Roger Penrose - La nueva mente del emperador
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- Libro:La nueva mente del emperador
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2018
- Índice:4 / 5
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La nueva mente del emperador: resumen, descripción y anotación
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Muchas personas me han ayudado, de una u otra forma, a escribir este libro, y debo darles las gracias. En particular, a los defensores de la IA fuerte (especialmente a los que intervinieron en un programa de la BBC TV que tuve ocasión de presenciar), quienes al expresar opiniones tan radicales me incitaron, hace ya varios años, a embarcarme en este proyecto. (Pese a todo, me temo que si entonces hubiera sabido el esfuerzo que su escritura me iba a exigir, no lo hubiera empezado).
También quiero agradecer a Toby Bailey, David Deutsch (quien también fue de gran ayuda en la comprobación de las especificaciones de mi máquina de Turing), Stuart Hampshire, Jim Hartle, Lane Hughston, Angus McIntyre, Mary Jane Mowat, Tristan Needham, Ted Newman, Eric Penrose, Toby Penrose, Wolfgang Rindler, Engelbert Schücking y Dennis Sciama, quienes revisaron versiones de pequeñas partes del manuscrito y me hicieron muchas sugerencias valiosas para mejorarlo.
Merece un reconocimiento especial la ayuda de Christopher Penrose, con la información detallada respecto al conjunto de Mandelbrot, así como la de Jonathan Penrose, por su valiosa información sobre la computadora que juega ajedrez. Muchas gracias también a Colin Blakemore, Erich Harth y David Hubel por leer y revisar el capítulo IX, que concierne a un tema en el que sinceramente no soy un experto aunque, como sucede con toda la gente que acabo de mencionar, ellos no son en absoluto responsables de los errores que puedan haber quedado. Agradezco a la NSF su ayuda mediante los contratos DMS 84-05644, DMS 86-06488 y PHY 8612424. Asimismo he contraído una gran deuda con Martin Gardner por su extrema generosidad al escribir el prefacio de este trabajo, y también por sus comentarios. De forma especial, quiero agradecer a mi querida Vanessa por sus atentas y detalladas críticas en varios capítulos, por su invaluable asistencia en las referencias y, lo más importante, por soportarme cuando era insoportable, por su cariño y apoyo donde y cuando era vital.
Capítulo I
Capítulo X
C uando se discute el problema mente-cuerpo se suele centrar la atención en dos temas: «¿cómo es posible que una consciencia pueda surgir realmente a partir de un objeto material (un cerebro)?»; y recíprocamente «¿cómo es posible que una consciencia, mediante la acción de la voluntad, influya realmente en el movimiento (que en apariencia está determinado físicamente) de los objetos materiales?». Estos son los aspectos pasivo y activo del problema mente-cuerpo. Parece que tenemos, en la «mente» (o más bien en la «consciencia»), «algo» no material que, por una parte, está producido por el mundo material y, por otra, puede influirlo. Sin embargo, en mis discusiones preliminares en este último capítulo preferiré considerar un problema algo diferente y quizá más científico —que tiene importancia tanto para el problema pasivo como para el activo— con la esperanza de que nuestros intentos de encontrar una respuesta puedan acercarnos un poco hacia una mejor comprensión de estos viejos enigmas fundamentales de la filosofía. Mi pregunta es: ¿qué ventaja selectiva confiere la consciencia a quienes realmente la poseen?
Al enunciar la pregunta de esta manera se hacen implícitamente varias suposiciones. En primer lugar está la creencia de que la consciencia es realmente «algo» descriptible científicamente. Se supone también que esta «cosa» realmente «hace algo» y, además, que lo que hace es útil para la criatura que la posee, de modo que otra cualquiera criatura equivalente, aunque sin consciencia, se comportaría de una forma menos eficaz. En el extremo opuesto se podría pensar que la consciencia es simplemente un concomitante pasivo de la posesión de un sistema de control suficientemente elaborado, y que no «hace» nada realmente por sí sola. (Este último sería presumiblemente el punto de vista de los defensores de la IA fuerte, por ejemplo). Como alternativa, quizá exista algún propósito divino o misterioso para el fenómeno de la consciencia —posiblemente un propósito teleológico aún no revelado a nosotros— y cualquier discusión de este fenómeno simplemente en términos de selección natural pasaría por alto este «propósito». Algo preferible, para mi modo de pensar, sería una versión más científica de este tipo de argumento, a saber, el principio antrópico, que afirma que la naturaleza del Universo en el que nosotros mismos nos encontramos está fuertemente condicionada por la exigencia de que deben estar presentes seres sensibles como nosotros para observarla. (Se aludió brevemente a este principio en el capítulo VIII, y volveré a él más tarde).
