J ESÚS Y EL DINERO
UNA LECTURA PROFÉTICA
DE LA CRISIS
José Antonio Pagola
A TRAPADOS EN UNA CRISIS GLOBAL
La historia de la humanidad se encuentra en estos momentos atrapada por un sistema económico-financiero generado básicamente por el capitalismo neoliberal. Este sistema ha logrado imponer su dictadura prácticamente en todo el mundo, condicionando decisivamente el futuro de la comunidad humana.
Alimentado por el deseo insaciable de riqueza, este sistema ha pervertido la economía, pues lo que busca no es ya la producción de los bienes y servicios necesarios para la comunidad humana, sino la acumulación de riqueza en manos de las minorías más poderosas de la Tierra. Este sistema tiene su propia lógica:
• | aparta la economía del bien común de la sociedad; |
• | no soporta ningún control o regulación que trate de limitar su voracidad; |
• | promueve la competitividad implacable, anulando las posibilidades de una cooperación cada vez más necesaria; |
• | hace imposible echar las bases políticas y éticas de cualquier proyecto de gobernanza mundial. |
Esta crisis económica se está produciendo en el seno de otras dos crisis más graves, generadas, en buena parte, por el mismo sistema. Dos tercios de la humanidad se hunden en la miseria, la destrucción y el hambre en países cada vez más excluidos del poder económico, científico y tecnológico. Por otra parte, el sistema de producción y consumo ilimitado no es sostenible en una Tierra pequeña y de recursos limitados: la degradación creciente del equilibrio ecológico nos está conduciendo hacia un futuro cada vez más incierto de la biosfera y del destino del ser humano.
Por eso, la actual crisis no es solo una crisis económico-financiera. Es una crisis de la humanidad. El sistema que dirige en estos momentos la marcha del mundo es objetivamente inhumano: conduce a una minoría de poderosos a un bienestar insensato y deshumanizador, y destruye la vida de inmensas mayorías de seres humanos indefensos. La razón ha quedado secuestrada: no se pregunta por los fines, no se habla del sentido que tiene la historia de la humanidad ni de cuál es el lugar del ser humano en la Tierra. El sistema hace imposible el consenso de los pueblos y las culturas para poner en el centro la razón del bien común de la comunidad humana en una Tierra que sea la casa de todos.
Mientras tanto se promueven falsas soluciones a la crisis, pensando solo en salvar el funcionamiento del sistema. Se gestiona la crisis económica como una realidad aislada de su contexto global: el hambre en el mundo, la crisis energética, el carácter insostenible del ritmo de producción actual, el deterioro creciente del planeta son «factores externos» que solo se tienen en cuenta en la medida en que puedan interesar para salvar el sistema. No se dan pasos hacia un sistema diferente que tenga en cuenta el destino común y compartido del ser humano en la Tierra. Los poderosos que hoy dominan el mundo resuelven siempre sus crisis sordos al clamor de los hambrientos y ciegos ante la devastación creciente del planeta. Todo se sacrifica al ídolo del Dinero. El historiador Eric Hobsbawn dice así: «No sabemos adónde vamos, sino tan solo que la historia nos ha llevado hasta este punto».
D EGRADACIÓN SOCIO-POLÍTICA DE LA CRISIS
Golpeados por esta grave crisis global en nuestro propio país, lastrados por problemas estructurales propios, de carácter tecnológico y de productividad, con una competitividad mal asentada en los mercados internacionales, recortada drásticamente nuestra posibilidad de endeudamiento exterior y, sobre todo, atrapados por nuestra propia «crisis inmobiliaria» y por la corrupción de importantes entidades financieras, estamos experimentando desde dentro una degradación socio-política de la crisis que nos permite captar en toda su crudeza el sufrimiento humano, el daño social y la destrucción que genera el Dinero convertido en poder opresor y sin apenas control político alguno.
Día a día vamos a ir experimentando durante un largo tiempo de futuro incierto cómo nuestra crisis, gestionada desde una ideología básicamente neoliberal, va generando un crecimiento imprevisible de la pobreza, hundiendo en el paro a millones de ciudadanos, dejando sin vivienda a miles de familias, golpeando sin piedad a los más débiles, generando verdaderos dramas y haciendo crecer de forma sangrante la desigualdad entre ricos y pobres.
Al mismo tiempo, estamos constatando cómo se deterioran los pilares del modelo social vigente hasta ahora, recortando derechos tan básicos como el derecho a la asistencia sanitaria o a la educación, haciendo crecer el riesgo de la exclusión social de los colectivos más pobres, debilitando la defensa del bien común y dañando la cohesión social. Por otra parte, la crisis se está gestionando vaciando de contenido la potestad de control del Parlamento, disolviendo en la práctica el régimen parlamentario y debilitando gravemente la cultura democrática.
Mientras tanto, algo se mueve en el mundo. Crece la indignación, se disparan las alertas sobre el futuro de la biosfera, se buscan nuevos paradigmas. Se está tomando conciencia de que el futuro del ser humano depende cada vez más de sus propias decisiones.
Es urgente la necesidad de una alianza mundial para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros. Los planteamientos son cada vez más audaces: ¿cómo aunar la voluntad política de todos los países del mundo? ¿Cómo promover la cooperación de toda la red de poderes políticos, económicos y financieros? ¿Cómo aprender, en el nivel mundial, a vivir de manera solidaria y en paz con la naturaleza?
Las dificultades parecen insuperables. ¿Cómo cortar de raíz el mal de fondo que no es otro sino la tiranía impuesta por los poderes financieros a la comunidad mundial? ¿Cómo salir de manera más justa y duradera de nuestra crisis sin reforzar todavía más el sistema opresor del Dinero? La humanidad no está religada, sino rota y fragmentada. El sistema nos impide caminar juntos y trabajar por un destino común. ¿Dónde fundamentar la voluntad de liberar al ser humano? ¿En qué dirección caminar para imprimir a la historia el cambio de rumbo que necesita?
E L IMPACTO PROFÉTICO DE J ESÚS
Jesús no es un sacerdote del Templo, consagrado a cuidar y promover una religión. Nadie lo confunde tampoco con un maestro de la Ley dedicado a defender el marco legal. Los campesinos de Galilea ven en sus gestos y sus palabras de fuego la actuación de un hombre impulsado por el espíritu profético: «Un profeta grande ha surgido entre nosotros» .
Cuando Jesús hace su aparición en los años treinta del siglo I , el emperador Tiberio controla prácticamente, sin excesivos problemas, el mundo entonces conocido: sus legiones imponen la pax romana sometiendo a los pueblos a una tributación implacable.
En Galilea, Herodes Antipas y los poderosos terratenientes de Séforis y Tiberíades explotan a los campesinos de las aldeas, sin tener conciencia de estar arrebatando el pan a los pobres. Por otra parte, hace tiempo que los dirigentes religiosos de Jerusalén se han desentendido del sufrimiento de las gentes.
Roma pretende que la pax romana es la paz definitiva. La religión del Templo defiende que la Ley de Moisés, explicada según sus tradiciones, es inmutable y eterna. Mientras tanto, los últimos, es decir, los excluidos del Imperio y los olvidados por la religión, están condenados a vivir sin esperanza. Se puede introducir alguna mejora en la pax romana , se puede cumplir de manera más escrupulosa la «Ley de Moisés», pero nada decisivo cambia para los pobres: el mundo no se hace más humano. En esa sociedad y desde esa religión no es posible imaginar un nuevo comienzo. La cultura dominante no permite novedad alguna. No se sabe cómo ni de dónde podría brotar una esperanza para los pobres y para esa sociedad indiferente que los abandona a su suerte.
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