Nota final
P or inspiración divina, valor simbólico y respeto al hilo conductor del concepto literario basado en la Biblia, este libro se creó en siete días con sus noches*, basado en conocimientos estudiados, creados y recopilados por el autor durante más de tres lustros y enseñados en los programas del Colegio de Imagen Pública. En el séptimo día y por presión de sus editores, el autor no descansó.
Gracias Dios por la inspiración y por siempre ser lo que eres en tus diferentes manifestaciones: AMOR. Que siempre nos acompañes y ojalá te practiquemos más seguido.
* Corroborado bajo Notario como lo muestra el acta 99256 de la Notaría 237 del Distrito Federal a cargo del Lic. Alfredo Ayala Herrera.
Para todo el Godinato
del Colegio de Imagen Pública:
gracias por ser y hacer felicidad.
En aquellos tiempos…
E n el principio Dios creó los cielos y la tierra. Luego en esa tierra puso hierba verde que diera semilla. Creó a los monstruos marinos y demás especies según su género, para crear finalmente al hombre a su imagen y semejanza. Varón y hembra los creó con libertad hasta que cayeron en pecado, se pusieron un traje gris y colgaron a sus cinturas un gafete como lastre… así es como nació el Godín.
Y en su gran peregrinar, el Godín aprendió a convivir con sus pares aquejados de los mismos males; sabiéndose un alma en pena que deambula en el limbo entre el infierno del desempleo y el paraíso de los semidioses, paraíso al que aspira llegar: el edén de los jefes… ¡el cielo laboral!
Ese cielo donde el mal del puerco se disfruta a solas y a puerta cerrada. El oasis donde se tiene baño propio y no se escucha a Bedoya regurgitar mientras se lava los dientes. La santa gloria de no ser integrado a los chats de WhatsApp de la tanda que se convierten en semillero de memes y frases motivacionales trilladas. Esa cúpula celestial en la que dejas de ser un Godín y te conviertes en God—in! Una deidad de la oficina que, si desea crecer, sólo puede aspirar al calvario de emprender y reinar en su propio Godinato.
Y este libro te ayudará a tocar ese cielo laboral, pero antes, acompáñame a desentrañar el Godinazgo.
Si tienes esta biblia en tus manos existen altas probabilidades de que seas un Godín (así es la versión en sustantivo de Godínez), que en este momento estés godineando (también es verbo) o que simplemente estés inmerso en un ambiente agodinado (¡y adjetivo también!); por lo que no es necesario que te explique lo que es ser Godínez pues seguramente lo transpiras a kilómetros. Si todavía dudas si eres o no, responde simplemente a las siguientes preguntas:
No te preocupes en contar tus respuestas. Si contestaste que sí al menos a una de estas preguntas ya eres un Godín hecho y derecho. Ahora bien, si contestaste que sí a más de una, tu grado de Godinez es directamente proporcional al número de afirmaciones y puede ser que estés infectado hasta la médula de esta condición.
Ahora bien, tal vez no eres Godín o crees que no perteneces a esta fauna, pero probablemente es que seas mexicano por lo que sobraría describirte los usos y costumbres de dicha especie de oficina. Pero pensemos un poco en nuestros hermanos extranjeros y, cual Nancy la de recepción, démonos una embarradita con los Godínez y su origen social.
Si bien con ciencia cierta no hay un origen documentado de por qué en México un apellido se transformó en una etiqueta laboral, existen muchas teorías que intentan clarificar el nacimiento del Godinato, y todas recaen en la maravillosa cultura popular televisiva del Siglo XX.
La segunda mitad del siglo pasado coincide con el inicio de la televisión comercial en México, y este nuevo fenómeno masivo, a su vez con la transición mexicana de ser una economía industrial y agrícola, a una basada en servicios y productos de consumo; lo que hizo que se crearan muchos trabajos de oficina y se empezara a vivir una cultura más urbana.
