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Título original: How to Break up with your Phone
Edición en formato digital: septiembre de 2018
© 2018, Catherine Price
© 2018, Ten Speed Press
© 2018, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
© 2018, Alfonso Barguñó, por la traducción
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ISBN: 978-84-17338-01-5
Composición digital: M.I. Maquetación, S.L.
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Hemos pasado buenos ratos a su lado, nos ha acompañado a cenas y bodas... Pero ha llegado el momento de decir «querido móvil: ¡tenemos que hablar!»
¿Tu teléfono es lo primero que buscas por las mañanas y lo último que ves antes de ir a dormir? ¿Miras tu móvil con frecuencia solo para verificar y cuarenta y cinco minutos más tarde te preguntas cómo ha pasado todo este tiempo? ¿Dices que quieres desengancharte de tu teléfono, pero no tienes ni idea de por dónde empezar?
El móvil puede ser un arma de doble filo y, si no aprendemos a usarlo, podemos llegar a depender seriamente de él. Sin apenas darnos cuenta, estos dispositivos están cambiando nuestro modus operandi e, incluso, nuestro cerebro: los hábitos, la capacidad de concentración, los patrones de sueño, nuestra memoria y, sobre todo, nuestras relaciones sociales se ven afectadas por el uso continuo del Smartphone. Para poner solución a esta realidad, Catherine Price nos propone:
—Estrategias y trucos para desengancharnos del móvil.
—Un plan de 30 días para dejar de pasar horas y horas frente a él.
—Cómo configurar nuestro teléfono para aprovechar al máximo su potencial.
En este libro descubrirás cómo las aplicaciones están diseñadas para ser adictivas, y aprenderás cómo nos afecta el tiempo que pasamos enganchados. Todos tenemos esta relación amor—odio con el móvil, pero ha llegado el momento de tomar de nuevo el control nuestro tiempo y de nuestra vida.
Querido móvil:
Todavía recuerdo el día que nos conocimos. Tú eras un caro artefacto que solo se podía conseguir por AT&T; yo, una persona capaz de recitar de memoria los números de teléfono de mis mejores amigos. Debo reconocer que cuando apareciste me quedé prendada de tu pantalla táctil. Pero estaba demasiado ocupada intentando teclear un mensaje de texto en mi antiguo teléfono para empezar con algo nuevo.
Luego te tomé en mis manos y todo empezó a ir muy rápido. Poco después lo hacíamos todo juntos: dar paseos, almorzar con amigos, irnos de vacaciones. Al principio me parecía raro que quisieras venir al cuarto de baño conmigo, pero ahora este es otro de aquellos momentos, antaño privados, que compartimos.
Somos inseparables, tú y yo. Eres lo último que toco antes de irme a dormir y lo primero que busco por la mañana. Recuerdas mis citas con los médicos, mi lista de la compra, mi aniversario. Me das GIF y graciosos emojis que puedo enviar a mis amigos cuando es su cumpleaños para que, en lugar de enfadarse porque no les llamo, piensen: «¡Oh, unos globos animados!». Me dejas organizar reflexivamente mis estrategias de escapismo, y te estoy agradecida por ello.
Móvil, eres increíble. Y lo digo literalmente: no solo me ayudas a viajar por el tiempo y el espacio, sino que también me maravilla cuántas veces me he acostado tres horas más tarde de lo habitual hipnotizada por tu pantalla. Son innumerables las ocasiones en las que nos hemos ido a la cama juntos y, en un momento dado, he tenido que pellizcarme para ver si estaba soñando, y, créeme, quiero estar soñando, porque desde que nos conocemos ya no duermo como antes. Me cuesta creer que me hayas hecho tantos regalos, aunque, en realidad, muchos de ellos los compré en línea yo misma, mientras nos tomábamos un baño para «relajarnos».
Gracias a ti, nunca me ha preocupado estar sola. Siempre que estoy angustiada o contrariada me das un juego, o noticias, o el vídeo viral de un oso panda, y así me olvido de mis sentimientos. ¿Y qué decir del aburrimiento? Hace apenas unos años, a menudo no me quedaba otro remedio que soñar despierta, o pensar, para que corriera el tiempo. Incluso había veces que cuando subía en el ascensor de la oficina no tenía otra cosa que hacer que mirar al resto de los pasajeros. ¡Durante seis pisos!
Ahora ni siquiera recuerdo la última vez que me aburrí. En realidad, no recuerdo muchas cosas. Por ejemplo, cuándo fue la última vez que comí con mis amigos sin que nadie sacara el móvil. O cómo era poder leer un artículo de una revista de una sentada. O lo que he dicho en el párrafo anterior a este. O de quién era el texto que estaba leyendo antes de chocar con aquel poste.
O cualquier otra cosa. Quiero decir que me parece que no puedo vivir sin ti.
Y por esto es tan difícil decirte que tengo que dejarte.
INTRODUCCIÓN
Dejemos una cosa clara desde el principio: el objetivo de este libro no es que tiremos el móvil para que lo aplaste el próximo autobús que pase. De la misma manera que dejar a alguien no significa que renunciemos a toda relación humana, «dejar» el móvil no significa que cambiemos la pantalla táctil por el dial del teléfono.
Al fin y al cabo, hay muchas razones por las que nos gustan los teléfonos inteligentes. Son cámaras. Son DJ. Nos ayudan a estar en contacto con la familia y los amigos, y saben la respuesta a cualquier pregunta que nos imaginemos. Nos informan del tráfico y del tiempo; guardan nuestra agenda y nuestra lista de contactos. Los móviles son herramientas increíbles.
Pero también tienen algo que nos hace actuar a nosotros como si fuéramos herramientas. A la mayoría de nosotros nos cuesta estar toda la comida, ver una película o esperar en un semáforo sin mirar el móvil. En las raras ocasiones en las que lo dejamos en casa o en el escritorio, lo buscamos con actos reflejos, y nos sentimos ansiosos, inevitablemente, cada vez que nos damos cuenta de que no está ahí. Si somos como la mayoría de las personas, ahora mismo tendremos el teléfono al alcance de la mano y, con solo mencionarlo, nos entrarán ganas de mirar algo. Como las noticias. O los mensajes de texto. O el correo electrónico. O el tiempo. O cualquier cosa.