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Paramananda - Cambia tu mente

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Paramananda Cambia tu mente
  • Libro:
    Cambia tu mente
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1996
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EL CUERPO El trono diamantino Si se nos preguntara la mayoría de nosotros - photo 1

EL CUERPO

El trono diamantino

Si se nos preguntara, la mayoría de nosotros diría que la meditación es algo tiene que ver con la mente. Quizás incluso insinuaríamos que es un modo de controlar la mente o una manera de entrar en una especie de trance. Pero de hecho la meditación, al menos en un principio, concierne más al cuerpo que a la mente; obviamente ésta es sólo una manera de hablar, dado que ambos —mente y cuerpo— son inseparables. No son dos sistemas separados operando juntos, sino dos modos de hablar de un único sistema: nuestra persona.

No obstante, sí que resulta útil pensar que la meditación empieza en el cuerpo aunque sólo sea para contrarrestar nuestra tendencia a pensar que la mente, en un sentido limitado de la palabra, funciona muy independientemente del resto de nuestra persona. Quizás logremos dejar este punto más claro si pensamos que la meditación está íntimamente ligada a la cualidad de la conciencia. La conciencia es una cualidad relacionada con nuestro ser total y no sólo con la mente o con el cuerpo. Si observas a un hábil alfarero trabajando en su torno, puedes notar que su conciencia está concentrada en sus manos. Cuando observas a un buen actor, notas que el significado emocional de su actuación es revelado tanto en el uso de su cuerpo como en las palabras que utiliza.

Muchos de nosotros parecemos habitar nuestra cabeza en vez de nuestro cuerpo. Es como si toda nuestra energía estuviera en nuestra cabeza, y nuestro cuerpo sólo fuera el vehículo, bastante elaborado, de nuestra mente —como esos extraterrestres propios de la ciencia ficción que tienen cabezas gigantescas y cuerpos subdesarrollados—. También existe el extremo opuesto, en el que se da una total identificación con el cuerpo, considerándolo como el más importante depósito de nuestra propia percepción de quiénes somos. Y parece ser que podemos adoptar cualquiera de los dos extremos: devaluar el cuerpo, u obsesionarnos con su apariencia superficial.

En el campo de la meditación no estamos interesados en ninguno de estos extremos y contemplamos el cuerpo de una manera totalmente distinta. Estamos intentando “re-habitar” nuestros cuerpos. Queremos aplicar la conciencia al cuerpo, reconstruir una relación con el cuerpo físico que esté caracterizada por una sensibilidad parecida a la de las manos del alfarero y una conciencia de la emoción de nuestros cuerpos similar a la desplegada por el actor.

Uno de los símbolos budistas más conocidos es el del Buda meditando. Esta imagen puede ayudarnos a vislumbrar qué es lo que intentamos desarrollar cuando meditamos y, al mismo tiempo, comunica en gran medida el espíritu de la meditación. Es una imagen que se puede encontrar en todo el mundo budista y cada vez más a menudo en Occidente. El cuerpo del Buda comunica una sensación de relajación y viveza profundas. Es un cuerpo tranquilo y sereno pero al mismo tiempo vibrante, pareciendo vivir inmerso en una energía sutil. En tal imagen podemos comprobar que la meditación es algo que ocurre tanto en el cuerpo como en la mente. Antes de abordar los aspectos más prácticos relacionados con la postura, voy a comentar un poco acerca de la imagen del Buda meditando.

La vida del Buda constituye una historia fantástica. Muy brevemente, puedo decir que es la historia de un muchacho, nacido entre grandes lujos por ser el hijo de un rey local de la India del Norte, que se vuelve consciente del sufrimiento inherente a la existencia humana, es decir, de la transitoriedad que parece viciar hasta las circunstancias más favorables de la vida. Y aunque su padre le prepara para convertirse en soberano, se desarrolla en él un intenso deseo de comprender la fuente de todo sufrimiento humano —dukkha—, así como de encontrar un modo de liberar a otros y a sí mismo de dicho sufrimiento. Por lo tanto, abandona su tierra natal y emprende la vida de un hombre errante, yendo de un maestro espiritual a otro. Tras muchos años de trabajo, finalmente alcanza la Iluminación, y emplea el resto de su larga vida enseñando el sendero a la Iluminación, que él ha descubierto, a todos aquellos que desean escuchar.

