Un libro con el que descubrir tu sexualidad, desterrar mitos y creencias sin fundamento, conocer mejor tu cuerpo y aprender a disfrutar de tus relaciones sexuales.
Hoy en día tenemos a nuestro alcance numerosa información sobre sexualidad, pero no siempre es adecuada (o simplemente no recurrimos a ella). Gracias a la complicidad y al desparpajo de su abuela, la sexóloga Ana Sierra nos aclara numerosas dudas y tabúes que se mantienen a pesar del paso de los años.
Con un estilo desenfadado y riguroso, la autora nos transmite sin tapujos gran cantidad de claves para entendernos mejor a nosotros mismos y a los demás porque, contrariamente a lo que habitualmente creemos, la sexualidad está en todo y nos acompaña a todas partes.
De manera que, en las distintas situaciones a las que nos enfrentamos cada día, hagamos el amor y mantengamos relaciones sexuales, pero, eso sí, de manera muy consciente.
Conversaciones sexuales con mi abuela
Ana Sierra
Título: Conversaciones sexuales con mi abuela
© 2017, Ana Sierra
© 2017 de esta edición: Kailas Editorial, S.L.
Calle Tutor, 51, 7. 28008 Madrid
Diseño de cubierta: Rafael Ricoy
Realización: Carlos Gutiérrez y Olga Canals
ISBN ebook: 978-84-17248-04-8
ISBN papel: 978-84-16523-96-2
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Índice
«RECORDAR: Del latín re-cordis,
volver a pasar por el corazón».
Eduardo Galeano
Para todas las personas que deseen recordar
las aventuras de esta abuela y su nieta,
descubriendo que la sexualidad
es un presente y la edad solo un número.
A mi abuela, por tanta generosidad y por ofrecerme
dos de las mejores experiencias de mi vida.
Ser su nieta y escribir este libro.
A ti, JC, porque trajiste a mi vida
la calma y la alegría de amar.
A mi familia, que me ha apoyado en esta
y en cada una de mis aventuras.
A mis amistades, mentores, colegas, alumnado, pacientes
y todas las personas que llevan años
pidiéndome que escriba y han mostrado
su ilusión por leer este libro.
Al equipo de la editorial Kailas, por llevarme al huerto,
dándome libertad y luz para cumplir este sueño.
Y a ti que me lees, seas quien seas, porque abrí
mi cajita de recuerdos para ti.
Os amo.
CAPÍTULO 1
Mi abuela
«No entiendes nada realmente al menos que
se lo puedas explicar a tu abuela».
Albert Einstein
Quizá te haya sorprendido encontrar a mi abuela en un libro sobre sexología, pero no podía ser de otra manera. No es así porque vaya a hablar exclusivamente de la sexualidad en la edad dorada, aunque estará presente, es inevitable, y nos servirá a todas las personas. Si tenemos suerte.
La razón es que ella fue mi gran maestra y representa cada una de las historias, pacientes, consultas y la totalidad del alumnado que ha pasado por mi vida, tanto profesional como personal. En ti habrá algo de mi abuela, seguro, aunque ella naciese en 1920 e imagino que tú no.
Seguro que alguna vez te planteaste alguna pregunta similar a las que me transmitió ella o mantienes también su esperanza por seguir descubriendo la sexualidad y disfrutarla. Ella tenía sed de emociones, de afectos y de devorar la vida. Desde su sillón, eso sí, haciendo ganchillo y pintando sus cuadros naif, los cuales descubrían que consiguió mantener su niña despierta aunque, por fin, con muchas menos responsabilidades que cuando lo fue en su niñez.
Así de grande y mágica fue y sigue siendo. Aunque ya no disfrutemos nuestras charlas sexológicas a la hora de la comida (bueno, en mi mente a veces sí, he de confesar), muy a menudo descubro una nueva enseñanza suya. Hilo sus comentarios con numerosas informaciones que recibo en consulta o clase y me pregunto: «¿Qué diría mi abuela sobre este tema?», o pienso: «Esto lo podría haber comentado mi abuela perfectamente». Y así lo creo, porque hemos avanzado mucho, pero hay cosas que han cambiado poco y no somos tan diferentes a las personas que compartían su época. En esencia, tenemos los mismos miedos, carencias, alegrías, desinformación, vergüenzas, deseos, dudas y represiones. Como tú o yo, solo que ahora tenemos Internet y podemos hablar de ello sin tapujos. Bueno, de vez en cuando.
Hoy existe numerosa información sobre sexualidad, pero no toda es adecuada o, directamente, no recurrimos a ella. Sea como fuere, la desinformación está a la orden del día.
«Escribe un libro que llegue a todo el mundo. Divulgativo, pero con un lenguaje llano y divertido, como tú sabes», me pidieron. Al rato apareció la imagen de mi abuela.
Pero solo en mi memoria, ¿eh?, que el libro no va de apariciones del más allá, aunque algo habrá, te lo aseguro, y una serie de simpáticas anécdotas sobre nuestras charlas sexuales.
«Si pude hablar así con ella, podré escribirlo», pensé yo. «¡Ya está! Mi libro será como hablar con mi abuela y sobre lo que hubiéramos hablado si siguiésemos compartiendo sobremesas todavía». Y aquí andamos tú y yo.
En ocasiones me traslado a una de nuestras tertulias que tanto me gustaban. Bueno, nos gustaban, porque ella se encendía con cada una de las historias que me relataba y con los comentarios que yo destapaba, ruborizándose pero guerreándolos como una adolescente rebelde.
No era yo muy consciente de lo que supondrían para mí esas jugosas tertulias, cuando comenzaba a formarme como sexóloga. Me iba ofreciendo retos, con total ingenuidad al inicio, pero con absoluta picardía al finalizar nuestra charla. Me generaba inquietudes y yo a ella, iba mostrándome cómo una mujer que rondaba los noventa años podía seguir creciendo sexualmente y disfrutarlo como nunca, aunque fuera practicando sexo oral de sobremesa con su nieta y poniendo en práctica alguno de los curiosos ejercicios que yo dejaba caer.
Una tarde se me ocurrió comentar que la sexualidad estaba en todo. Entonces me dijo, sin poder o querer evitarlo: «¡Pues cómete el sexo de la sopa que se te queda frío, niña! Y además de marisco, que es más sexy aún». Yo no podía parar de reír y ella me guiñaba el ojo y se reía de ladillo. Ya sé de quién heredé la picardía, o quizá no fueron los genes, sino puro aprendizaje. Nunca supe si era efecto de su increíble elocuencia y sentido del humor o debido a la incontinencia verbal que aparece en muchas personas cuando llegan a determinada edad, por haber callado tanto e importarles un pito lo que puedan pensar de ellas. Quizá ambas cosas. Por cierto, con esa complicidad conseguía que la sopa supiera mucho más rica.
A veces nos resulta complicado entender que la sexualidad está en todo. Otras veces lo entendemos, pero solo con la cabeza, pues no lo sentimos así. Habitualmente actuamos como si la sexualidad estuviera exclusivamente en los genitales, en el coito, las pajas, el sexo anal, en el oral, pero no en el que tenía yo con mi abuela, el de chupar me refiero.