Empatía
SERIE INTELIGENCIA EMOCIONAL DE HBR
Reverté Management
Barcelona · México
Harvard Business Review Press
Boston, Massachusetts
¿Qué es la
empatía?
Daniel Goleman
L a palabra «atención» viene del latín attendere, que significa «estirarse hacia». Define a la perfección lo que es centrarse en los demás, una actitud que constituye la base de la empatía y de la habilidad de construir relaciones sociales, el segundo y el tercer pilar de la inteligencia emocional (el primero es la conciencia de uno mismo).
Es fácil reconocer a los ejecutivos que pueden centrarse en los demás de forma eficaz. Son los que encuentran puntos en común, cuyas opiniones tienen más peso, y con los que todos quieren trabajar. Son líderes naturales, con independencia de su nivel en la sociedad o en una organización.
La tríada de la empatía
Lo más frecuente al hablar de empatía es considerarla un atributo único. Pero, si observamos con más detenimiento en qué se centran los líderes cuando manifiestan su empatía, veremos que hay tres tipos, todas ellas importantes para ejercer un liderazgo eficaz:
- Empatía cognitiva: la capacidad de entender la perspectiva de la otra persona.
- Empatía emocional: la capacidad de sentir lo que otra persona siente.
- Interés empático: la capacidad de entender lo que otra persona necesita de ti.
La empatía cognitiva permite a los líderes comunicarse de formas que tienen sentido para los demás; una habilidad esencial para lograr el mejor rendimiento de sus subordinados. Contrariamente a lo que podría esperarse, ejercer la empatía cognitiva requiere que los líderes piensen sobre los sentimientos, en lugar de sentirlos directamente.
La empatía cognitiva es una cualidad típica de las personas que tienen una actitud de investigar y profundizar. Como decía un destacado ejecutivo con este rasgo: «Siempre lo he querido aprender todo, entender a todos los que tenía a mi alrededor, por qué pensaban como lo hacían, por qué hacían lo que hacían, qué estaba bien para ellos y qué no». Pero la empatía cognitiva también es resultado de la conciencia de uno mismo. Nuestro cerebro cuenta con unos circuitos ejecutivos que se activan cuando pensamos sobre nuestros propios pensamientos. Con estos circuitos podemos monitorizar los sentimientos que surgen de ellos. A la vez, nos permiten aplicar el mismo razonamiento a las mentes de otras personas cuando dirigimos nuestra atención de ese modo.
La empatía emocional es importante para la mentorización eficaz, gestionar bien el área de clientes y entender las dinámicas de grupo. Se origina en el «cerebro medio», situado justo por debajo de la corteza cerebral (la amígdala cerebral, el hipotálamo, el hipocampo y el córtex orbitofrontal), que nos permite sentir rápido sin pensar en profundidad. Nos sintoniza con los demás evocando en nuestro cuerpo sus estados emocionales: literalmente, siento tu dolor. Los patrones de mi cerebro coinciden con los tuyos cuando te escucho explicar una historia fascinante. Como dice Tania Singer, directora del departamento de Neurociencia Social del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y del Cerebro, en Leipzig (Alemania): «Necesitas entender tus propios sentimientos para entender los de otros». Para acceder a tu capacidad para la empatía emocional debes combinar dos tipos de atención: un foco deliberado en el reflejo que tienen sobre ti los sentimientos de otra persona y una especial sensibilidad para entender los rasgos faciales, el tono de voz y otros detalles visibles de la emoción de esa persona (véase a continuación «Cuando la empatía se tiene que aprender»).
CUANDO LA EMPATÍA SE TIENE QUE APRENDER
La empatía emocional se puede desarrollar. O, al menos, esta es la conclusión a la que se ha llegado en la investigación realizada por Helen Riess, directora del Programa de Empatía y Ciencia Relacional del Boston’s Massachusetts General Hospital, en la que los participantes eran médicos. Para ayudarles a observar sus interacciones con los pacientes, Riess inició un programa en el que aprendían a concentrarse a través de una respiración profunda diafragmática y cultivando cierto desapego, manteniendo sus interacciones a cierta distancia, por así decirlo, en lugar de dejarse llevar por sus propios pensamientos y emociones. «Suspender tu propia implicación para poder observar lo que está ocurriendo te proporciona una conciencia atenta de la interacción, sin reaccionar automáticamente a todas las situaciones», dice Riess. «Eres capaz de ver si tú mismo estás saturado o equilibrado. Puedes percibir lo que revela la situación». Si un médico se da cuenta de que se siente incómodo, por ejemplo, puede ser una señal de que el paciente también lo está.
Los que se sienten completamente perdidos en una situación pueden mostrar empatía emocional esencialmente fingiéndola hasta que aparezca, añade Riess. Si actúas de forma solícita, mirando a la gente a los ojos y prestando atención a sus expresiones, incluso cuando no tienes un especial deseo de hacerlo, puedes empezar a sentirte más implicado.
El interés empático, que está estrechamente relacionado con la empatía emocional, te permite algo más que sentir lo que sienten los demás: saber qué necesitan de ti. Es lo que esperas de tu médico, tu esposa o tu jefe. El interés empático tiene sus raíces en la misma circuitería cerebral que incita a los padres a prestar atención a sus hijos. Fíjate adónde se dirigen los ojos de la gente cuando alguien llega a una sala con un precioso bebé, y verás cómo se activa este centro del cerebro mamífero.