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Berto Romero - En ocasiones veo pelis

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Berto Romero En ocasiones veo pelis

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75 monólogos de la mano de Berto, con su inconfundible ingenio y sentido del humor, y con el mundo del cine como telón de fondo. Un compendio de todo lo que no necesitabas saber sobre el universo cinematográfico, ¡por fin en tus manos! ¿Por qué Hulk no viste ropa superelástica al transformarse…, o muy ancha, rollo rapero? ¡Lo que se ahorraría en camisetas! ¿O por qué Spiderman tiene todos los poderes de una araña menos el de comer moscas?

Casablanca, El Padrino, Matrix, Pretty Woman, Titanic, El señor de los anillos, Harry Potter, Voldemort y otras chicas del montón… Ningún gran clásico escapa al ingenio de Berto Romero. ¿Te lo vas a perder?

Basado en el programa «MovieBerto» de Paramount Channel.

Prólogo

Si estás leyendo esto, seguramente ya sabes que Berto tiene mucha gracia. Como dirían en Austin Powers, tiene el Mojo, el Mojo del humor. Lo tiene en el escenario, delante de las cámaras, y lo tiene escribiendo, a lo Woody Allen. Sí, también por escrito: no es necesario verle la cara para disfrutarlo.

Así que, en cuanto acabes de leer este prólogo, empieza la risa. Puedes incluso saltártelo si te urge troncharte. Sin duda es el libro con más risas por página de los que he prologado en mi vida; también es el primero.

Berto analiza las películas que emitían en Paramount Channel. Y lo tiene todo muy organizado: empieza con «Pelis de mamporros, tiros, persecuciones y testosterona» y acaba con «Pelis de antes que parecen dobladas por teléfono». Así es como entiende el cine.

Y dentro de cada apartado hay películas muy buenas. También las hay muy malas, pero ya sabemos que de películas pésimas se pueden sacar análisis hilarantes. Es más difícil hacerlo con las buenas, esas que llaman obras maestras, pero Berto lo consigue, porque tiene el Mojo. Por eso y porque no tiene respeto alguno por las joyas del séptimo arte. Así que, si son ustedes lo que Berto denomina cinefinolis, cuando lean lo que dice sobre la saga de El Padrino o de Casablanca, que sepan que no es culpa suya: él no las escogió, se limitaba a comentar las películas que programaban. Y sigan leyendo hasta el final; quizás esos ojos inyectados en sangre acaben inundados por lágrimas de risa. A mí me ha pasado.

He tenido la suerte de hablar de cine con el autor de este libro, sí, he experimentado un MovieBerto en toda la cara. Y está claro que le gusta lo mítico: suele incluso hablar del nivel de mitiquismo de tal o cual secuencia. En esas conversaciones, yo ya intuía algo que este libro confirma claramente, y es que Berto ha visto muchísimas películas. También ha protagonizado algunas, y muy bien dirigidas, por cierto, pero ese es otro tema. Ha visto tanto cine que sabe perfectamente lo que es importante en las películas: los detalles. Ahí es donde hila muy fino. Por ejemplo, se fija mucho en el pelo de los protagonistas, en sus peinados: un aspecto esencial para definir a los personajes en particular y para el cachondeo en general. También reflexiona sobre el vestuario, el maquillaje, el envejecimiento de algunos actores, y detecta grandes cagadas que nos pasaron desapercibidas. Y todo hace mucha risa. Y como todos sabemos, si algo es gracioso, es que es verdad. Después de leer este libro, no podrás ver de la misma manera estas películas: te las ha cambiado. Porque ha metido el dedo en la llaga del humor. Las ha violado con la guasa. Y eso las marca para siempre. Porque lo hace muy bien, porque tiene el Mojo. Si esto sigue así, tarde o temprano se verá, como dicen en Regreso al futuro, en la superparadoja de tener que hacer un MovieBerto de una película protagonizada por él mismo. Y entonces nos reiremos todos mucho. Más si cabe.

