Libros Mentores - Miedo: Trump En La Casa Blanca (Fear: Trump In The White House) – Resumen Del Libro De Bob Woodward

RESUMEN EXTENDIDO DE

( FEAR: TRUMP IN THE WHITE HOUSE)

BASADO EN EL LIBRO DE

RESUMEN ESCRITO POR

La Casa Blanca está actualmente en crisis, sin importar cuánto se esfuerce el gabinete de Donald Trump. Los miembros de dicho gabinete con frecuencia están en desacuerdo entre sí y el caos continúa su curso. El problema es el propio presidente, quien se niega a analizar cualquier asunto del que ya se haya formado una opinión y a menudo actúa por impulso. Ningún consejo, por más sabio o prudente que parezca, logra surtir efecto.

Considerando el ambiente confuso y catastrófico en que se encuentra sumida la Casa Blanca, Woodward enfrentó la realización de este libro como uno de sus más grandes desafíos. El principio de toda nueva administración presidencial es siempre difícil, pero el caso de Trump rompe esquemas.

A pesar de las dificultades, Miedo logra un retrato fiel del entorno asfixiante que rodea a Trump y a todo su personal en la actual administración. El propio Trump ha intentado desacreditar los relatos que Woodward presenta, alegando que provienen de fuentes poco confiables, como antiguos empleados resentidos. Sin embargo, el autor y su obra se encuentran respaldados por medios de comunicación importantes, como The Washington Post.

La amplia experiencia que posee Woodward en desentrañar presidencias escandalosas rinde sus frutos en Miedo. Desde su investigación acerca de Watergate y el presidente Richard Nixon, Woodward se ha consolidado como una figura seria y relevante en el periodismo político.

Steve Bannon, una de las personas clave en la campaña de Trump, se dedicaba a producir películas políticas para el movimiento conservador derechista Tea Party, antes de siquiera conocer al actual presidente. En 2010, David Bossie le presentó a Trump cuando este apenas estaba considerando lanzar su candidatura. Bannon no se tomó el encuentro muy en serio, aunque le pareció ameno. Ya que Trump había contribuido alguna vez con donaciones para los demócratas, Bannon creyó que era demasiado improbable que lograra postularse con los republicanos.

Por lo tanto, Bannon se sorprendió, al igual que muchos otros, cuando Trump quedó oficialmente nominado como republicano para las elecciones del 2016. A pesar de ese primer paso exitoso, ya desde entonces las cosas no andaban bien: el equipo de Trump estaba lejos de sentirse preparado para ganar porque su candidato no tenía el más mínimo interés de aprender qué implicaba convertirse en presidente. Además, tampoco le importaba lidiar con su pasado político y con la forma en que los medios podían usarlo en su contra.

Para Trump, desde antes de asumir el cargo más importante de su país, la planificación a largo plazo era una imposibilidad. Es un hombre que siempre se ha dejado guiar por su instinto y por las improvisaciones o arrebatos más descabellados. Nunca logró compartir las preocupaciones de su personal acerca de la opinión negativa que generaban en los medios sus comentarios ofensivos y sexistas. Cualquier asomo de crítica era fácilmente desestimado, argumentando que sus enemigos republicanos querían quitarlo del camino. A pesar de los constantes esfuerzos de su equipo, las estrategias de campaña jamás existieron.

Alrededor de tres meses antes de las elecciones, Clinton iba a la cabeza en las encuestas y los medios no cesaban de sacar a la luz historias sobre la campaña desordenada de Trump. Sin embargo, cuando todo parecía completamente perdido, Steve Bannon fue el salvador de la improbable candidatura republicana. Con las elecciones ya en puerta, Bannon se unió al equipo de Trump y le dio un enfoque centrado en la negatividad de la inmigración, en la generación de empleos y en las guerras en el extranjero. Esta visión más concreta dotó a la campaña de peso y claridad, pero solo en apariencia.

Al no estar preparados para asumir el poder, ni Trump ni su equipo de campaña supieron qué hacer al momento de enfrentarse a la asignación de los cuatro mil cargos que conlleva una transición presidencial. Ya que ni el propio Trump esperaba triunfar en las elecciones, no es sorprendente que no hubiera dedicado un solo minuto a informarse sobre todo lo que era necesario, y mucho menos a organizarlo.

No bien llegó Trump a la presidencia de Estados Unidos, se comenzó una serie de despidos y renuncias sin precedentes. Incluso las agencias federales se vieron afectadas, a pesar de que el presidente en realidad no debe inmiscuirse en ellas. Asimismo, se dieron cargos de gran importancia a personas cercanas a Trump que no estaban capacitadas para desempeñarlos correctamente. Por ejemplo, Reince Priebus fue nombrado Jefe de Gabinete de la Casa Blanca, ya que había sido el encargado de relacionar a Trump con el Partido Republicano durante la campaña.

En lugar de darle a Steve Bannon uno de los muchos puestos que eran urgentes de llenar, se le inventó el cargo de Jefe de estrategia. Bannon se opuso a que Jim “Mad Dog” Mattis, general retirado, fuera nombrado Secretario de defensa, pero Trump igualmente lo nombró. Mike Flynn, por su parte, fue postulado como Asesor de Seguridad Nacional, a pesar de que había sido despedido por Obama.

Después, Trump escogió como Secretario de Estado a Rex Tillerson, el ex director de Exxon Mobil, compañía petrolera. Tillerson era muy hábil para las grandes negociaciones, razón por la cual atrajo la atención de Trump. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, le había concedido la Russian Order of Friendship gracias a las transacciones millonarias que había concretado en ese país.

Para encargarse de la economía de Estados Unidos, Trump colocó a Steve Mnuchin como Secretario del Tesoro y a Gary Cohn como Jefe del Consejo Económico Nacional. Ambos habían pertenecido al banco de inversiones Goldman Sachs, el primero desempeñándose como gerente de fondos de cobertura y el segundo como presidente de la compañía.

Al final quizá no valieron la pena las dificultades para formar dicho gabinete, pues muchos renunciaron. Mike Flynn fue el primero de todos, incluso antes de siquiera ejercer la primera acción como Asesor. Su renuncia se llevó a cabo después de que el director del FBI, James Comey, investigara su implicación con el embajador de Rusia para interferir en las elecciones del 2016.

En el gran esquema de las cosas, este acomodo y reacomodo de personal carece de relevancia. No importa a quién se la haya dado tal o cual cargo, Trump de cualquier manera ignora los consejos de todo su personal.

Como se ha señalado en el capítulo anterior, Trump escogió a su personal de acuerdo a criterios muy limitados: dependía de si eran parte de su red de conexiones personales o de si compartían la misma ideología política. Si esas personas estaban calificadas o no para desempeñar sus cargos, tuvo poca importancia. Si Trump no sabía cómo armar un gabinete, puedo haber recurrido a la experiencia de funcionarios capacitados para que lo guiaran, pero no fue así.

Los problemas se originaron al poco tiempo de armar el gabinete presidencial, pues la comunidad de inteligencia estadounidense conformada por la CIA, el FBI y la Oficina del Director de Inteligencia, pronto comenzó a revelar los detalles sobre la influencia rusa a favor de Trump en las elecciones.

Al principio, la CIA y el FBI no sabían cómo comunicarle al nuevo presidente los resultados de sus averiguaciones, pues no querían que las pruebas de la interferencia de Rusia se malinterpretaran como una presión por parte de las agencias de inteligencia para quitarle legitimidad a su triunfo.