Este fenómeno rápidamente acaparó la atención de los productores televisivos, pues sabían que su audiencia eran los trabajadores de oficina que tenían el capital para comprarse un aparato y que gustaban de llegar a su casa después de trabajar para divertirse en familia frente al televisor. Por esta razón, en 1958, la segunda telenovela producida en el país abordó la temática del ambiente vivido en la oficina y los sinsabores del empleado promedio: Gutierritos, que relató la vida del bueno y trabajador Ángel Gutiérrez, a quien su jefe lo minimiza llamándolo en diminutivo, y de quien todos se aprovechan por su falta de temple y carácter. Y esta telenovela fue todo un éxito.
Tan fuerte fue el impacto social de Gutierritos, que México se paralizaba a las 18:30 horas de lunes a sábado, y por supuesto, hizo que a los resignados trabajadores de oficina se les empezara a llamar así: “Gutierritos.” Y ser Gutierritos se convirtió en un estigma social para cualquier persona inmersa en el ambiente laboral medio.
¡Gutierritos es el papá de Godinez! Pero… ¿Por qué mutó el apellido?
Bueno, pues aquí es donde entran las teorías y te voy a revelar la mía, pero antes es bueno saber que, con el éxito de Gutierritos, creció la industria telenovelera en México y también de programas de comedia, en donde el estereotipo del Gutierritos era un personaje constante en la televisión sesentera y setentera.
Uno de los personajes más conocidos y queridos, que también así se le llamó por un tiempo a los oficinistas… ¿quién crees que fue?… ¡Can, can can can, can can!
Si entendiste este chiste estás ya muuuuuy ruco, pues estamos haciendo referencia a Peritos, el oficinista burócrata y perdedor de El mundo de Luis de Alba; aunque también es prudente mencionar a toda la familia laboral del programa de comedia Mi secretaria, que por cierto: “¡Qué bonita familia! ¡Qué bonita familia! ¡Qué bonita familia!” (otro chiste de rucos). Con estos antecedentes entremos a mi tesis del origen del término Godín.
En 1980, surge en México la nueva versión de uno de los programas más queridos de toda Latinoamérica: Chespirito. En esta nueva versión, después del éxito de la serie El Chavo del ocho, Roberto Gómez Bolaños decidió ubicar los sketches de los personajes de El Chavo más en el ambiente de la escuela que en la vecindad, por lo que empiezan a ser más recurrentes las apariciones de un personaje al que antes se le veía poco: Godínez. El desinteresado, solitario y despistado niño sin nombre, que sacaba de quicio al profesor Jirafales por su insuficiencia académica e intelectual.
¿Pero qué relación hay entre este “niño” Godínez y el ambiente oficinista actual? ¡Muy poca! Pero gracias a las infinitas retransmisiones de El Chavo, para toda una generación el apellido Godínez se convirtió en sinónimo de mediocridad. Misma generación que hoy domina el ambiente laboral y a quien el apellido Gutierritos o el mote Peritos ya no le hacía gracia ni sentido, por lo tanto… ¡Bienvenido Godínez a la oficina con todo y sus malas prácticas!
Y así es como creo que se acuñó el término que deriva en la escritura de este libro. Gutierritos—Peritos—Godínez, la santísima trinidad de la mediocridad laboral. Pero no te confundas, y mucho menos te ofendas, querido Godín, no te estoy llamando mediocre ni estoy diciendo que los Godínez representan lo peor de la vida profesional. ¡Al contrario! Pues lo más interesante del término al día de hoy es que… ¡Ser Godín ya no es peyorativo!
Actualmente nos autoproclamamos Godínez y vemos con humor todas las vicisitudes del ambiente laboral. Sabemos que por el simple hecho de pertenecer a la vida corporativa y estar inmersos en una oficina pública o privada, tenemos que pasar por una serie de rituales día con día para así tener ingresos de manera relativamente cómoda y estable. Hoy somos orgullosamente Godínez y nos aceptamos como tales, y lo mejor de todo, sabemos claramente diferenciar entre las buenas y malas prácticas Godínez, las nocivas de las positivas, las que destruyen de las que construyen, las improductivas de las productivas, las que están out de las que están in. Hoy ser Godín puede estar “in”…