La vida del Buda sirve como una especie de modelo para los budistas, ya que la sabiduría del Buda es revelada tanto en los sucesos de su vida como en su enseñanza. Por el momento, lo que nos interesa es la imagen del príncipe Siddhartha a punto de alcanzar la Iluminación, pero merece la pena leer una historia más completa de la vida del Buda, pues ésta puede ser una fuente de inspiración, se considere uno budista o no.

El príncipe Siddhartha se enfrentó a grandes dificultades en su intento por encontrar una respuesta a la falta de satisfacción propia de la existencia humana. Estuvo a punto de morir al tratar de liberar su espíritu de su cuerpo mediante la realización de prácticas ascéticas muy severas, populares en aquel tiempo. Tanto se debilitó, que estuvo al borde de ahogarse mientras se bañaba en un rio poco profundo, y fue esta experiencia la que le hizo despertar a la inutilidad de la mortificación que hasta ahora había estado autoimponiéndose. Se dio cuenta de que a menos que cambiara su manera de ser, pronto moriría sin haber encontrado ninguna solución a los problemas fundamentales de la existencia.

Por lo tanto decidió recuperar su fuerza e intentar aplicar un enfoque distinto. Y descubrió este enfoque al recordar un incidente de su infancia. En una ocasión, cuando Siddhartha era un muchacho, éste se encontraba bajo un árbol observando cómo su padre araba un campo cuando, de manera bastante espontánea, entró en un estado de gran felicidad y contento. Se le ocurrió entonces que quizás tal estado constituía la base para que un entendimiento más elevado de la realidad pudiera surgir. Así que, habiendo comido, Siddhartha se sentó bajo un árbol, relajó su cuerpo y su mente, y convocó sus poderes de concentración para que presidieran sobre su examinación del sufrimiento humano.

Éste es el momento en el que, de acuerdo con la mitología budista, surgió una figura llamada Mara, “El Malvado”, quien reunió todas sus fuerzas para evitar que Siddhartha se convirtiera en el Buda. A un nivel psicológico, podríamos decir que Mara es la personificación de todas las fuerzas de nuestra psique que se muestran resistentes a cambiar y que pretenden que las cosas permanezcan tal y como están.

Estoy seguro de que todos estamos familiarizados con al menos algunos aspectos de nosotros mismos que se muestran resistentes a cambiar, incluso si conscientemente nos sentimos bastante seguros de lo que queremos hacer. El príncipe estaba a punto de transcender los aspectos egocéntricos propios de su ser, de manera que no es sorprendente que ciertas fuerzas hostiles —todavía en él existentes— se sublevaran en un último intento desesperado por resistir una transformación tan profunda.

En el arte budista, las fuerzas de Mara son representadas como un ejército vasto de seres extraños y furiosos que arrojan todo tipo de misiles al príncipe, mientras que éste se encuentra sentado en calma y tranquilidad. Conforme las rocas y flechas se acercan al cuerpo del príncipe, éstas se transforman en bellas flores y caen inofensivamente alrededor de su majestuosa figura. Tras el fracasado ataque, Mara utiliza una táctica distinta para alejar la mente del príncipe de la tarea que ha decidido realizar. Mara intenta inculcar la duda en la mente de Siddhartha, cuestionando su derecho a estar sentado en el “Trono Diamantino”.

Aquí Mara se refiere al lugar que Siddhartha ha elegido para sentarse a meditar. Según la mitología budista, todos los Budas alcanzan la Iluminación en el mismo sitio, y se dice que este lugar es el punto central a partir del cual se formó la totalidad del universo. Esto no significa que tengas que ir a la India para meditar correctamente: en cierto sentido, el Trono Diamantino es creado dondequiera que alguien esté sentado en meditación profunda; no se refiere a un espacio físico, sino a una actitud inquebrantable. Cuando te sientas con una serenidad total, te sientas en el centro de todas las cosas; creas un centro de estabilidad dentro del caos siempre cambiante que nos rodea.

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