I NTRODUCCIÓN
De la fragilidad del presente a la vulnerabilidad del sujeto
P LANTEAMIENTO GENERAL Y METODOLOGÍA
Este libro es la continuación de mi precedente estudio sobre cine: Cine e imaginarios sociales, pero desplaza el enfoque: intenta captar la crisis de valores que subyace a estos imaginarios. Se puede considerar como una segunda parte pero está planteado como libro independiente, y si se han incluido algunas referencias a este, es para enriquecer la lectura y reforzar esta continuidad, sin repetir sus contenidos.
Confirma y prolonga hipótesis, líneas interpretativas indicadas anteriormente y también nuevas rupturas que afectan a la representación de lo que he llamado referentes fuertes (sexo, violencia, muerte), con una tendencia muy clara a una mayor frontalidad en el tratamiento de estos temas y un situarse más allá de lo que habitualmente se había visto en el cine, desembocando a menudo en el horror en sus múltiples expresiones.
Lo completa en términos cronológicos —abarca el cine desde el año 2010 hasta la fecha—, y también reflexivos, interrogándose sobre la mutación de los valores. Este punto marca la diferencia, al identificar, dentro de la producción imaginaria, puntos nodales en torno a los cuales se polarizan los cambios de valores y se estructuran los niveles de análisis: grandes universales (espacio, tiempo), valores existenciales (que afectan a las relaciones humanas), valores sociales (que conforman las ideologías, en el sentido más amplio de la palabra), valores simbólicos, relacionados con las identidades.
El primer capítulo se centra en la relación espacio-temporal a través de la ciencia ficción —aunque esta dimensión está implícita en las relaciones humanas en general— y cómo la distopía nos remite siempre al mundo de hoy.
Los capítulos II, III y IV se enmarcan dentro de una reflexión sobre los valores existenciales.
El capítulo V se aplica a los valores sociales, y el VI analiza cómo la crisis de valores exacerba la relación con los referentes fuertes y desemboca en el horror, donde se cruzan todos los valores y categorías.
En el capítulo VII, a modo de síntesis, he retomado un tema clave: el de la verdad, en ciernes en muchas producciones, sobre el que se asienta la construcción de los valores.
La conclusión, en forma ensayística, retoma los diferentes puntos abordados aquí, ahondando en el juego con los límites y su incidencia en el replanteamiento de los valores, dentro de un pensamiento que se sitúa más allá de las dicotomías.
Si estos valores están en crisis, es porque se han producido mutaciones en la representación de la realidad social y del sujeto durante las dos últimas décadas: el presentismo, el miedo al futuro que se traduce en visiones posapocalípticas, el redescubrimiento del cuerpo y su exploración, los cambios en lo que respecta a la pareja, el neoexistencialismo que se manifiesta en la relación con el otro y con el contexto social, la revisión de valores y mitos colectivos que han servido de cimiento del sueño americano, la asunción del horror como parte de la realidad humana, los juegos con la verdad.
Esta crisis, profunda, es notable en el cine reciente y en filmografías emergentes y afecta no solo a los valores sociales y morales sino también a las categorías que vertebran nuestra percepción del mundo, en particular las espacio-temporales y la representación del otro. Aporta nuevos planteamientos que revelan una mirada cruda, implican más cercanía y utilizan otras narrativas, con un tiempo a veces acelerado, alterado o, al contrario, congelado, dilatado. Todo ello modifica el contrato espectatorial —lo veremos en la visión del cuerpo y del sexo—, situándonos más allá de la mirada porno, más allá de la dramatización del horror (lo que he llamado el horror frío), más allá del existencialismo histórico.
No se trata de reciclaje —de puro juego con las formas y los géneros, como podía hacerlo un Tarantino por ejemplo— sino de algo más profundo: un cambio de paradigmas, un romper las barreras de la visibilidad moderna, un adentrarse en una era de la hipervisibilidad que, más allá de lo correcto, infringe las reglas del buen decir (lo políticamente correcto) y del bien mostrar (lo estéticamente correcto). Lo que era outsider, periférico, pionero en el cine moderno, ocupa hoy gran parte de la representación cinematográfica. La cuestión final que nos plantearemos es si emerge una nueva forma de obscenidad, si es provocación —como a veces se percibe desde una postura moral— o, al contrario, indagación en temas y nociones que la modernidad había descartado, ocultado o enmascarado.
Como Cine e imaginarios sociales, este ensayo se nutre de una reflexión teórica sobre el cine como representación y se basa en una metodología ampliamente multidisciplinar, que recurre al análisis sociológico, antropológico, filosófico, psicoanalítico, desde una mirada socio-semiótica que cruza el análisis textual con el de los imaginarios. Se inscribe dentro de los estudios fílmicos, partiendo de las películas como material expresivo y sensible, cargado de representaciones colectivas, pero pretende profundizar en la crítica de cine como ejercicio práctico, para plantear un método de análisis propio, basado en una continua dialéctica entre texto y contexto y una reflexión sobre los nuevos paradigmas de la posmodernidad. A diferencia del anterior, está más centrado en las películas y en los valores que reflejan que en los directores, aunque siempre dentro de una mínima autoría.
Con esto he querido superar las barreras metodológicas, pero también las geográficas, así como las compartimentaciones entre géneros, para aprehender un subtexto que permite captar el sentido a la vez narrativo y simbólico de los mensajes que vehicula toda película, en su dimensión tanto explícita como implícita. De ahí el carácter deliberadamente ecléctico del corpus, que remite a imaginarios globales que hoy día son universales, y el enmarcar la unidad fílmica dentro de una reflexión genérica sobre el papel del cine en la construcción de la identidad, la conformación de los imaginarios y el cuestionamiento de los valores que han orientado la modernidad, prosiguiendo así la reflexión sobre lo que he llamado el cine posmoderno.
A diferencia del estudio anterior, no se estructura en grandes temas genéricos sino en puntos concretos en torno a los cuales se articula la crisis de valores. Como en aquel, hay una intención didáctica, con introducciones teóricas y conclusiones para cada capítulo y apartado, con vistas a encuadrar el análisis en una reflexión general sobre la evolución de la sociedad y los cambios de valores.
También analiza un salto en la relación con los límites —al ver y al decir— muy representativo de la sensibilidad posmoderna: un pasar del juego con los límites a un situarse más allá de los límites, que marca la diferencia con el período anterior (1990-2010), aunque estuviera en ciernes en algunas películas de directores precursores que analicé entonces.
Me he centrado preferentemente en el cine de autor, procedente de directores reconocidos, porque ofrece más complejidad y riqueza expresiva, pero también he privilegiado a directores emergentes, algunos por los que ya había apostado (a veces por su primera película) y que han confirmado su valía, con producciones posteriores consagradas por las instancias críticas y los festivales internacionales.