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Shunryu Suzuki - Mente Zen, mente de principiante

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Shunryu Suzuki Mente Zen, mente de principiante
  • Libro:
    Mente Zen, mente de principiante
  • Autor:
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    ePubLibre
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  • Año:
    1970
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Suzuki Roshi llegó a San Francisco en 1959 para ser el monje de la comunidad - photo 1

Suzuki Roshi llegó a San Francisco en 1959 para ser el monje de la comunidad laica japonesa-americana en el templo Sokoji. Tenía 54 años y era maestro de Zen Soto. Tuvo un entrenamiento estricto en su juventud con su primer maestro Gyokujun.

En San Francisco apreció mucho la frescura mental de los occidentales que tenían grandes expectativas pero sin preconcepciones basadas en la experiencia. El libro de las primeras pláticas de Suzuki se llama Mente Zen, Mente de Principiante. Practicaba solo zazen por las mañanas y si alguien venía y le hacía preguntas acerca del Zen, nada más respondía: «me siento por las mañanas, por favor venga a acompañarme». Suzuki no ponía énfasis en ser brillante o perspicaz, más bien enfatizaba la simple práctica diaria y constante. En su propia vida él era muy constante. Se sentaba con sus discípulos todos los días, llevaba una vida tranquila de templo y no viajaba mucho, enseñando por aquí y por allá. Para él la iluminación se encontraba en la práctica diaria misma, no en experiencias espectaculares o descubrimientos profundos.

Además del Centro Zen de San Francisco, también fundó los centros de retiro en el campo Green Gulch Farm y Tassajara Zen Mountain Center.

Murió en 1971.

A mi maestro

Gyokujun So-on-daiosho.

EPÍLOGO

La mente zen

Antes de que deje de llover ya oímos el canto del pájaro y bajo la densa capa de nieve ya vemos las blancas campanillas y algún retoño.

E n Norteamérica no podemos definir a los budistas Zen de la misma manera que lo hacemos en Japón. Los estudiantes norteamericanos no son monjes, aunque tampoco son enteramente laicos. Yo lo veo de esta manera: es claro que ustedes no son monjes, pero lo curioso es que no son tampoco legos. Me parece que son un caso especial, porque desean una práctica que no es exactamente la del monje, pero tampoco la del lego. Ustedes van en camino de lograr una forma apropiada de vida. Creo que así es nuestra comunidad Zen, nuestro grupo.

Pero también conviene que sepamos cuál es nuestro camino original indiviso y cuál es la práctica de Dogen. Dogen-zenji decía que algunos pueden lograr la iluminación y otros no. Ésta es una cuestión que me interesa mucho. Aunque todos seguimos la misma práctica fundamental y la llevamos a cabo de la misma manera, algunos logran la iluminación y otros no. Esto significa que aunque no experimentamos la iluminación, si nos sentamos en forma adecuada, con la actitud y la comprensión de la práctica correctas, eso es Zen. Lo principal es practicar con seriedad y lo más importante es comprender la gran mente y tener confianza en ella.

Decimos «gran mente» o «pequeña mente» o «mente de Buda» o «mente zen». Estas palabras significan algo, como se sabe, pero algo que no podemos ni debemos tratar de entender en términos de la experiencia. Hablamos de la experiencia de la iluminación, pero ella no es formulable en términos de bien o mal, tiempo o espacio, pasado o futuro. Es una experiencia que trasciende esas distinciones o sentimientos. Por eso, no debemos preguntar «qué es la experiencia de la iluminación». Esa clase de pregunta significa que uno no sabe lo que es la experiencia zen. La iluminación no se busca por la vía del modo ordinario de pensar. Cuando uno no está identificado con este modo de pensar tiene cierta posibilidad de comprender qué es la experiencia zen.

La gran mente en la cual debemos confiar no es algo que se pueda experimentar objetivamente. Es algo que está siempre con uno, siempre es parte de uno. Los ojos son parte de uno aunque uno no puede ver los ojos y los ojos no pueden verse a sí mismos. Los ojos ven solamente las cosas externas, los objetos. Cuando uno reflexiona sobre sí mismo, ése sí mismo deja de ser el verdadero sí mismo. Uno no se puede proyectar a sí mismo como algo objetivo sobre lo cual se piensa. La mente que está siempre con uno no es solamente la mente de uno, es la mente universal, siempre la misma, que no difiere de la mente de otros. Es la mente zen. Es una gran, gran mente. Esta mente es todo lo que se ve. Nuestra verdadera mente está siempre con todo lo que se ve. Aunque no se conozca la propia mente, allí está; en el preciso momento en que uno ve algo, allí está ella. Esto es muy interesante. La mente está siempre con las cosas que uno observa. Así, pues, esta mente lo es todo al mismo tiempo.

