© 2015 por Grupo Nelson®
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América. Grupo Nelson, Inc. es una subsidiaria que pertenece completamente a Thomas Nelson, Inc. Grupo Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson, Inc. www.gruponelson.com
Título en inglés: What Keeps Leaders Up at Night: Recognizing and Resolving Your Most Troubling Management Issues
© 2013 por Nicole Lipkin
Publicado por AMACOM, una división de la American Management Association, International, Nueva York. Todos los derechos reservados.
AMACOM, a divison of the American Management Association, International, New York. All rights reserved.
Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —mecánicos, fotocopias, grabación u otro— excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por escrito de la editorial.
Editora en Jefe: Graciela Lelli
Traducción: María Pia Caputo
Adaptación del diseño al español: Ediciones Noufront / www.produccioneditorial.com
ISBN: 978-0-52910-984-2
ISBN: 978-0-52910-989-7 (eBook)
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A todas las personas que han enriquecido mi vida.
Contenido
MUCHA GENTE MARAVILLOSA HIZO POSIBLE este libro. Sin mi equipo de apoyo habría pasado muchos días atormentada y muchas noches sin dormir luchando con el manuscrito pero, en cambio, mis amigos y colegas convirtieron esta experiencia en una aventura divertida, agradable e inspiradora.
Algunas personas merecen una mención especial. En primer lugar, mi agradecimiento más cálido y sentido para mi agente literario, mi colaborador en la escritura y, aun más importante, mi amigo Michael Snell. Su aporte creativo y sus contribuciones editoriales ayudaron a darle al libro su forma final. Trabajar tan cerca de él me benefició tanto en lo profesional como en lo personal y me ha hecho muy consciente de mi propensión a las metáforas.
Debo brindarle un saludo a viva voz a mi editor secreto, creador de ideas, gran amigo, animador y saco de boxeo personal, Justin Crump. Gracias, Justin, por soportar toda la locura y por ayudarme incansablemente a organizar mis pensamientos e ideas, dentro y fuera de las páginas. Nada ilumina más mi día que una sana dosis de tu seco humor británico.
Le debo también un agradecimiento especial a la maga de las palabras par excellence Patricia Snell, que escudriñó cada capítulo para ajustar la redacción y pulir el relato. La doctora Ann Bowers-Evangelista enfocó su ojo de águila en el contenido psicológico y empresarial, me brindó sugerencias iluminadoras y me desafió a examinar los temas desde diferentes perspectivas. Gracias, Ann. A mi reforzadora de la confianza, confidente y gurú de la mercadotecnia, Betty Rauch, le mando un beso enorme.
Aprecio profundamente todos los esfuerzos de la gente de AMACOM Books, en particular de mi editora Christina Parisi y su editor asociado, Michael Sivilli. Muchas gracias por sus consejos, ediciones, defensas y su gran sentido del humor. Y gracias a ti, mi correctora, Carole Berglie, por dar los toques finales, y a ustedes —querido equipo de diseño, específicamente Michael Warrell— por hacer que este libro se vea maravilloso.
También quisiera expresarle mi ilimitado aprecio a todos mis compañeros de trabajo por prestarme su apoyo y reemplazarme en mis tareas mientras aprovechaba la luz del día y me quedaba hasta tarde en la noche escribiendo este libro. Y, queridos clientes, tengo con ustedes una gran deuda de gratitud por darme la oportunidad de seguir haciendo el trabajo que amo.
Me gustaría en especial reconocer grandemente a mi hermano y querido amigo, Ethan, no solo por su ayuda con este libro, sino también por ser mi fanático número uno, el que me devuelve la perspectiva y me recuerda que está bien tomarse una hora libre cada tanto. Del mismo modo, quisiera agradecer en especial a Till por su permanente aliento, amor, apoyo y bromas. No puedo siquiera enumerar a todos los amigos maravillosos que hicieron posible esta empresa estando a mi lado, apoyándome y haciéndome reír a lo largo del camino. Ustedes saben quiénes son. No obstante, debo destacar a tres mujeres fenomenales (Hilary, Rosa y Ali) que reflexionaron conmigo durante largos días y noches. Su amor incondicional, su perspectiva fresca y sus abrazos imprevistos me ayudaron más de lo que puedan imaginarse. Casi a lo último (pero no por eso menos importante), un enorme beso a El Guapo, Meatball y Kreplach, mis adorables gatitos, los cuales hicieron lo que saben hacer mejor: estar pegados a mí (o sobre el teclado, mi cabeza, mi regazo o los apuntes de la investigación), día tras día, durante los últimos nueve meses. Por último, pero en extremo no menos importante, agradezco el recuerdo de mis padres. Sin su gracia, humor, amor y fuerza nunca habría llegado a este momento, el más increíble de mi vida.
