Elizabeth Clapés es psicóloga y en su cuenta de Instagram @esmipsicologa, donde tiene una gran comunidad con miles de seguidores, comparte todo tipo de consejos y tips para cuidar de nuestra salud mental y aprender a cuidarnos y querernos.
Edición en formato digital: febrero de 2022
© 2022, Elizabeth Clapés
© 2022, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
Diseño de portada: Penguin Random House Grupo Editorial
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ISBN: 978-84-1894-980-7
Composición digital: leerendigital.com
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Querida yo: tenemos que hablar, para mejorar nuestra salud mental y emocional y ganar en calidad de vida y felicidad de la buena.
Antes, cuando escuchaba hablar sobre la importancia de «conocerse a una misma», no lo entendía. Cuando llevas treinta años viviendo contigo, ¿se puede saber qué es lo que te falta por conocer? ¿De verdad hay algo que puede pillarte por sorpresa?
En nuestro día a día, tenemos miles de sentimientos, personas, heridas, situaciones que nos generan malestar. Identificarlas y saber distinguir las que podemos cambiar de las que no es muy importante para dejar de hacernos las preguntas de siempre ¿Por qué me noto tan sensible? ¿Por qué siempre estoy a la defensiva? ¿Por qué siento ansiedad? ¿Qué me pasa?
Por eso, querida amiga, tenemos que hablar. Vamos a parar un momento para conocernos, corregirnos, aceptarnos, perdonarnos. Y una parte muy importante: para mandar a la mierda lo que sea necesario. A ver si así podemos empezar a querernos tanto como nos merecemos, que ya toca.
Conócete y cuida de ti hasta que consigas ser tu propio refugio.
Índice
Podría dedicarle el libro a cualquiera de las maravillosas personas que tengo la suerte de tener en la vida, pero, después de todo, me lo voy a dedicar a mí.
Por todo lo que he vivido, aguantado y superado, que menudo percal.
Así que:
De mí para mí
PRÓLOGO
Antes, cuando escuchaba hablar sobre la importancia de «conocerse a uno mismo», no entendía nada. Pensaba: «Si llevas treinta años viviendo contigo, ¿se puede saber qué te queda por conocer? ¿Qué es lo que no has conocido ya? ¿De veras hay algo que te pilla de sorpresa?». En fin, que no lo entendía. No comprendía a esas personas que se iban de viaje solas para conocerse a sí mismas, «se va de viaje y punto, pero dicho así queda más bonito», pensaba yo.
Pensaba de esta forma hasta que, por cosas de la vida, empecé a notar un cambio en mí. Un cambio a la fuerza, no te vayas a pensar que me fui de viaje a Tailandia, no. Pasé por una situación muy difícil que nos llevó a mí y a mi salud mental a un límite que, hasta entonces, era desconocido para nosotras. Que ya habría estado bien que hubiese seguido siéndolo, también te lo digo, que a mí esas tonterías de «esto te ha servido para crecer como persona» me ponen muy nerviosa.
Que sí, que he aprendido, pero era más feliz sin tener ni puta idea, todo sea dicho.
En fin, a lo que iba. Que entendí lo que era conocerse cuando la vida me obligó a escucharme y a darme cuenta de que algo no iba bien (alguna que otra persona podrida por dentro también aportó su granito de arena). ¡Ah! Y la ansiedad, ella también colaboró, vamos a darle el reconocimiento que merece. He llegado a odiarla, pero ahora la quiero mucho porque (literalmente) me salvó la vida, pero eso ya da para otro libro. Que mi ansiedad fue la alarma, no el incendio, vaya.
El dolor, a veces, nos supera. Nos supera tanto que no sabemos ni por dónde cogerlo. Todo va mal, todo nos duele, todo nos sienta mal, el mundo nos parece un lugar horrible, nuestra situación, un fracaso, y lo peor: sentimos que nunca podremos salir de ahí. Es ese mismo dolor el que nos pone suave y delicadamente una venda en los ojos para que no veamos la salida. Lo hace despacio, sutilmente y con cariño para que no podamos decir que ha sido él. Para que nos culpemos a nosotros mismos, y la frustración y la culpa lo vayan alimentando poco a poco. Para que sintamos que no somos válidos, que nos ha tocado sufrir y que, en parte, nos lo merecemos. Eso es lo que hace el dolor: cegar. Hala, ya estoy llorando. Ni una página llevo escrita, verás tú cuando acabe el libro.
Lo que iba diciendo, que el dolor ciega y, por eso, como no podemos ver, hay que saber escuchar(nos). Escuchar a nuestro cuerpo.
¿Dónde duele?
¿Cuándo duele?
¿Por qué duele?
¿Desde cuándo duele?
Y mi favorita: ¿qué tendría que pasar para que dejara de doler? En ese momento, tenemos que imaginarnos diferentes escenarios, imaginarnos qué necesitamos que cambie para que nos encontremos mejor.
En este libro no voy a tratar de solucionarle la vida a nadie. Un libro puede abrirnos los ojos, enseñarnos, emocionarnos, darnos el empujoncito que necesitamos, pero no solucionarnos la vida. Ahora parece que voy a decir que «eso solo lo puedes hacer tú», pero no. Eso es mentira, es mentira porque hay circunstancias en la vida que no nos van a permitir estar bien, que nos van a hacer daño, que nos van a dejar fuera de juego . Situaciones de las que no vamos a aprender nada y nos van a dejar con mucho dolor y secuelas en las que trabajar. No todo depende de ti, por eso, no todo lo que te pasa es tu culpa ni gracias a ti.
Pero, bueno, como lo que no depende de nosotros no podemos cambiarlo, vamos a centrarnos en lo que sí está en nuestra mano.
Así que, querida..., tenemos que hablar:
Tenemos que hablar porque vivimos comiéndonos la cabeza, teniendo diálogos internos que nos perjudican y ahogándonos en ansiedad quince veces a la semana por cosas que están fuera de nuestro alcance.
Tenemos que hablar porque mucho torturarse y tener conversaciones eternas que acaban peor de lo que empezaron, pero poco comunicarse asertivamente con nuestro «yo interior».
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