La verdadera mente es la mente observadora. Uno no puede decir «éste soy yo mismo, la pequeña mente o la mente limitada y la otra es la gran mente». Eso es limitarse a sí mismo, restringir la verdadera mente, objetivar la mente de uno. Bodhidharma decía: «Para ver un pez, se debe observar el agua». En realidad, cuando se ve el agua, se ve el verdadero pez. Antes de ver la naturaleza de Buda, uno observa la propia mente. Cuando se ve el agua, se ve la verdadera naturaleza. La verdadera naturaleza es observar el agua. Cuando se dice «mi zazén es muy pobre», eso es la verdadera naturaleza, pero equivocadamente uno no se da cuenta. Se pasa por alto adrede. El «yo» con el cual se observa la mente tiene una importancia inmensa. Ese «yo» no es el «gran yo», es el «yo» que está activo incesantemente, siempre nadando, siempre volando con sus alas por el vasto cielo. Por alas entiendo pensamiento y actividad. El vasto cielo es el hogar, mi hogar. No hay pájaro ni aire. Cuando el pez nada, el agua y el pez son el pez. No hay otra cosa que pez. ¿Me comprenden? No se puede encontrar por vivisección la naturaleza de Buda. No se puede asir la realidad con la mente que siente o piensa. La verdadera naturaleza es observar constantemente la respiración, la postura. Más allá de esta cuestión no hay secreto alguno.

Nosotros, budistas, no tenemos ninguna idea de la materia aislada, la mente aislada, de los productos de la mente o de la mente como atributo del ser. De lo que siempre estamos hablando es de que la mente y el cuerpo, la mente y la materia son constantemente una misma cosa. Pero cuando se escucha sin poner atención, suena como si estuviéramos hablando de algún atributo del ser o de algo «material» o «espiritual». Eso quizás sea una versión posible. Pero, en realidad, estamos refiriéndonos a la mente que está siempre de este lado, que es la verdadera mente. La experiencia de la iluminación entraña el descifrar, el comprender, el darse cuenta de esa mente que está siempre con nosotros y que no podemos ver. ¿Comprenden? Cuando se trata de obtener la iluminación como si se viera una estrella brillante en el cielo, eso será hermoso y quizás se piense «¡ah, esto es iluminación!», pero no lo es. Esa actitud es literalmente herejía. Aunque uno no se percate, en esa actitud se tiene una idea de la materia aislada. Docenas de las experiencias de iluminación son así: algunas son tan sólo materia, otras son objeto de la mente de uno, como si por medio de la buena práctica pudiera encontrarse esa brillante estrella. Ése es el concepto de «sí mismo» y de «objeto», pero no es la manera de buscar la iluminación.

La escuela zen se basa en nuestra naturaleza real, en nuestra verdadera mente tal cual se expresa y se ve en la práctica. El Zen no depende de ninguna enseñanza en particular, ni sustituye la práctica por la enseñanza. Practicamos el zazén para expresar nuestra verdadera naturaleza y no para alcanzar la iluminación. El budismo de Bodhidharma es ser la práctica, ser la iluminación. Al principio quizás se trate de una especie de creencia, pero más adelante es algo que el estudiante siente o que ya tiene. La práctica y las reglas físicas no son fáciles de comprender, especialmente, tal vez, para los norteamericanos. Éstos tienen una idea de la libertad que se concentra en la libertad física, en la libertad de acción. Esta idea les causa cierto sufrimiento mental y pérdida de libertad. Les parece que quieren limitar su propio pensamiento. Les parece que algo de ese pensar es innecesario, doloroso o enredado. Pero no les parece que quieran limitar su actividad física. Por esta razón Hyacujo estableció las reglas y la forma de vida zen en China. Hyacujo estaba interesado en expresar y trasmitir la libertad de la verdadera mente. La mente zen se transmite en nuestra forma de vida zen, basada en las reglas de Hyacujo.

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