Antonio Damasio - Sentir lo que sucede
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- Libro:Sentir lo que sucede
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- Editor:ePubLibre
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- Año:2000
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Sentir lo que sucede: resumen, descripción y anotación
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Tras el éxito inesperado de El error de Descartes, obra dedicada a la relación entre pensamiento y emoción, y con el respaldo de toda una vida de investigación en la materia, el admirado neurocientista y humanista Antonio Damasio acomete la última frontera en los estudios de mente y cerebro: el misterio de la consciencia.
¿Cómo sé que sé? ¿Cómo sé que el que estoy sintiendo soy yo y no otra persona? Basándose en un prolongado estudio de pacientes con extrañas condiciones debidas a ínfimas lesiones cerebrales —ataques de ausencia, coma vigil, anosognosia, visión ciega, cerebro dividido—, Damasio postula que la consciencia es bastante más que estar despierto, y que la sensación de self no depende de la memoria ni del razonamiento, ni aun del lenguaje. Depende de la habilidad del cerebro para retratar el propio organismo viviente en el acto de relacionarse con un objeto. Esa habilidad, por cierto, es resultado del involucramiento del cerebro en el proceso de regulación vital. La sensación de self nació como un dispositivo más dedicado a la preservación de la vida, pero, al generar la consciencia, que es la clave de una vida examinada, nos ha vuelto plenamente humanos.
Antonio Damasio
Cuerpo y emoción en la fábrica de la consciencia
ePub r1.1
Titivillus 30.03.18
Título original: The Feeling of What Happens
Antonio Damasio, 2000
Traducción: Pierre Jacomet
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Para Hanna
ANTONIO R. DAMASIO (Lisboa, 1944). Doctor en Medicina por la Universidad de su ciudad natal (1974). Después de una estancia en el Aphasia Research Center de Boston, regresó al Departamento de Neurología del Hospital Universitario de Lisboa, donde años atrás había realizado la residencia. Es profesor distinguido y director del Departamento de Neurología de la Universidad de Iowa, donde ocupa la cátedra M. W. Van Allen, y profesor del Instituto Salk de La Jolla (California). Su trabajo se ha centrado en la investigación de problemas decisivos en la neurociencia básica de la mente y el comportamiento, y también sobre enfermedades como el Parkinson y el Alzheimer. Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2005.
O la catarata, o la música oída tan hondo
que ya no se oye sino que tú eres música
mientras la música dura. Indicios y conjeturas,
indicios seguidos de conjeturas; y el resto
es plegaria, observancia, disciplina, pensamiento y acción.
Indicio a medias insinuado, ofrenda apenas entendida, eso es Encamación.
T. S. ELIOT,
en Cuatro cuartetos
La cuestión de quién era yo me consumía.
Me convencí de que no hallaría la imagen
de la persona que yo
era: pasaron segundos. Lo que en mí surgió a la superficie
desapareció nuevamente de la vista. Y sentí
que el momento de mi primera investidura
fue el momento en que empecé a representarme—
el momento en que empecé a vivir—por grados—segundo a
segundo—implacablemente—¡Oh, mente, qué haces!—
¿quieres ser cubierta o quieres ser vista?—
Y esa vestidura —¡qué bien te sienta!—estrellada
con los ojos de
otros,
sollozando—
JORIE GRAHAM
«Notes on the reality of self», en Materialism
La traducción al castellano del pensamiento de Antonio Damasio presenta diversas dificultades. La primera es el sentido amplio del vocablo «feeling», que puede ser, por ejemplo, sensación táctil (primera acepción del diccionario) o auditiva, presentimiento, sensibilidad, simpatía, etc. Para evitar ambigüedades, esta traducción emplea siempre «sentimiento» para «feeling». Cuando aparecen vocablos como «sensación» o «sentido» es porque el texto original así lo indica. Del mismo modo, y tal como en El error de Descartes, he preferido el término self para aludir a «sí mismo», pues este uso más preciso está extendido en las ciencias psicológicas y neurológicas.
