Sebastià Serrano - El instinto de seducción
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- Libro:El instinto de seducción
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2004
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El instinto de seducción: resumen, descripción y anotación
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El instinto de seducción — leer online gratis el libro completo
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Sebastià Serrano propone ahora un viaje fascinante por el instinto más creativo de los seres humanos, el de la seducción. Un auténtico fenómeno que demuestra que los actos comunicativos, diferentes en hombres y mujeres, responden a unas estrategias claras para alcanzar nuestros objetivos más deseados. Como dice el autor: «Querría que este relato fuera una especie de guía para viajar a través de un universo apasionado lleno de gestos, miradas, espacios, tactos y contactos. Una guía con sus rutas, donde podáis reconocer las líneas y las fuerzas de la razón, donde haya un color especial para las sensaciones y otro para las emociones, y que os permita cerrar los ojos y dejar volar la imaginación creadora hasta descubrir los secretos del lujurioso caos de nuestro mundo».
Sebastià Serrano
ePub r1.0
mandius 12.12.14
Título original: L'instint de la seducció
Sebastià Serrano, 2004
Traducción: Rosa Alapont
Editor digital: mandius
ePub base r1.2
Maite, querida, después de treinta años todavía conservo muy vivo el recuerdo de aquella primera mirada que el instinto puso en nuestros ojos.
SEBASTIÀ SERRANO (España, Bellvís, Pla d'Urgell, 1945). Es catedrático de lingüística general en la Universidad de Barcelona. Ha publicado diversos estudios sobre temas de semiótica, lingüística, poética, filosofía, teoría de la ciencia y, sobre todo, teoría de la comunicación. Entre sus numerosos y galardonados libros se han publicado en castellano, Elementos de lingüística matemática (III Premio Anagrama de Ensayo). Lógica, lingüística y matemáticas. Signos, lengua y cultura (premio Xarxa de ensayo) y El regalo de la comunicación.
Sin la menor duda, la inversión mayor jamás hecha por la naturaleza en toda su larga historia ha sido la inversión en comunicación. Y el punto crítico que dispara el proceso de la cotización de las habilidades comunicativas va íntimamente ligado a un hecho muy especial que habría de conducir la larga marcha de la vida entera a una de sus grandes bifurcaciones. Cabe considerarlo como el verdadero Big Bang de la comunicación: la explosión del sexo. Tanto es así que, a partir de la emergencia de la diferenciación sexual, toda una multitud de signos cada vez más extensa, heterogénea y compleja ha poblado la Tierra. Hasta el punto de que de aquellos microscópicos envoltorios de los tesoros de la información que eran las primeras formas de vida en nuestro planeta hemos pasado, en la actualidad, a vivir, a habitar en un auténtico cerebro planetario, gracias a la continuidad de un viaje fascinante por los caminos del tiempo cuyas claves de desarrollo apenas empezamos a vislumbrar.
Con la reproducción sexual como estrategia, la naturaleza habría vinculado la posibilidad de sobrevivir, en los descendientes, a la necesidad de establecer contactos. Aquellos seres que contactasen mejor dejarían más descendientes, y así la competencia comunicativa acabaría por devenir un maravilloso mecanismo de selección natural y, en esta línea, nosotros seríamos los últimos descendientes de una larga cadena de buenas y eficaces comunicaciones. Olores, colores, formas, sonidos, movimientos y tactos llenaron muy pronto el espacio de informaciones básicas para la continuidad de la vida. Estrategias de contacto exitosas devienen rituales de apareamiento que apaciguan y empañan el principio de la entropía creciente. Por eso debemos afirmar que la historia de la interacción como fascinante estrategia comunicativa tiene a su espalda toda una larga serie de estrategias ritualizadas que han marcado el camino a través de la larga marcha de la biología a la cultura: rituales de aproximación, de acoplamiento, de limpieza, de aprendizaje, de narrar historias, de poesía, litúrgicos, teatrales, algorítmicos…
Así es como los seres humanos hemos desarrollado complejos sistemas de comunicación hasta convertir, tal como afirmábamos, la Tierra en un cerebro planetario, en un espacio de redes, donde cada uno de nosotros es una neurona. A través del desarrollo evolutivo de nuestra especie, del desarrollo histórico de nuestra cultura y del desarrollo personal de cada uno de nosotros, hemos conformado todo un sistema de códigos en torno al cual giran nuestras vidas. Unos códigos que nos permiten al mismo tiempo aproximarnos a los demás y mantener nuestra propia independencia y, por lo tanto, nos convierten en sociales sin hacer que perdamos nuestra individualidad.
De todos los signos que colman el espacio comunicativo de nuestro planeta, los únicos peculiares de nuestra especie son los verbales. La facultad del lenguaje es humana y sólo humana, y el lenguaje verbal constituye un maravilloso sistema que nos permite intercambiar e interpretar gran cantidad de información con extrema facilidad, viajar a través del espacio y del tiempo de manera casi increíble, esconder, controlar y tergiversar la información, enmascararla y engañar, manipularla y, en consecuencia, manipular, crear mundos posibles, reales o de ficción. Además, tal como hacemos y seguiremos haciendo a lo largo de la historia contada en este libro, nos permite reflexionar sobre el lenguaje mismo y sobre la comunicación en general. En este código, el lenguaje verbal, radica el secreto de los secretos, el Big Bang de grandes universos que han transformado la manera de vivir de los humanos, universos como los mitos y las religiones, las prácticas artísticas, la literatura y la música, la ciencia y todas las nuevas tecnologías.
Ahora bien, la emergencia del lenguaje no representa —¡en modo alguno!— el apaciguamiento y la extinción de otras formas de comunicación, que no sólo habrían resistido, sino que se habrían reforzado en cuanto estrategias comunicativas exitosas con el paso del tiempo. De manera que los signos no verbales han acabado por ser el cojín ideal que acompaña casi siempre a la presencia de los elementos verbales. Por esa razón, un leve arqueamiento de cejas, un imperceptible cabeceo, la inflexión de una voz, un ritmo respiratorio excesivamente profundo o superficial, una microexpresión facial, un tímido contacto físico con otra persona, un sutil movimiento de labios, una dilatación de las pupilas, un toquecito de rubor en las mejillas, un beso, una sonrisa o un suspiro ofrecen el plus de información necesaria para acabar de convertir en exitoso el acto comunicativo.
Los componentes verbal y no verbal de la comunicación se reparten los papeles, de manera que el verbal transporta —básicamente— la información sobre el mundo, sobre la realidad exterior, mientras que la información contenida en los signos no verbales tiende a reflejar nuestro estado emocional, nuestras actitudes ante los demás, los rasgos característicos de nuestra personalidad, así como los mecanismos reguladores de nuestra interacción con los otros. Tan importante y comprometida es su función que muy a menudo la naturaleza —que es sabia— hace que la información no verbal circule por debajo del umbral de la conciencia. Es muy cierto que hasta hace cuatro días esta vertiente no verbal de la comunicación ha sido objeto de muy poca consideración por parte de los estudiosos, hasta el punto de que ha llegado a ser tratada como la cara oculta de la comunicación. De hecho, no empezó a salir del armario hasta bien avanzado el siglo XX , y si es que ha salido del todo, lo hizo hacia las postrimerías del siglo.
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