A lo largo de este libro desmontaré la idea que se nos ha impuesto de felicidad asociada solo al disfrute personal y a pasarlo bien. Seremos crítico s respecto a una sociedad que nos impone ser felices como norma para demostrar que estamos bien y que no somos menos que los demás, y veremos cómo lo realmente importante es aprender a encontrarse bien con nosotros mismos. Y esto pasa por aceptarnos tal y como somos, entender nuestras emociones, tanto las agradables como las desagradables, y no evitar caernos y dejar de cometer errores, sino aprender a levantarnos.
En la primera parte del libro hablaré de lo que es y de lo que no es la felicidad. Ser feliz no implica estar alegre todo el día, sino que está más relacionado con entender las emociones, saber lo que nos ocurre, el porqué y cómo manejarlo, todas ellas habilidades de la inteligencia emocional. Hablaré de las emociones, qué son, cómo aprender a conocerlas mejor, cómo nos afectan en nuestra vida diaria y cómo manejar las desagradables a la vez que potenciamos las agradables.
La segunda parte del libro la he titulado «Los enemigos de la felicidad». Profundizaremos en nuestros pensamientos, las creencias limitantes, la rumiación, el rencor, la comparación social, el móvil como anestesiador emocional… Cómo muchas veces somos nuestros peor es enemigos y nos ponemos trabas a la hora de sentirnos bien.
Terminaré con «El método para incrementar el bienestar emocional» . Quizá el nombre de método pueda parecer un poco presuntuoso, pero no pretendo que sea un método científico, sino las conductas y actitudes que la ciencia confirma que te ayudará n a incrementar el bienestar emocional, junto con otros descubrimientos que he ido experimentando y observando en mi día a día como psicóloga sanitaria y en mi vida personal y familiar. Explicaré de forma detallada cómo llevarlo a cabo.
Y, finalmente, quería añadir que me hubiera gustado usar un lenguaje inclusivo, pero no lo he hecho temiendo cansar al lector. Espero con ello que nadie se sienta discriminado o discriminada.
D esde que nacemos nos venden la idea de que tenemos que perseguir nuestra felicidad, que para triunfar en la vida hay que ser felices, y, además, en este siglo XXI , colgarlo en las redes sociales para demostrar al mundo lo bien que estamos. Pero ¿realmente es necesario ser feliz?
La respuesta es, como en la mayoría de las cuestiones de la vida, depende. Depende de lo que entendamos por felicidad. Si nuestro objetivo es sentir alegría las veinticuatro horas del día, cada día de la semana, no solo no es necesario ser feliz, sino que lo más probable es que terminemos sintiendo una gran frustración porque nos hemos marcado un objetivo imposible de lograr.
Lo que realmente necesitamos es encontrarnos bien, a gusto, en calma y en paz con nosotros mismos. La pandemia ha cambiado la forma de relacionarnos con el mundo. Tanto en primera persona como con los demás, y ha puesto en jaque nuestro sistema de creencias y de valores. La idea de felicidad hedónica —es decir, de estar todos los días haciendo cosas que nos gustan— se ha tornado difícil de lograr por las restricciones que la pandemia nos ha impuest o. Los arcoíris de colores, los unicornios y los cuentos de hadas son preciosos, pero como elementos inspiradores, no como filosofía de vida.
El objetivo es conseguir bienestar emocional. Debemos entender que la vida no es de color de rosa ni tampoco blanca y negra. Al igual que en la naturaleza están presentes todos los colores , y somos capaces de apreciarlos, en nuestro interior sentiremos todas las emociones —las agradables y las desagradables—, y tendremos que aprender a reconocerlas y a comprenderlas para así aceptarlas y poder manejarlas.
Hagamos una reflexión: en nuestros años de enseñ anza formal, ¿cuánto tiempo has dedicado a entender cómo te sientes, a adquirir esa inteligencia emocional tan necesaria en la vida? Me temo que la respuesta es poco, muy poco. Si sabemos algo es por lo que hemos leído, por los vídeos que hemos visto, por la terapia psicológica que hemos recibido para superar algún bache de la vida o porque queríamos aprender a gestionar mejor la ansiedad, el estrés o la tristeza. Por desgracia, la educación emocional todavía no está implantada en el sistema educativo, aunque cada vez son más las escuelas, e incluso las empresas, que, siendo conscientes de su importancia, ofrecen esta formació n a sus alumnos y empleados.
Al trabajar el bienestar emocional, además de sentirnos mejor, conseguiremos el equilibrio emocional tan necesario para enfrentarnos a los problemas.
Hemos vivido varias olas de la COVID-19 que se han llevado la vida de muchas personas dejando un vacío desolador, con duelos truncados ante la imposibilidad de despedirnos de nuestros familiares o amigos. Desde el inicio de la pandemia los profesionales de la salud mental hemos insistido en que la población no estaba preparada para afrontar los efectos del confinamiento, las muertes y las restricciones, y que tendríamos una oleada de problemas de salud mental que durar ía más que la vírica. Por eso, ahora es más necesario que nunca invertir en la prevención de la salud emocional.
Antes de la COVID-19 los trastornos mentales afectaban al veinticinco por ciento de la población, y con la pandemia y las restricciones esta proporción se ha incrementado. Se estima que los problemas de salud mental costarán a la economía global más de dieciséis millones de dólares en 2030, entre los costes directos —medicamentos, atención sanitaria, terapias…— e indirectos —p érdida de productividad—. De hecho, en la actualidad, la depresión es la principal causa de invalidez en todo el mundo.
Está claro que una vez que ha aparecido el problema hay que enfrentarse a él y resolverlo, pero quizá la clave para evitarlo esté en invertir en la prevenció n. Conocer cómo funciona la mente, el cuerpo y las emociones nos ayudará. El objetivo de este libro es saber, entre otras cosas, qué es lo que ocurre cuando nos sentimos sin fuerza o sin energía, o cuando sentimos que las cosas no son como nos gustaría y la rabia interior se apodera de nosotros.
Esta lectura no pretende sustituir el proceso terapéutico, sino ayudar a comprendernos mejor, a entender nuestras emociones, có mo funcionamos, por qué en ocasiones actuamos como si fuésemos nuestro peor enemigo —si te sientes identificado con esta frase, tranquilo, todos lo hacemos— y dotarnos de estrategias que nos ayuden a sentirnos mejor con nosotros mismos.