José Antonio Pagola - Es bueno creer
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- Libro:Es bueno creer
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- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2013
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Es bueno creer: resumen, descripción y anotación
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Hace unos años, Edward Schillebeeckx hacía esta grave afirmación: «La razón primordial de que nuestras iglesias se vacíen parece residir en que los cristianos estamos perdiendo la capacidad de presentar el evangelio a los hombres de hoy como una buena noticia. Y ¿quién querrá escuchar lo que ya no se presenta como una noticia alentadora, especialmente si se anuncia en un tono autoritario invocando el evangelio?». Así lo cree José Antonio Pagola, y así lo desarrolla en este libro, donde se deja claro que si el evangelio es «buena noticia», se ha de hacer notar como nueva y como buena. Como dice el autor, «es raro en nuestros días oír predicar sobre la felicidad. se tiende a pensar que la fe es algo que tiene que ver con la salvación después de la muerte, pero no con la felicidad concreta de cada día, que es la que ahora mismo interesa a las personas».
Desde ese planteamiento, la obra muestra las bienaventuranzas como anuncio real de una felicidad sana que Dios quiere y busca ya desde ahora para cada ser humano (cap. 1º), afronta el problema del sufrimiento (cap. 2º), plantea la esperanza militante como camino cristiano en las durezas del mundo actual (cap. 3º), y se detiene en una teología de la salud como marco esencial de la salvación que ofrece Jesús (cap. 4º). Un libro, en fin, del que el mismo autor expresa qué espera: «Si, a pesar de sus lagunas y deficiencias, ayuda a alguien a experimentar su fe como algo bueno, que trae a su vida luz, sentido y esperanza, este libro habrá cumplido el objetivo para el que ha nacido, proclamar que es bueno creer en Jesucristo».
José Antonio Pagola
Para una teología de la esperanza
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Mowgli31.10.13
Título original: Es bueno creer. Para una teología de la esperanza
José Antonio Pagola, 1997
Diseño de portada: Mowgli
Editor digital: Mowgli
Corrección de metadatos: elMoco
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JOSÉ ANTONIO PAGOLA. Nació en Añorga (Guipúzcoa, España), en 1937. Es licenciado en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma y en Sagrada Escritura por el Instituto Bíblico de Roma, y Diplomado en Ciencias Bíblicas por la Escuela Bíblica de Jerusalén. Como sacerdote católico, fue Vicario General de la diócesis de San Sebastián, Profesor en el Seminario de esa diócesis y en la Facultad de Teología del Norte de España (sede de Vitoria), rector del Seminario, y otras tareas pastorales. Su línea teológica le coloca, a la vez que del lado de los teólogos europeos más serios de la actualidad, junto a los movimientos eclesiales más progresistas.
Uno de sus libros, Jesús. Aproximación histórica (2007), un espléndido trabajo de investigación cienífica sobre la persona de Jesús de Nazaret y su contexto histórico y social, tuvo un amplio y rapidísimo éxito de público, y, a la vez, fue criticado como heterodoxo en algunos de sus puntos por unos pocos prelados de la Iglesia Católica (y también alabado por otros).
NO SON POCOS los que están abandonando hoy la fe por que, en el fondo, nunca han experimentado que Dios podía ser para ellos fuente de vida y de alegría. Al contrario, siempre han sentido la religión como un estorbo para vivir. En ellos ha quedado el recuerdo de un cristianismo que poco tiene que ver con la felicidad que buscan ahora mismo desde el fondo de su ser.
Hoy, alejados cada vez más de la experiencia religiosa, y respirando un ambiente social donde la religión es considerada como algo negativo y molesto, estas personas sólo sienten desafecto y desconfianza ante el cristianismo. No creen que la fe pueda aportarles nada importante para sentirse mejor.
Me he hecho a menudo no pocas preguntas: estos hombres y mujeres, aparentemente tan indiferentes a la religión, ¿ya no la necesitan? ¿Qué queda en ellos de esa fe que un día habitó su corazón? ¿Se han cerrado para siempre al Dios de Jesucristo? ¿Qué tiene que suceder para que se interesen de nuevo por Jesucristo y su mensaje? Y sólo intuyo una respuesta: estas personas tendrían que experimentar que la fe hace bien, que es bueno creer, que Jesucristo es el mejor estímulo y la fuerza más vigorosa para vivir de manera positiva y acertada.
Hace unos años, Edward Schillebeeckx hacía esta grave afirmación: «La razón primordial de que nuestras iglesias se vacíen parece residir en que los cristianos estamos perdiendo la capacidad de presentar el evangelio a los hombres de hoy con una fidelidad creativa —junto con sus aspectos críticos—, como una buena noticia… Y ¿quién querrá escuchar lo que ya no se presenta como una noticia alentadora, especialmente si se anuncia en un tono autoritario invocando el evangelio?».
Tiene razón el teólogo de Nimega. Necesitamos «fidelidad creativa» para presentar el evangelio como «buena noticia» para el hombre de hoy. No basta seguir repitiendo monótonamente la doctrina cristiana como la gran verdad de la salvación. Para evangelizar, es necesario introducir en la vida concreta de las gentes una experiencia que pueda ser percibida como sanadora y salvadora. Si el evangelio es «buena noticia», se ha de hacer notar como nueva y como buena. Si Jesucristo es salvador, las personas han de poder encontrar en él, no sólo una salvación futura, lejana y desdibujada, sino también algo bueno para vivir ya ahora. Algo que la ciencia, la técnica o el progreso no pueden proporcionar.
Esta ha sido mi preocupación de fondo en no pocas charlas y exposiciones estos últimos años. Me he esforzado por mostrar lo que la fe cristiana puede aportar a quien busca vivir de forma sana. He estado atento, sobre todo, a cuatro experiencias básicas: el deseo de felicidad, la crisis del sufrimiento, la necesidad de esperanza y la preocupación por la salud.
Es raro en nuestros días oír predicar sobre la felicidad. Hace tiempo que la dicha ha desaparecido casi por completo del horizonte de la teología. Se tiende a pensar que la fe es algo que tiene que ver con la salvación después de la muerte, pero no con la felicidad concreta de cada día, que es la que ahora mismo interesa a las personas. En el capítulo primero, trato de mostrar que las bienaventuranzas, núcleo del evangelio, son anuncio real de una felicidad sana que Dios quiere y busca ya desde ahora para cada ser humano.
Pero sería un engaño hablar de felicidad escamoteando el problema del sufrimiento. Por otra parte, el cristiano ha de escuchar la llamada de Jesús a «tomar la cruz». Es obligado hacerse no pocas preguntas. ¿Se puede seguir al crucificado y buscar, al mismo tiempo, ser feliz? Pensar en la felicidad, ¿no sería desviarse de la experiencia cristiana en cuyo centro está clavada la cruz? ¿No consiste precisamente el cristianismo en esto: «Cruz aquí y felicidad en el más allá»? En el capítulo segundo me esfuerzo por hacer ver cómo la fe cristiana ayuda a vivir el sufrimiento de la forma más sana y más digna.
La falta de esperanza cierra el camino hacia la felicidad. Por otra parte, mina las fuerzas de quien se ha de enfrentar al sufrimiento, sin esperanza, el mal se hace más duro y penoso. Por eso, de todos los rasgos que parecen caracterizar al hombre de hoy, el más preocupante es, probablemente, la pérdida de esperanza. En el capítulo tercero he querido trazar un perfil de la esperanza cristiana para nuestros días. Al mismo tiempo, señalo algunas tareas de la esperanza en la sociedad actual y sugiero pistas para una pedagogía que ayude a vivir de manera más esperanzada.
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