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Primera edición en esta colección: abril de 2020
© Francesc Torralba, 2020
© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2020
Plataforma Editorial
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Tel.: (+34) 93 494 79 99 – Fax: (+34) 93 419 23 14
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ISBN: 978-84-18285-22-6
Diseño de cubierta y fotocomposición: Grafime
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Epílogo: ser o no ser esencial
La dicotomía entre lo esencial y lo no esencial se ha puesto diáfanamente de relieve durante la crisis pandémica. Es lo propio de cualquier crisis. Cuando el barco se hunde, uno se ve impelido a fijar la atención en lo que realmente cuenta.
En la vida cotidiana se confunde, con frecuencia, lo esencial con lo accidental. Damos importancia a lo que no lo tiene y nos olvidamos de lo que en realidad es imprescindible para vivir. Esta depuración de la mirada es un don que aporta cualquier situación crítica. Nadie desea sufrir una situación como la que vivimos, pero toda crisis, bien digerida, aporta una lección de vida.
Lo esencial es lo que nos sustenta, lo que necesitamos imperiosamente para seguir siendo quienes somos. Siempre se reduce a un puñado de elementos. Cuando uno está sumergido en la sociedad de la opulencia, tiende a convertir en esencial lo efímero. Esta miopía intelectual nos hace más vulnerables. Es propio de las sociedades hiperconsumistas crear necesidades artificiales que el ciudadano, gracias a potentes mecanismos de persuasión publicitaria, acaba considerando esenciales.
El mundo que conocemos se ha convertido en una jaula de necesidades por completo ajenas al desarrollo de nuestras vidas. La crisis se ha impuesto contra nuestra voluntad y nos ha despertado de este sueño dogmático. Nos ha bofeteado con fuerza y hemos recobrado la lucidez. La cuestión, ahora, es no perderla en el futuro, mantener la memoria despierta.
Rosa, una dependienta de un centro comercial cerca de mi casa, me decía, durante el confinamiento, que la habían considerado una trabajadora esencial y que esto la hacía sentir muy bien. Experimentaba un subidón de autoestima al ver que el real decreto la reconocía esencial. Otros, en cambio, hemos experimentamos, con humildad, que no somos esenciales. Esta noticia ha sido una gran cura de humildad para un sinfín de oficios, entre los que me hallo: filósofos, filólogos, historiadores, humanistas y criaturas de otros pelajes. No lo somos, a pesar de la belleza de estas disciplinas.
Necesitamos alimentarnos para seguir siendo, porque no podemos vivir del aire. No somos, como dice Ludwig Feuerbach, lo que comemos, pues hay algo en nosotros que trasciende a la materia, pero necesitamos ingerir para subsistir. Necesitamos que los productores generen bienes comestibles y que estos lleguen, gracias a los transportistas (otro colectivo esencial), a los supermercados y que alguien los reponga cuando se gastan y los venda a sus clientes. Así de elemental y de indigente es nuestro ser.
Algunos oficios que por lo general son ninguneados en la sociedad de la opulencia adquieren todo su valor cuando todo se desmorona. La crisis ha puesto de relieve tareas que extrañamente reconocemos como sociedad, oficios mal pagados que nadie pone a relucir en una cena social.
Este ejército de ciudadanos invisibles asiste a nuestros mayores, barre las calles por la noche y recoge la basura que nosotros producimos, transporta los alimentos de primera necesidad y pone gasolina a los camiones para que puedan transportar las mercancías que nos han mantenido a flote.
Hemos contemplado, con asombro y perplejidad, cómo los líderes políticos, en sesión parlamentaria, aplaudían a Valentina, una de esas figuras invisibles, por desempeñar su labor de limpieza. Alguien que jamás habría captado el interés de sus miradas se convertía, por unos instantes, en el foco de atención mediático.
Hemos redescubierto otros oficios esenciales, como el de los agentes de seguridad pública, el de los guardias civiles, el de los policías y el de las fuerzas armadas. Hemos visto cómo han sido claves para garantizar la distancia social, estrategia imprescindible para vencer al virus, la distribución de bienes esenciales, el desarrollo de tareas de desinfección y de ayuda social a los colectivos más vulnerables, así como la construcción, en tiempo récord, de hospitales de campaña.