JAVIER RUIZ CALDERA

En ocasiones hablé
(con mi amigo) sobre pelis

Hay proyectos que salen bien, en los que la gente se siente a gusto, en los que todo fluye. MovieBerto es uno de ellos. Poder dar paso a las películas de las 22.00 de Paramount Channel en clave de comedia, sin entrar en erudiciones cinéfilas, pero también sin renunciar a ofrecer datos interesantes, ha sido sin duda un bomboncito de licor para un humorista como el que os escribe.

Supuso, además, una nueva posibilidad de poder trabajar mano a mano con Rafel Barceló, mi amigo del alma y guionista de referencia, con quien compartí años de estudios, fiestas y convivencia cuando estábamos en la universidad. Nos gustaba el cine, y nos pasábamos largos ratos sentados en el bar de la facultad (que no en la clase, donde deberíamos haber estado, maldita sea) construyendo teorías sobre actores y directores, «mierdas» nuestras que poníamos encima de la mesa para reír: «Michael Ironside es la marca blanca de Jack Nicholson», «Si le quitas el bicho, Alien es cine social, como el de Ken Loach», «Gangs of New York no se resiente si eliminas del metraje todas las apariciones de Cameron Diaz»… Y así tarde tras tarde.

Y mira tú qué alegría poder desempolvar todas aquellas conversaciones y convertirlas en reflexiones de salón para los espectadores años después. Porque de eso se trata, querido lecpectador (exacto, se trata de la contracción de los términos lector y espectador), de las ocurrencias de dos amigos apasionados por el cine, sin más pretensión que la de abordar las películas desde el cachondeo. Y que no falte, san Billy Wilder, que no falte.

BERTO ROMERO

Alerta máxima Título original Under Siege País año EE UU 1992 Dir - photo 1
Alerta máxima

Título original:Under Siege

País, año: EE. UU., 1992

Dir.: Andrew Davis

Una de barcos: Alerta máxima, de Steven Seagal. No Alerta media, o Alerta moderada: Alerta máxima, joder, que sale Steven Seagal. Vamos a ver, la película es como La jungla de cristal pero en un barco. Aquí hay un acuerdo tácito. Se puede repetir más o menos un argumento siempre que lo muevas de espacio o de tiempo. La jungla de cristal en un barco, vale. Los siete magníficos es Los siete samuráis en el oeste: perfecto. Si quisieran hacer Los puentes de Madison tendrían que hacer, por ejemplo, Los puentes de Saturno, la historia de amor imposible entre dos extraterrestres, uno de ellos fotógrafo de hologramas del Saturnal Geographic.

Por tanto, el argumento es el siguiente: un terrorista secuestra un barco de combate sin reparar en que ha dejado a un hombre suelto: el cocinero. Yo cuando la vi pensé: «Por fin, un cocinero luchando contra terroristas». Pero resulta que el cocinero tiene un pasado como militar de élite. Vaya, hombre, siempre igual. Con lo guay que habría sido ver a un cocinero haciendo cosas de cocinero contra los terroristas: rebozarles la cara, freírles los huevos… No sé. Pero como es militar, se los carga a tiros o con bombas. Qué decepción.

Esta fue la cima de la carrera de Steven Seagal. Un papel protagonista en una película donde el malo era Tommy Lee Jones, en uno de los valles de su carrera. Parecía que podía seguir un camino similar al de Stallone o Schwarzenegger, pero enseguida se vio que no, que su destino era parecido al de Van Damme o Chuck Norris. Por cierto, comparte otro detalle con ellos: Steven Seagal es campeón de aikido, un arte marcial oriental. Chuck Norris es campeón de kick boxing y Van Damme lo es de kárate. Dios, pagaría por ver un torneo entre los tres. Fijaos que no repiten arte marcial. Cada uno tiene la suya. Se conoce que se las repartieron. Una cada uno. Van Damme, además, se quedó con el spagat en exclusiva, que si os fijáis hubo un tiempo que lo hacía en cada película. Los otros le debieron de decir que sí porque lo veían ridículo.

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