DEJÉ EL MUNDO EMPRESARIAL ESTADOUNIDENSE en el año 2005 para dedicar toda mi energía a establecer un consultorio de servicios psicológicos y de asesoramiento. Para lograrlo, traté de contratar solo a profesionales de la salud mental bien equilibrados que necesitaran un mínimo de supervisión. Estas personas automotivadas, con los pies en la tierra y de buen carácter han forjado sus propias prácticas profesionales bajo la dirección de mi empresa.
Cuando la compañía creció y comencé a desarrollar mi negocio de consultoría para el liderazgo, tuve la necesidad de contratar a alguien que se ocupara de las tareas de rutina. Había elaborado en mi cabeza una descripción del puesto, la cual incluía manejar las remisiones de los clientes, la facturación médica, las cuentas a cobrar y a pagar, así como otros procedimientos administrativos generales. Contraté a una mujer joven, Hope, que en realidad nunca había operado una oficina, sino que quería convertirse en psicóloga. Hope le aportaba al empleo lo que parecía una experiencia útil en las relaciones con los clientes, el reclutamiento y la mercadotecnia. Y parecía aprender rápido, dando la impresión de que era alguien que podía incorporar las habilidades que necesitaba en un abrir y cerrar de ojos.
Desde el primer día, le enseñé el aspecto comercial de la psicología, una valiosa lección para alguien que comienza una carrera en este campo, ya que eso no se aprende en la universidad. Además de los procedimientos básicos de un consultorio médico, traté de convencerla gentilmente de que necesitaría dos cualidades importantes para seguir la carrera elegida: profesionalismo y aplomo. Hope era un típico exponente de su generación. Poseía un gran idealismo con respecto a su futuro y, al mismo tiempo, la sensación de tener derecho a las cosas buenas de la vida. A pesar de mis mejores esfuerzos, se fue convirtiendo poco a poco en mi peor pesadilla. Cometía errores descuidados y costosos al facturar y llevar la contabilidad. Trataba tanto a los pacientes como a los profesionales con una actitud arrogante. Sin la capacidad ni el deseo de prestar atención a los detalles de su trabajo, rara vez hacía seguimiento a las tareas importantes sin que tuviera que recordárselo varias veces. Los profesionales se quejaban constantemente, y en ocasiones solo se resignaban y hacían el trabajo que ella debía haber hecho.
Mi paciencia se agotaba. Estaba perdiendo más tiempo supervisando detalladamente a Hope que el que habría invertido haciendo el trabajo yo misma. La consulta sufría, estábamos perdiendo miles de dólares en errores de facturación y la tensión crecía de un modo alarmante, así que llamé a Hope para hacer una revisión de su desempeño. Como seguía pensando que podía lograr que volviera al buen camino, no consideré despedirla. Simplemente no podía aceptar la idea de que había cometido un error al contratarla en primer lugar. Mientras criticaba su trabajo, le dije que no podía concederle un aumento, pero que me gustaría trabajar con ella para fijar metas que mejoraran su rendimiento en los siguientes seis meses. Una alicaída Hope me dijo finalmente: «Nicole, en realidad no estaba esperando un aumento. Sé que sigo cometiendo errores. Pero quiero que sepas lo difícil que es tener mi edad y seguir dependiendo de mis padres para pagar el teléfono celular, las tarjetas de crédito y las vacaciones». ¿Cómo? Cuando le sugerí que hiciera un mejor trabajo para ganarse un aumento o consiguiera otro empleo a tiempo parcial, o incluso que encontrara uno que pagara mejor, me respondió entre lágrimas: «Pero, Nicole, se suponía que este era un año ¡para DIVERTIRME!».
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