DANIEL BORES
Entre Túy Yo
Cartas a un periodista
A mis padres, por su ejemplo y sus enseñanzas.
Sois una especie en peligro de extinción.
Entre tú y yo
© 2011 Daniel Bores
1ª Edición 2008
2ª Edición 2011
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América.
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Depósito Legal:
ISBN: 978-84-92726-70-7
Impreso en Estados Unidos de América
Índice
El viejo Occidente es hoy una civilización obesa y bostezante que ha sustituido el respeto al seso por el culto al sexo y el pavor al sebo. Así las cosas no es de extrañar que el único camino transitado por muchos sea el más fácil, pendiente abajo, que no lleva a ninguna parte pero que al menos se recorre sin esfuerzo. Y esta es la cuestión: que nada cueste nada aunque, a cambio, el único fruto sea abundancia de nada.
El virus mortal de la comodidad que parece extenderse en todos los ámbitos de la vida amenaza también la comprensión del seguimiento de Jesucristo. No pocos cristianos conciben su fe en la práctica como un ejercicio religioso inocuo que nada cuesta y que, de nuevo, nada produce; ni renovación en sus vidas, ni impacto en quienes les rodean. Esa vivencia débil de la débil fe se definió en el siglo pasado como “gracia barata” y hoy podríamos llamarla “low cost”; viene a ser lo mismo: mera apariencia estéril.
Sin embargo el Reino de los cielos sigue siendo de los valientes (Mt.11,12), de los que apuestan fuerte y renuncian a todo para ganarlo todo, en el nombre de Jesús de Nazaret (Mt.16,24-26). Estos siempre fueron y siempre serán menospreciados por los que creen “saber vivir” sólo porque no creen en nada con pasión; pero los valientes tienen la convicción en lo más íntimo de su ser de que han escogido la “mejor parte”, que han hecho la mejor elección, que todo lo demás es apenas basura (Filip.3,7-8) que sólo los necios querrían acumular.
Quien lea las cartas que siguen se sentirá retado como cristiano a una experiencia de su fe más arriesgada, más comprometida, pero también mucho más fructífera porque Cristo sabe corresponder a quien le busca y le sigue de corazón. Quien lea estas cartas y aún no sea cristiano sentirá esa mezcla de atracción y temor que siempre produce el Evangelio de Jesús, porque provoca a una elección definitiva en la que se pone en juego la vida ante el presente y ante la eternidad. El paso adelante que unos y otros estamos llamados a dar se hace posible a impulsos del amor eterno que Dios nos tiene, demostrado en la cruz de Cristo Jesús. Este libro que vas a leer alienta ese paso, esa decisión, y ahí radica su mayor virtud.
Emmanuel Buch
Madrid, 2008
Honesto, sincero, no pretende argumentar para convencer, sino exponer la realidad desnuda, tal como somos, aunque no nos guste, pero es un ejercicio de autenticidad que la sociedad laica y postmoderna está demandando. Hartos de marketing y estrategias comerciales, huyen de todo lo que huela a propaganda religiosa, por eso, este libro encaja bien en el contexto y la época que nos ha tocado vivir.
Conozco a Daniel Bores (Dani para los amigos) desde hace tiempo. Hemos librado juntos varias batallas por el Reino de los Cielos. Se que tiene dos pasiones: la música y el deporte. Ambas quedan reflejadas en el texto, aportando ilustraciones visuales, prácticas y comunicativas de esos dos mundos. En este sentido, el libro no aburre, entretiene y mantiene bien el interés, hasta envolverte en el proceso epistolar con su amigo. Carta a carta, Dani abre su corazón y te obliga a abrir el tuyo. No es fácil quedar indiferente.
He resistido la tentación de sugerir al autor cambios en la redacción para añadir conceptos e ideas que me parecían adecuados. Es lógico que desde mi experiencia crea que esas sugerencias eran pertinentes, pero hubieran eliminado la frescura del manuscrito original y bloqueado la comunicación directa y espontánea que contiene cada página y que, seguro, es más relevante para los jóvenes del siglo XXI que todas mis sugerencias juntas.
Aunque el texto está planteado como respuestas a las preguntas que un amigo no cristiano hace al autor, y de hecho, sería ese público no cristiano el primer beneficiado por su lectura, también los jóvenes creyentes pueden sacar mucho provecho. Las preguntas y respuestas de Dani son comunes también para muchos jóvenes evangélicos, de modo que todos pueden sacar mucho provecho de su lectura, y espero que así sea, que se lea mucho y en muchos lugares.
En cada carta, el autor presenta ideas originales e interesantes, fruto de una introspección poco común en un joven, pero que apunta a una madurez ya reconocible y fructífera. Algo que nos anima a creer que esta primera obra no será la última, sino el principio de una contribución seria a la literatura evangélica. Tal vez sea pronto para afirmar tal cosa, pero movido por la amistad y la esperanza, me arriesgo a creer que así será, para la gloria de Jesús y el avance de su Reino.
José Pablo Sánchez
Madrid, 2008
¡Hola!
Después de nuestro encuentro el otro día, he estado pensando bastante sobre lo que me dijiste. Normalmente tengo la costumbre de darle vueltas a todo lo que me ocurre, y por eso supongo que he decidido aceptar tu propuesta; y sí, puedes contar conmigo para lo que quieras.
También tengo que decirte que, sobre mucho de lo que me preguntes, sabré poco más o menos como tú; pero seguro que tendré mucho interés en informarme sobre aquellas cosas que me preguntes y no sepa responderte.
Lo que más me impactó de nuestra conversación fue tu forma de hablar de la juventud, ese amor que tienes por la gente de tu edad, hasta tal punto que parece como si, en vez de tener veintidós años, tuvieras treinta y dos, y pudieras ver esta etapa como agua pasada.
También me encantó tu espíritu optimista, que en estos tiempos está en peligro de extinción, sobre todo si no es ese optimismo bobo que más bien podría denominarse Carpe Diem, y que deja a la improvisación cualquier cosa que venga.
Por todo esto me he decidido a colaborar contigo en tu futura tesis doctoral (aún te quedan dos añitos, pero haces bien en ir pensando en ello), que leeré con mucho gusto cuando la termines, porque un tema como el que has elegido no se ve todos los días, y menos en la Facultad de Ciencias de la Información.
Llevo tiempo pensando en nuestra generación, y hacerlo me produce sentimientos dispares, que fluctúan de un día para otro. A veces pienso como tú (ojalá fueran más veces), y otras pienso que no hay remedio, que el postmodernismo se nos ha comido a todos, como si de un monstruo se tratara. Pero, de una u otra forma, tengo seguro que, si bien hemos perdido muchas batallas, la guerra aún no ha terminado.
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