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SINOPSIS
¿Qué tienen en común tu cuenta de Instagram y la pulsera de actividad que llevas en tu muñeca? ¿Por qué te sientes intimidado cuando la policía te identifica por la calle, pero no te preocupa lo que las aplicaciones de tu móvil hacen con tus datos de geoposicionamiento?
Estas preguntas tienen una respuesta en común: cómo se usan los datos que damos, que generamos con nuestra vida, los que facilitamos voluntariamente en algún momento, los que dejamos sin saberlo, y los que se infieren de ellos.
Datanomics
Todos los datos personales que das
sin darte cuenta y todo lo que las
empresas hacen con ellos
PALOMA LLANEZA
Todos entendemos las alegrías de nuestro mundo siempre conectado: las conexiones, que los demás nos valoren, las risas, la información. Sin embargo, apenas estamos empezando a considerar su coste.
A NDREW S ULLIVAN (2016)
Actual presidente y director ejecutivo (CEO)
de Internet Society (ISOC)
Aquellos que renunciarían a una libertad esencial para comprar un poco de seguridad momentánea, no merecen ninguna de las dos.
B ENJAMIN F RANKLIN
Un mundo construido a partir de lo familiar es un mundo en el que no hay nada que aprender. Es un mundo en el que existe autopropaganda invisible que nos adoctrina con nuestras propias ideas.
E LI P ARISER en The Economist, 2011
Un Estado injusto es más peligroso que el terrorismo, y demasiada vigilancia fomenta un Estado injusto.
R ICHARD S TALLMAN
A Chiqui, por su fe inquebrantable.
Y por su paciencia también.
Introducción
¿Qué es más peligroso, una Roomba que barre tu casa o dejar el coche abierto? ¿Qué tienen en común tu cuenta de Instagram y la pulsera de actividad que llevas en la muñeca? ¿Por qué, a pesar de no haber impagado nunca una deuda, te deniegan un crédito por haber comprado en una determinada tienda? ¿Por qué te sientes intimidado cuando la policía te identifica por la calle pero no te preocupa lo más mínimo lo que las empresas de aplicaciones de tu móvil hacen con tus datos de geoposicionamiento?
Todo ello está relacionado con cómo se usan los datos que nos rodean: los que damos, los que generamos con nuestra vida, los que facilitamos voluntariamente en algún momento, los que dejamos sin saberlo y los que se infieren de ellos. Estos datos reflejan comportamientos y pensamientos profundos perfectamente identificados e individualizados, que facilitan a las empresas y a los Estados la toma de decisiones sobre nosotros, pues así saben lo que vamos a hacer en cada momento.
En algunas culturas primitivas las personas huían de las cámaras fotográficas con el temor de que éstas les robara el alma. Pero, en el mundo digital, las técnicas de análisis permiten a grandes compañías o instituciones analizar nuestras interacciones digitales y obtener de nosotros una fotografía interna con un enorme grado de precisión. Es una instantánea de nuestro pensamiento político, orientación sexual, filias y fobias, carácter, debilidades y fortalezas...
A finales de octubre de 2018, Tim Cook, CEO de Apple, la empresa estrella de Silicon Valley con unos beneficios anuales difíciles de asimilar por un cerebro humano, alabó con vehemencia las bondades de la regulación europea de protección de datos personales. Cook pidió nuevas leyes de privacidad en Estados Unidos en línea con la norma europea, advirtiendo que la actual recopilación y tratamiento de cantidades ingentes de datos personales por parte de determinadas empresas perjudica gravemente a la sociedad.
Aunque en los últimos años haya sido difícil ver modelos de negocios tecnológicos que no se hayan basado en la prestación de servicios sin precio a cambio de una extracción de datos personales masiva, hay muchas empresas innovadoras que no centran sus beneficios en el mercadeo de los datos. Apple vende hardware caro y aspiracional, y sus beneficios no dependen, en modo alguno, de cuánto y cómo se entromete en la vida de sus clientes. No es de extrañar, por tanto, que Cook cargase contra las empresas extractivas de datos, a las que bautizó como el «complejo industrial de datos que se arma contra nosotros con eficiencia militar». El CEO de Apple fue un fiel defensor de la vida privada y, como alguien que sabe de lo que habla, dejó claro que tenemos un problema real, no imaginado ni exagerado.
No puedo negar que me sentí reforzada cuando dejó claro que los que compartimos su opinión no necesitamos una camisa de fuerza o un sombrero de papel de aluminio. Para Cook, «las plataformas y los algoritmos que prometieron mejorar nuestras vidas están magnificando nuestras peores tendencias... los actores malintencionados y los gobiernos han aprovechado la confianza de los usuarios para profundizar las divisiones, incitar a la violencia e, incluso, socavar nuestro sentido compartido de lo que es verdad y de lo que es falso... En Apple respaldamos plenamente una ley federal de privacidad integral en Estados Unidos. Es hora de que el resto del mundo siga el ejemplo de la UE». Para Tim Cook, regular cómo se recaban y usan nuestros datos no es una barrera para la innovación: «Esta noción no sólo es errónea, sino que es destructiva... El potencial de la tecnología se basa en la fe que la gente tiene en ella».
Tras más de veinticinco años dedicándome al Derecho TI, no puedo estar más de acuerdo con el diagnóstico de Cook. En este tiempo, hemos pasado de tener un contrato con Telefónica, monopolista en la prestación de los servicios de telecomunicaciones, a un entorno competitivo en donde el límite de los servicios de transporte de datos era la imaginación de los prestadores y del regulador. Con la apertura de los portadores de los datos y la generalización del ADSL como alternativa al cable, pudimos dejar de vivir en vilo cada vez que la música de nuestro router no seguía las notas necesarias para engancharse a la red. La conectividad trajo mejoras de las interfaces web y una cierta despreocupación en cómo escribíamos el código. El almacenamiento no era barato, pero los PC venían ya con inteligencia y capacidad mejoradas, lo que no permitía ser menos cuidadoso con lo que se transmitía. El negocio aún no dependía enteramente de los datos aunque las empresas de contenidos empezaban a sufrir la dictadura del clic, tan transparente en cuanto al impacto real de la publicidad.