Abordaré la mayoría de estos temas a su debido tiempo, pero notemos primero que el término «mente» es quizá un poco equívoco cuando nos referimos al problema mente-cuerpo. Después de todo, hablamos a menudo de «la mente inconsciente». Esto demuestra que no consideramos que los términos «mente» y «consciencia» sean sinónimos. Quizá cuando nos referimos a la mente inconsciente tenemos una vaga imagen de «alguien ahí detrás» que actúa entre bastidores pero que normalmente (excepto quizá en sueños, alucinaciones, obsesiones o lapsus freudianos) no tiene incidencia directa sobre lo que percibimos. Quizá la mente inconsciente tenga realmente una consciencia autónoma, pero esta consciencia se mantiene normalmente separada de la parte de la mente a la que normalmente nos referimos como «nosotros».
Puede que esto no sea tan rebuscado como parece a primera vista. Existen experimentos que parecen indicar que puede haber algún tipo de consciencia presente aun cuando un paciente esté siendo operado con anestesia general; en el sentido de que conversaciones mantenidas en ese momento pueden influir «inconscientemente» más tarde sobre el paciente, y pueden ser después recordadas bajo hipnosis como si realmente hubieran sido experimentadas en su momento.
Además, algunas sensaciones que parecían haber quedado bloqueadas para la consciencia mediante sugestión hipnótica pueden ser recordadas más tarde bajo nueva hipnosis como si «hubieran sido experimentadas», aunque en una «vía diferente» (cfr. Oakley y Eames, 1985). Estos resultados no están nada claros para mí, aunque no concibo que fuera correcto asignar un conocimiento ordinario a la mente inconsciente, y no tengo deseos de tratar aquí estas especulaciones. De todas formas, la división entre la mente consciente y la inconsciente es ciertamente un tema sutil y complicado al que tendremos que volver.
Tratemos de ser tan claros como sea posible sobre lo que entendemos por consciencia y cuándo creemos que está presente. No creo que sea prudente, en este estadio de comprensión, intentar proponer una definición precisa de consciencia, pero podemos fiarnos en buena medida de lo que nuestras impresiones subjetivas y sentido común intuitivo nos dicen sobre el significado del término y sobre cuándo es probable que esté presente esta propiedad de consciencia. Yo sé, más o menos, cuándo estoy consciente, y supongo que los demás experimentan algo análogo. Para estar consciente, parece que debo ser consciente de algo, quizá de una sensación como dolor o calor, o de una escena animada, o de un sonido musical; o quizá soy consciente de un sentimiento tal como intriga, desesperación o felicidad; o puedo ser consciente del recuerdo de alguna experiencia pasada, o de llegar a una comprensión de lo que algún otro está diciendo, o de una nueva idea propia; o puedo estar intentando conscientemente hablar o ejecutar alguna otra acción como la de levantarme de mi asiento. También puedo «remontarme al pasado» y ser consciente de tales intenciones o de mi sentimiento de dolor, o de mi experiencia de un recuerdo o de llegar a una comprensión; o incluso puedo ser simplemente consciente de mi propia consciencia. Puedo estar dormido y ser aún consciente en cierto grado, siempre que tenga algún sueño; o quizá, a medida que me voy despertando, estoy influyendo conscientemente en el rumbo de ese sueño. Estoy dispuesto a creer que la consciencia es una cuestión de grado y no simplemente algo que está o no está. Supondré que la palabra «consciencia» es esencialmente sinónimo de «conocimiento» (aunque quizá conocimiento es algo más pasivo que lo que entiendo por consciencia), mientras que «mente» y «alma» tienen connotaciones adicionales que son mucho menos definibles en el presente. Tendremos suficientes dificultades para entender lo que es la consciencia tal como está, ¡así que espero que el lector me perdonará si no me ocupo en esencia de los problemas adicionales de «mente» y «alma»!
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