A Olga le agradezco con todo mi corazón de tetrápodo amniota sus ánimos y comentarios en varios capítulos del libro. Pero aun más por juntarse tantos años con un Homo sapiens como yo, ayudándome siempre en mis textos de divulgación y marcando las partes que no se entendían. También juntos compartimos la experiencia más importante en la reproducción de homínidos, aunque yo no pude ayudar mucho con el problema evolutivo del canal del parto, típico de las especies de Homo durante el alumbramiento. Así llegó Olivia y más tarde vendría su educación y una activa transmisión cultural ( memes ), que ha superado todas nuestras expectativas. Olivia ha aplicado precisos mecanismos de selección (editorial) en 17 capítulos, que han mejorado mucho el texto gracias a su ojo crítico de mamífero y un neocórtex de sapiens bien desarrollado. ¡Gracias chicas por haber formado parte de una pequeña y bien conexionada tribu!
Dentro de mi gran tribu evolutiva también están mis hermanas Eva y Olga, y mis sobrinos Málik y Kían, con los que mantuve interesantes discusiones sobre Darwin y la alimentación de los homínidos. Predispuesta a ayudar, como siempre, encontré a mi hermana Maria Jesús, que desarrolló las únicas facultades artísticas de la familia plasmadas en el último dibujo del libro.
Con mis buenos colegas e inmejorables amigos, Manuel Guzmán (bioquímico) y Modesto Luceño (botánico), he disfrutado el intercambio de conocimientos biológicos y evolutivos durante casi 40 años. ¡Casi nada!
Estoy también muy agradecido a varios especialistas muy reconocidos a nivel internacional –además de ser amigos, colegas e incluso algún discípulo– por haber revisado con cariño los capítulos más relacionados con sus disciplinas evolutivas: Xavier Bellés (metamorfosis), Mario Fernández-Mazuecos (filogenia y filogeografía), Federico García Maroto (genética), José María Gómez (darwinismo y microevolución), Ruben Heleno (redes ecológicas), Enrique Lara ( protistas ), Andrés Moya (virus), Manuel Nogales (evolución en islas), Sergio Pérez Ortega (líquenes), Rafael Rubio de Casas (plantas cultivadas), Fernando Valladares (plasticidad fenotípica), Miguel Verdú (cambio global), Samuel Zamora (equinodermos) y Rafael Zardoya (moluscos). En deuda quedo con Toni Gabaldón (SESBE) por haber sacado tiempo para leer el libro antes de estar maquetado y haber escrito un prólogo tan ameno como generoso y equilibrado. No sé si quedo en deuda (o es al revés…) con mi implacable editor (Martín Rasskin), siempre hambriento de textos y figuras de calidad.
Por último, pero no con menos importancia, me acuerdo de otros amigos que me han servido de conejillos de Indias leyendo unos primeros borradores y dándome buenas ideas para divulgar mejor: Julián Bermúdez (compañero de charlas biológicas y palizas en bici), Luis Hiernaux (entomólogo botanófilo ) y Daniel Muñiz ( Homo curiosus ).
La evolución biológica explica la enorme diversidad de organismos que tenemos a nuestro alrededor y está detrás de aspectos tremendamente centrales para nuestra supervivencia, incluyendo la domesticación, el origen y diversificación de organismos patógenos (con la pandemia de la covid-19 siendo un ejemplo reciente y destacado), la aparición de resistencias a antimicrobianos o plaguicidas, las especies invasoras, la adaptación al cambio climático, y muchos otros. Esta ubiquidad e importancia contrastan con un gran desconocimiento sobre los conceptos más básicos sobre evolución por el gran público, y también por el público más instruido, como muestran diversos estudios. Nuestro país no es una excepción, en un estudio reciente entre estudiantes universitarios se encontró una gran aceptación de la teoría de la evolución (87.2%), pero un conocimiento muy justo de la misma (5.4 sobre 10) (véase Gefaell et. al., PLoS ONE 15(9): e02383459. Hacer llegar la teoría de la evolución de manera rigurosa al gran público es un empeño tan necesario como difícil, y es una de las misiones más importantes de la Sociedad Española de Biología Evolutiva (SESBE), que yo presido.
