El lado oscuro de Disney
Leonard Kinsey
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Traducido por Natalia Águeda Guio
“El lado oscuro de Disney”
Escrito por Leonard Kinsey
Copyright © 2014 Leonard Kinsey
Todos los derechos reservados
Distribuido por Babelcube, Inc.
www.babelcube.com
Traducido por Natalia Águeda Guio
“Babelcube Books” y “Babelcube” son marcas registradas de Babelcube Inc.
Diseño de la cubierta: Pentakis Dodecahedron
Fotografía de la cubierta: Alan Partlow
Modelo de la cubierta: Draven Star
Edición: Hugh Allison
Traducción: Natalia Águeda Guio
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Primera edición: agosto de 2011
Última actualización: febrero de 2014
Índice
Introducción
T ienes entre tus manos la llave que te abrirá las puertas a unas vacaciones en Walt Disney World sin precedentes.
Independientemente de lo que ganes, las veces que hayas estado o cuantísimo odies la canción It’s a Small World , este libro te mostrará el parque de atracciones desde un punto de vista único, excitante y, que quede claro, completamente NO autorizado por parte de Disney. En estas páginas encontrarás las mejores opciones en materia de vuelos, restauración y alojamiento —trucos que no aparecen ni en las guías oficiales ni en la mayoría de foros y páginas web no oficiales—, además de los mejores lugares donde tener sexo, consumir drogas o disfrutar de un atrevido espectáculo donde las mujeres acaban lanzando su ropa interior al escenario. Leerás el testimonio de personas que han logrado bajar de vagones de atracciones y descubierto zonas fuera del área abierta al público, que han atravesado a nado lagos infestados de cocodrilos y descubierto ruinas en parques abandonados y que han esquivado al personal de seguridad y accedido a los túneles subterráneos que atraviesan el subsuelo del Magic Kingdom. Encontrarás trucos para evitar tanto a la fauna salvaje de Florida como a los peligrosos estafadores que te esperan como moscas en Orlando, deseando hacerse con el dinero que tanto te ha costado ahorrar, con trucos como la venta de souvenirs falsificados, la reventa ilegal de entradas y las tácticas de venta agresiva que emplean en sus presentaciones de multipropiedad.
He recopilado toda esta información después de 33 años visitando los parques de Walt Disney World, lo que me ha sido posible gracias a que nací en Clearwater, Florida, y a que mi madre compartía mi obsesión por el mundo Disney. A pesar de que pertenecíamos claramente a la clase media-baja, ella trabajaba mucho para poder regalarnos a mi hermana y a mí cada Navidad el Four Season Salute Pass, que nos permitía visitar los parques tanto como quisiéramos durante los meses de temporada baja. Y la verdad es que sí que íbamos con bastante frecuencia. Viviendo a dos horas de Orlando, íbamos al menos una vez al mes, e incluso varias veces nos alojamos en el que por aquel entonces era el único complejo turístico asequible dentro de los parques, el Caribbean Beach Resort.
No recuerdo mi primera visita al Magic Kingdom, tan solo tenía 16 meses, pero he visto fotos y se me ve emocionado de narices. Lo que sí recuerdo es mi entusiasmo cuando, con seis años, encontré un libreto promocional del EPCOT Center, que le habían enviado a mi profesora y que había acabado en la biblioteca, donde cualquier mocoso de mi clase podía hacerlo trizas. Robé el libro de inmediato y pasé horas y horas empapándome del arte de concepto, convencido de que ese parque era el mejor lugar del mundo. Por suerte, mi madre era directora de una guardería y, ya que EPCOT en esa época se autodefinía como un centro de aprendizaje —aunque ya hace mucho tiempo que no lo es—, tras mucho suplicarle, consiguió entradas para la inauguración. Recuerdo que en mi primera visita a EPCOT me quedé fascinado al ver en vivo y en directo el arte de concepto del que tanto me había empapado, y aluciné con la arquitectura, la robótica y su brutal visión del futuro. Fue ese día el que me enamoré de los ordenadores y me convertí en un freak de por vida. Recuerdo salir de allí con el convencimiento más absoluto de que ese era el mejor lugar del mundo. Y lo sigo pensando a día de hoy.
Porque, quiero dejarlo claro desde este momento, ¡me encanta Walt Disney World! Conozco los parques como la palma de mi mano y podría andar por ellos con los ojos cerrados, tan solo guiándome por los magníficos olores y sonidos que crean los Imagineers, esos genios creativos expertos en combinar tecnología de vanguardia con grandes dosis de fantasía. Allí uno tiene una sensación de bienestar, una sensación como la de estar de vuelta en casa. Pero precisamente cuando vuelvo allí donde pasé mi infancia, todo ha cambiado. Ya no están los bosques donde solía jugar, hay una carretera sobre el lago donde pescaba y han pintado mi casa de rosa brillante. No queda nada familiar, agradable. Sin embargo, Walt Disney World pocas veces cambia, siempre que voy encuentro esas vistas, sonidos y olores que me transportan de inmediato a esa época de mi vida en la que no había preocupaciones. Y cuando algo cambia, cuando la compañía la caga, como cuando tiraron abajo la atracción de Horizons en Epcot, al menos sé que no soy el único que sufre esos cambios, que hay otras miles de personas en todo el mundo que comparten mi descontento.
También hay que decir que soy un gran fan del propio Walt Disney, que me trago todos y cada uno de los documentales y de las biografías suyas que encuentro. Considero una gran fuente de inspiración tanto su vida, como su determinación contra viento y marea y su pensamiento avanzado y visionario, no solo en materia de entretenimiento familiar sino en relación con el ser humano y su futuro. Al ver el último vídeo de Epcot y leer sus últimas entrevistas, parecía estar capacitado para redefinir de principio a fin la vida en la ciudad, introduciendo todo un cambio en el pensamiento y en las reglas del juego. Y yo creo que lo habría conseguido. Podría haber sacado algo de todas esas ideas que tenía en mente, pero es una lástima que Roy Disney y Card Walker tuvieran que tirar del carro y tratar de sacar algo adelante sin su líder al frente. Es una pena que hayamos acabado con un Walt Disney World a medio acabar en Kissimmee, perfecto pero solo a medias. Pero incluso esa media perfección ya es la leche.
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