado que ‘a nadie le amarga un dólar’
Fueron los dos últimos párrafos de mi libro ya mencionado, mediante el cual platicaba con Felipe V. De haber sido cierto lo de su paternidad sobre nuestro antepasado el Capitán Juan Diego Longoria y Flores Valdés, mucho tendría que comunicarle ahora.
Pero no fué así.
Después de escudriñar la vida del francesito, nieto del Rey Sol, que a sus 17 años en 1700 ocupó el trono de España no sin antes tener que vérselas con sus adversarios, en cuanto libro que de él hablara se topaba un hermano mío, con residencia en ese entonces en Sevilla y que, tan intrigado como yo al respecto, me los hacía llegar, quedé peor que antes.
Así, pude saber de su vida y milagros (que por cierto no hizo ni uno). A Felipe V, que si bien tenía un apetito sexual digamos voraz y que como luego dicen ‘ ya encarrerado el ratón, ‘chifle a su ‘máuser’ el gato’ , exigía a sus esposas, primero a la saboyana y después a la Farnesio, el fiel cumplimiento de sus deberes de alcoba aún en las ocasiones en que se encontraban ellas postradas por enfermedad, jamás se le pudo relacionar con aventuritas extraconyugales. En esto debió haber influido sobremanera en el joven Felipe la estricta educación recibida de Fénelon, su célebre preceptor (Que le fue designado por su abuelo Luis XIV, mismo que según los cineastas norteamericanos en su juventud tuvo un extraordinario parecido con Leonardo DiCaprio).
Hasta podríamos decir que, en ese aspecto, con la Farnesio, tan golosa como él, encontró Felipito la horma (¿la hormona?) de su zapato, pues como bombera, ella era capaz de sofocar fácilmente grandes incendios cuantimás méndigas lumbritas y aún se daba maña para explotar esa su literal habilidad para influir en los asuntos de gobierno y posicionar bien a sus favoritos.
Como quien dice, dejaba a Pipe sin parque para ir de caza.
Y a mí, más destanteado que un perro en el periférico al no poder encontrar el vínculo con nuestro Juan Diego (Longoria, desde luego).
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