Es por ello que leí con sumo interés y recomiendo encarecidamente la lectura de «La evolución en 100 preguntas», en el que el Doctor Pablo Vargas, investigador del Real Jardín Botánico de Madrid (CSIC) y socio fundador de la SESBE, responde a cien preguntas básicas sobre evolución. Estas preguntas podrían rondar las cabezas de muchas personas del público en general, y es a este público –el más difícil– al que va dirigido el libro. Sin embargo su lectura será de enorme beneficio para profesionales y estudiantes de la biología, así como para profesionales de otras disciplinas relacionadas. Y es que, pese al empleo de un tono coloquial y evitando en lo posible el uso de tecnicismos, las respuestas proporcionan distintos niveles de complejidad y detalle, además de ser ricas en ejemplos concretos y curiosidades que permiten una mejor comprensión de conceptos que son importantes y complejos, y que a menudo son comprendidos a medias, incluso por profesionales. Muchas de las preguntas están peligrosamente formuladas de manera que sugerirían una respuesta simple y binaria, un sí un o un no, un falso o verdadero. Así son, a menudo, las preguntas que surgen de manera espontánea entre el público en general. Hace bien el autor en no caer en falsas dicotomías, matizando cuando es necesario, incluso proporcionando respuestas abiertas o condicionales, tras dar los puntos de vista más aceptados por el consenso científico actual. Tampoco decepciona el autor cuando las respuestas han de ser tajantes, para desbancar creencias erróneas pero comunes. Así se explica, por ejemplo, que los dinosaurios no se extinguieron completamente, y que uno de sus linajes, las aves, campa a sus anchas por el mundo. Contribuyen a amenizar la lectura unas ilustraciones alusivas a cada una de las preguntas, y el uso de ejemplos concretos, basados a menudo en la propia experiencia investigadora del Dr. Vargas, y que por tanto conoce de primera mano. Una visión histórica del pensamiento evolutivo recorre todo el libro y permite entender como los diferentes desarrollos han permitido avanzar este campo. Personalmente he encontrado entretenidas las curiosidades que se cuelan en muchos pasajes del libro. Así el lector o lectora podrá disfrutar imaginando (y a veces comprobando, gracias a los recursos en red proporcionados), cómo Linneo prensaba peces en pliegos de herbario, o cómo Darwin se equivocó al clasificar los famosos pinzones. En resumen, es un libro de divulgación para el público general, de amena lectura pero sin falta de rigor científico, y del cual se beneficiaran legos y duchos en la materia. Su estructura en 100 preguntas diversas permite su lectura por partes, y hasta su uso como libro de consulta. Desde aquí animo a su lectura y felicito a Pablo Vargas por su labor divulgadora desde el conocimiento que le proporciona su amplia experiencia investigadora en el campo de la evolución.
Toni Gabaldón
Presidente de la Sociedad Española
de Biología Evolutiva (SESBE)
¡Ponte a prueba!
A continuación vamos a formular unas preguntas generales de evolución. Intenta contestarlas por tu cuenta y luego lee la respuesta que te ofrecemos.
¿Evolución y religión son Compatibles?
Este enfrentamiento martirizó a Linneo, Darwin y numerosos científicos educados en ciertas religiones occidentales. La mayor parte de los seres humanos mantienen la religión que les inculcaron en la infancia y esto es difícil de cambiar. Por eso en un intento de equilibrio filosófico actualmente se mantienen separados el mundo de la ciencia y el mundo de las creencias. Ya a mediados del siglo XX , el religioso y paleontólogo Theilard de Chardin junto a otros escritores solucionaron el problema con una concepción determinista de la evolución detrás de la cual estaría una fuerza directriz que básicamente sería dios. Desde entonces muchos científicos occidentales viven tranquilos sin pensar mucho y separando sus creencias religiosas de sus resultados científicos. Aquí se aplica muy bien una frase célebre: «Si quieres ser feliz me dices, no analices, no analices».