A l tener un libro en las manos, las personas tienden a creer que el autor ya se ha convertido en un absoluto experto en la temática o que ya se ha consumado en todo lo que ha escrito. No estoy seguro si esto es posible para algunas personas, solo sé que en mi caso no es así. El hecho de que haya escrito estas líneas para compartirlas contigo y que Dios me haya dado la oportunidad de publicarlas no quiere decir que esté consumado en los temas que aquí expongo. Por el contrario, creo que aún es mucho lo que me falta por aprender, por ver y por enseñar. De hecho, este libro en sí ha sido una gran escuela.
Espero que las ideas, que considero valiosas, te sean útiles en tu condición de líder. Mientras estemos vivos el aprendizaje nunca va a pasar a la lista de asuntos agotados; siempre podemos expandirnos y eso requiere aprendizaje.
Te saludo, te agradezco por abrir este libro y desde ahora mismo te animo a vivir tu liderazgo.
Introducción
Así empieza todo
L imitadas por las creencias y paradigmas, un sinnúmero de personas se han confinado a vivir en una pequeña esquina del mundo privando al resto de que pueda disfrutar de los talentos y las capacidades que Dios les ha regalado. Estas personas se han dedicado a pensar que el éxito es solo para unos pocos privilegiados, nacidos con la buena fortuna de que la vida se acordara de ellos o que las circunstancias les beneficiaran dándoles mejores prerrogativas.
Las personas que piensan de este modo han desarrollado ideas incorrectas. Miran con admiración a las personas que han logrado cosechar grandes triunfos, las contemplan como si fueran héroes inalcanzables y luego piensan: sorprendente, pero estoy segura de que eso no es para mí. Pierden la emoción de la admiración momentánea y ven muy lejos la posibilidad de que alguna vez lleguen a ser alguien que disfruta su vida e influye en otras personas. Se resignan a lo que son hoy y aunque sienten hasta lo más profundo que no es suficiente, que falta algo más, no se atreven a dar pasos que puedan llevarlas hacia un mejor lugar. Piensan que ese mejor lugar no existe para ellas.
Incontables personas, no importa cuántas verdades esperan-zadoras puedan escuchar respecto a ellas mismas, simplemente siempre terminan creyéndole a esa voz interna que les dice: «No eres suficientemente buena. Mejor quédate donde estás». Son personas con limitaciones autoimpuestas. Limitaciones que aceptaron en el camino y que les privan de desatar la potencialidad que hay dentro de ellas. De este modo quedan confinadas a experimentar una vida muy por debajo de la que Dios les diseñó para que vivieran.
¿Has visto esas películas donde un personaje que es el protagonista se comporta como un extra? No cree en sí mismo, se comporta torpemente, está inseguro de lo que hace, pero se encuentra al menos con alguien que le dice: «Yo creo en ti». Y luego de pasar por una cadena de sucesos descubre que puede actuar conforme a su rol; es decir, el de protagonista de la historia.
¿Por qué crees que son tan populares las películas donde esto sucede? La respuesta está en la increíble esperanza que les da a muchos. Al ver a una persona así lograr el triunfo, es alentador sentir: si él pudo, entonces yo también podré. Pero hasta ahí llega todo. Al pasar las dos horas de entretenimiento inspirador regresan a sus vidas cotidianas; limitadas y afectadas por la insatisfacción.
No se trata del azar, ni tampoco de haber nacido en mejores condiciones. No tiene que ver con cuánto dinero podemos producir o a qué clase de personas conocemos. La verdadera realización proviene de vivir nuestro liderazgo. De ocupar nuestro lugar en el espacio y tiempo que nos toca vivir y hacerlo con dignidad, excelencia y afectando la eternidad.
Caminar convencidos de que estamos para lograr mejores familias, empresas, iglesias y sociedades, es clave para desempeñar un rol protagónico en la historia que nos toca escribir con nuestras acciones.
Vivir nuestro liderazgo es considerarnos dignos y comportarnos como tal. Levantar la cabeza, soñar con grandes cambios, ser capaces de ejecutar las acciones necesarias para alcanzar un gran destino e influenciar profundamente en otros. Pero no con una dignidad que proviene del orgullo humano o de la suficiencia propia, sino una que encuentra su origen en Dios, que deriva de reconocer la manera en la que hemos sido creados y el perfecto plan de Él.
Para vivir tu liderazgo no tienes que estar en un gran puesto de trabajo o ser alguien de renombre. Solo necesitas reconocer las potencialidades y los talentos que fueron depositados dentro de ti y tener un compromiso especial para convertirte en alguien que se desarrolla, día a día, en una mejor versión de sí mismo con la ayuda de Dios. Esto significa vivir bajo el compromiso del aprendizaje y la aplicación de los principios eternos y ser movido por el amor y el servicio a quienes te rodean. Necesitamos entender que Dios nos colocó aquí con el especial propósito de impactar de manera positiva a nuestro mundo y nuestra generación y dejar un legado a los que vienen después de nosotros.
Una vez que alguien decide vivir su liderazgo, se convierte en una persona de poderosa influencia y puede llegar a alcanzar a muchas vidas más allá de la suya propia. ¡Despierta! No se trata de esa pequeña esquina que hemos escogido para vivir o en la que alguien nos dejó. Se trata de algo mucho más grande. Hay miles de personas que necesitan de tus talentos, capacidades y dones, de tu sonrisa y tu presencia. Incontable cantidad de personas podría verse afectada de manera positiva si decides creer en esas buenas ideas que están en tu mente, si decides tomar en serio los sueños que están dentro de tu corazón y cristalizarlos. Dios mismo ha depositado en ti un sinfín de posibilidades. Separados de Él nada podemos hacer; junto a Él podemos hacer cosas realmente increíbles y maravillosas.
Antes de continuar debo advertirte: nada de lo que tenemos es para nuestro beneficio exclusivo. Si nos sentamos a analizar la vida, en resumen todo lo bueno e importante se trata de servir a otros. Con nuestras acciones siempre terminamos alcanzando a otros y ejerciendo un efecto en sus vidas. Dicho efecto puede ser negativo o positivo; todo recae sobre nuestra decisión. Es aquí donde la intencionalidad y el cuidado cobran valor. Es imperativo ser intencional para liderar a las personas a nuestro alrededor mucho más allá de donde hoy están, ya que el liderazgo implica la movilización. Seamos líderes que ayuden a otros a tener esperanza, a sonreír, a soñar, a trabajar… a creer más. Quiero retarte a tomar una decisión: desde ahora y cada día escoge vivir tu liderazgo.