Carlos Llano Cifuentes (1932-2010) fue presidente fundador del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE) y rector fundador de la Universidad Panamericana; su labor docente a lo largo de treinta años respalda esta obra. De su autoría, el Fondo de Cultura Económica ha publicado La amistad en la empresa (2000), Etiología de la idea de la nada (2004) y en coedición con Nacional Financiera El nuevo empresario en México (1994).
CARLOS LLANO CIFUENTES
DILEMAS ÉTICOS
DE LA
EMPRESA CONTEMPORÁNEA
Primera edición, 1997
Tercera reimpresión, 2011
Primera edición electrónica, 2015
Diseño de portada: Mauricio Gómez Morin
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ISBN 978-607-16-2328-7 (mobi)
Hecho en México - Made in Mexico
INTRODUCCIÓN
El auge de la literatura sobre la ética de empresa, vista con la mirada de hace apenas dos décadas, es sorprendente: nunca los hombres de negocios, hasta entonces, sospecharon que los asuntos éticos irrumpirían en la teoría de la empresa de un modo tan inusitado e incisivo como lo han hecho.
Esta explosión repentina, con todo lo positivo que arrastró consigo, implica sin embargo un inconveniente cuya corrección es el motivo de la presente obra, a cuyo posible lector estamos introduciendo.
Los prolíficos textos sobre ética de la empresa tienen la característica general de pensar que la ética y la empresa empiezan con ellos. Esta consideración, sin dejar de ser falsa, se explica por el enorme vacío que la precede: desde hace más de un siglo, con la revolución industrial, las empresas adquirieron una progresiva, creciente y gigantesca importancia en la sociedad.
Pero, hasta hace dos lustros, o aún menos, los empresarios consideraron siempre a sus empresas como realidades institucionales que gozaban de un prestigio —logrado, sin embargo, al margen de toda consideración ética sobre ellas—. Evidentemente, antes que por teórica, habría que desechar esta consideración por razones históricas, dado que en el devenir humano no se ha conocido ninguna institución avalada socialmente y exenta al mismo tiempo de toda regla moral.
Por su parte, la ética, el comportamiento moral de los individuos, tenía vigencia para los individuos singularmente tomados, pero era algo que debía dejarse a las puertas del mundo serio de los negocios, en donde se debatían cuestiones de tan original cuño, y de tan alto nivel, que no podían mezclarse con asuntos provenientes de otras esferas sociales y etapas históricas, de carácter doméstico, artesano o municipal.
La ética de la empresa, pues, la ética de los negocios, era algo nuevo, que debía surgir con originalidad, ya que eran dos mundos que no habían tenido aproximación ninguna entre sí.
El propósito que persigue esta obra proviene de un discurso totalmente contrario: la ética de los negocios, los grandes planteamientos éticos que se presentan hoy en el mundo de las empresas son insolubles si no se recurre a las magnas concepciones éticas que la humanidad ha tenido presentes, de manera expresa, a flor de piel, a lo largo de su multisecular historia: la ética de los negocios no puede entenderse más que como una lógica y natural continuación de las profundas soluciones éticas que se han venido acumulando en el devenir de la humanidad, de un modo progrediente y positivo, aunque, en su trayectoria de ascenso, se hayan dado huecos, baches y retrocesos.
Siempre ha habido empresas, y planteamientos éticos en ellas: desde los conflictos del nomadismo en la historia judía, hasta las gestas guerreras griegas y las conquistas de los nuevos mundos. Junto a las grandes aventuras humanas, también las cuestiones éticas se debatían entre los pequeños avatares de los negocios del hombre: los ejemplos aristotélicos son abundantes, cuando habla de mercaderes y mercados, de zapateros, carpinteros y escultores… Dar la espalda a toda esta densa cultura de carácter moral es un despropósito que sólo se explica por aquel vacío, predecesor inmediato de esa explosiva literatura sobre la ética de la empresa.
Es necesario, además, considerar otro motivo que desconecta o interrumpe los estudios éticos acerca de la empresa, de todos los demás que durante siglos se mantuvieron vigentes en el pensamiento humano. Durante siglos hubo en el mundo una concordancia ética acerca de las cuestiones decisivas de la vida del hombre. Las grandes civilizaciones —duraderas, no efímeras—, en su heterogénea y variadísima historia —en la que destaca por muchas razones la judeo-cristiana—, reconocieron como válido en su conjunto un bloque preciso —no ambiguo, sino determinado— de principios morales de la conducta.
Con la declinación del cristianismo en la cultura contemporánea, se ha dado paralelamente una cierta grieta en esta universal concordancia moral. El capítulo I del presente estudio hace un análisis acerca de cómo estos intentos de ruptura han resultado fallidos, y hoy resta sólo un concepto viable del hombre que restaura las grandes concepciones éticas de la historia.
Pero tales intentos han dejado en nuestros días un poso, un sedimento que imposibilita, a nuestro juicio —y al de muchos intelectuales de valía, de las más diversas latitudes—, un tratamiento ético serio de cualquier realidad humana, incluyendo la de la empresa.
El impedimento tiene un nombre preciso: relativismo. La esencia del relativismo moral podría expresarse de manera sucinta, y por ello no del todo completa, diciendo que el relativista considera que cualquier juicio de valor se encuentra siempre condicionado por una variable de la que dependerá su intrínseca validez. En consecuencia, no habría verdades éticas absolutas o permanentes, ya que la validez de cada juicio o dictamen moral estaría vinculada con el valor que se le otorgue a la predicha variable, la cual, por definición, no es ni permanente ni absoluta. La pregunta que se hiciera, por ejemplo, sobre la validez de esta ecuación: 2 + x = 4, sería una pregunta sin sentido, porque se tendría que contestar como definitivo algo que se encuentra en situación indefinida, es decir, en situación relativa al valor de la variable x. Si se preguntase: ¿es éticamente legítimo mentir al cliente?, el relativista contestaría: depende del cliente, del país, de la situación, etcétera.
Esta concepción relativista de la ética ha venido a acentuarse, por una nefasta coincidencia para la resolución de nuestro asunto —la ética de los negocios—, precisamente en el ámbito sajón, en donde las empresas adquieren mayor fuerza todavía que en el resto del mundo. Estamos convencidos de que tal fenómeno —vigor del relativismo y auge de los negocios— es, como lo hemos calificado, una coincidencia. No hay nada que nos indique relaciones de causa y efecto entre estos dos aspectos de nuestra cultura contemporánea, fuera, obviamente, de su coincidencia temporal y geográfica.
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