Otro problema son los términos neurológicos. En este libro, el profesor Damasio no se dirige solo a especialistas. Su texto es minucioso y preciso, pero al alcance de cualquier persona que se interese en el tema. Así, salvo excepciones ineludibles, evita los términos de su especialidad. Los neurólogos que lean esta versión, claro está, no necesitan aclaraciones semánticas. Pero el lector común debe saber que aquí se mantiene siempre el término «cerebro» para «brain», excepto cuando específicamente el autor señala zonas precisas, como telencéfalo, complejo nuclear amigdaliano, mesencéfalo, etc.
P. J.
Introducción |
[1] Aunque desde antiguo la consciencia ha sido un tópico importante en filosofía, solo recientemente algunos neurocientistas empezaron a estudiarla. Por un breve período, a mediados del siglo veinte, en particular en las décadas de 1940 y 1950, la neurociencia volcó su atención en su estudio. Los trabajos experimentales de G. Magoun, H. W. Moruzzi y H. Jasper, así como las observaciones clínicas y experimentales de W. Penfield, se destacan entre varias contribuciones de una época que concluyó demasiado pronto. Benjamin Libet constituye otra excepción pionera. Lo que hoy se conoce como estudios del ámbito de la consciencia se creó durante la última década gracias a las contribuciones de un pequeño grupo de filósofos y neurocientistas que trabajaron en forma independiente, inesperada y sorpresiva. Hay que agradecer especialmente a los filósofos Daniel Dennett, Paul y Patricia Churchland, Thomas Nagel, Colin McGinn y John Searle, y a los neurocientistas Gerald Edelman y Francis Crick.
[2] Esbocé el problema en el capítulo 10 de El error de Descartes (Santiago de Chile, Andrés Bello, 1997, 2a edición).
[3] Para un análisis pertinente, ver J. Levine: «Materialism and qualia: The explanatory gap», Pacific Philosophical Quarterly 64 (1983): 354-61.
[4] Ver Daniel Dennett, Consciousness explained (Boston: Little, Brown, 1991) para una discusión abarcadora de la explicación de la sensación de self mediante el homúnculo.
[5] La incapacidad de distinguir los dos problemas de la consciencia esbozados en estas páginas remata en situaciones equívocas. Por ejemplo, interpreto los notables esfuerzos del físico matemático Roger Penrose como adecuados para la elucidación de las bases físicas del problema de los qualia, aunque invariablemente se les considera pertinentes para la totalidad de la consciencia. Lo mismo vale para los trabajos del físico Henry Stapp. Ningún corpus de trabajo enfoca el problema de consciencia que subrayo en este libro, sino más bien el tema, no menos importante, de las bases biológicas del proceso mental. Ver R. Penrose, The shadows of the mind (Nueva York: Oxford University Press, 1994) y H. Stapp, M ind, matter and quantum mechanics (Berlín: Springer Verlag, 1993).
[6] Dada la escala del desafío no debería sorprender que, en el intento de tratar el tema de la consciencia, filósofos y neurobiólogos hayan enfrentado numerosas barreras, y es poco probable encontrar una solución global en un futuro próximo. Por ejemplo, la voz «consciencia» —asociada con significados plurales— a menudo ha sido un obstáculo para la concordia acerca de la definición del problema; la naturaleza privada del fenómeno disuadió a muchos y convenció a otros de que puede ser enfocado de manera meramente externa, ignorando la intimidad. La noción de que de alguna manera la consciencia se sitúa en la cima de las habilidades humanas ha generado una admiración paralizadora y la creencia de que se sitúa fuera de nuestro alcance científico. La impaciencia, y el deseo de encontrar un atajo a través de estos impedimentos, llevaron a algunos a concluir que no solo la consciencia puede ser estudiada, sino que ya está elucidada. Por último, están aquellos que piensan que el problema no existe, o que solo es el problema de la mente: es posible elucidar o no la consciencia a condición de elucidar primero el problema de la mente. Contra este trasfondo, mi posición es que el problema de la consciencia existe y no ha sido resuelto; que puede ser separado en partes; que es posible generar consenso acerca de tales partes y que, pese a su naturaleza privada, se puede enfocar la consciencia científicamente.
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