Antonio Tabucchi
Tristano muere
Título de la edición original: Tristano muore © Giangiacomo Feltrinelli Milán, 2004
Traducción de Carlos Gumpert
…Rosamunda Rosamunda che magnifica serata sembra proprio preparata da una fata delicata mille luci mille voci mille cuori strafelici sonó tutti in allegria oh ma che felicita Rosamunda se mi guardi tu Rosamunda non resisto piü… [1] ¿Te gusta?… era de mis tiempos, cuando Rosamunda miraba a Tristano y cuanto más lo miraba, más le gustaba ella a él… Rosamunda se mi guardi tu Rosamunda non resisto piü… Rosamunda tutto il mió amore é per te Rosamunda piü ti guardo e piü mi piad Rosa-mu-u-u-u-undá… Corazones requetefelices y todos tan alegres no creo que abunden mucho en aquellos tiempos, con el frío que hacía en el monte, nos helábamos, por fuera y por dentro, ya te lo explico después, ponte cómodo, total, tienes para rato, pero no demasiado, no te alarmes, no más de un mesecito, a ojo de buen cubero, ya lo verás, antes de que acabe agosto me retiro, ¿has tenido un buen viaje?… no es fácil encontrar la carretera exacta entre estas colinas, le he insistido a la Frau que te lo explicase bien, te esperaba antes, pero estoy seguro de que ella ha hecho de todo para confundirte, no es que no hable italiano, lo habla mejor que yo, lleva aquí toda la vida, pero cuando no le apetece hacer una cosa empieza a alemanear, es así de pejiguera. Que te deje el apartamento de Daphne, dile que te lo he dicho yo.
…Sabes, echando cuentas, de la vida es más lo que no recordamos que lo que recordamos… Se ha asomado la Frau, ningún rastro en la corriente donde una vez nadaste con una mujer, dice, y ha cerrado la puerta. No sé si era el poema de los domingos o una sentencia… la Frau es sentenciosa, cuando tiene cosas que hacer. Pero ¿qué es lo que tendrá que hacer?, no hay nada que hacer en esta casa, y además hoy no es domingo, ¿verdad?… Haría falta una memoria de elefante, pero nosotros los hombres no la tenemos, quizá algún día la inventen, electrónica, quién sabe, una tarjeta tan pequeña como una uña que nos ensartarán en el cerebro, donde esté grabada toda nuestra vida… A propósito de elefantes, entre todos los ritos fúnebres elucubrados por las criaturas de este mundo, siempre he admirado el de los elefantes, tienen una extraña manera de morir, ¿la conoces? Cuando un elefante siente que ha llegado su hora se aleja de la manada, pero no se marcha solo, escoge un compañero que vaya con él, y parten.
Empiezan a caminar por la sabana, a menudo al trote, depende de la urgencia del moribundo… y avanzan y avanzan, durante kilómetros y kilómetros tal vez, hasta que el moribundo no decide que ése es el lugar para morir, y da un par de vueltas trazando un círculo, porque sabe que ha llegado el momento de morir, la muerte la lleva dentro, pero siente la necesidad de situarla en el espacio, como si se tratara de una cita, como si deseara mirar la muerte a la cara, fuera de él, y le dijera buenos días, señora muerte, ya estoy aquí… el suyo es un círculo imaginario, naturalmente, pero le sirve para geografiar la muerte, si puede decirlo así… y en ese círculo sólo puede entrar él, porque la muerte es un hecho privado, muy privado, y allí no puede entrar nadie más que el que se está muriendo… y entonces le dice al compañero que le abandone, adiós y muchas gracias, y el otro regresa a la manada… De joven leí a Pascal, en aquella época me gustaba, en especial por su jansenismo, todo era tan blanco y tan negro, tan distinguible, ya me entenderás, entonces la vida era en blanco y negro, en el monte, había que tomar decisiones precisas, o a este lado o al otro, o blanco o negro, después la vida se encarga de traer el claroscuro… Sin embargo, de Pascal siempre me gustó esa definición suya, una esfera cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna, me hace pensar en los elefantes… Y eso en cierto modo tiene que ver con lo que has sido llamado a hacer… como te decía, te hará falta algo de paciencia, porque para mi hora queda todavía algo de tiempo, pero por eso has venido enseguida a trotar conmigo, para hacer compañía al moribundo… Mi círculo sólo lo conozco yo, sé cuándo llegará el momento, es cierto que es la hora la que nos escoge pero no es menos cierto que uno tiene que estar de acuerdo con que ella te escoja, es una decisión que toma ella pero que en el fondo tienes que tomar tú también, como si fuera una decisión tuya ante la que sólo te estás rindiendo… Por ahora, trotemos juntos, aparentemente hacia delante, aunque en realidad estemos yendo hacia atrás, porque yo soy un elefante que te ha llamado para ir hacia atrás, pero voy hacia atrás para llegar a mi círculo, que está delante. Tú, entretanto, escucha y escribe, cuando llegue el momento de despedirnos, ya te lo diré yo.
Tengo que confesarte una cosa… después de haberte llamado me arrepentí de haberte llamado. No sé bien por qué, tal vez porque no creo en la escritura, la escritura lo falsea todo, vosotros los escritores sois unos falsarios. O tal vez porque la vida uno debe llevársela a la tumba. Me refiero a la vida verdadera, la que se vive dentro. Para dejársela a los demás, basta con la vida que se vive por fuera, es ya tan evidente, tan impositiva. Y, en cambio, tengo ganas de escribir, es decir… de hablar… escribir por persona interpuesta, quien escribe eres tú, sin embargo soy yo. Extraño, ¿verdad?
…Quisiera ver si puedo empezar por el principio, admitiendo que el principio exista, porque… ¿dónde empieza la historia de una vida?, quiero decir, ¿cómo te las arreglas para escoger? Puede hacerse que empiece con un hecho, es cierto, y yo deba escoger un hecho, sobre todo un acontecimiento que ataña a esa vida mía que has venido a escribir. Por lo tanto, escogeré un hecho. Pero ¿un hecho empieza con un hecho? Discúlpame, estoy confundido, no sé explicarme bien… quiero decir, uno hace una cosa, y esa cosa que hace determina el curso de su vida, pero esa acción que realiza es difícil que nazca como por un milagro, estaba ya dentro de él, y quién sabe cómo había empezado… Acaso un recuerdo de infancia, un rostro visto por casualidad, un sueño que se tuvo mucho tiempo antes y que creías haber olvidado, y he aquí que un día tiene lugar el hecho, pero su origen… vete a saber… Tristano hablaba de Schubert aquel día en Plaka, era invierno, y en la plaza espectral una fila de personas con una escudilla en la mano esperaba la sopa koiné, ¿sabes lo que es?, era un mejunje que aquella especie de gobierno que había en aquellos tiempos daba a los ciudadanos griegos para que no reventaran de hambre, un brebaje caliente donde flotaban trozos de patatas y de col… variaciones, dijo Anteos, a quien sin embargo Tristano llamaba Marios, porque le recordaba a un amigo de la periferia de Turín, clavadito a él, un buen amigo suyo que se había escondido en un granero desde el año treinta y nueve con su compañera, una mujer excepcional, había dicho preferiría no hacerlo y había empezado una resistencia suya anticipada, quiero decir antes de que la Resistencia empezara de verdad, pero eso tu novela no lo sabía… A veces, si pienso en lo que creías saber, me entran ganas de sonreír, pero, aparte de eso, tu libro me gustó, de verdad, es el más hermoso testimonio sobre ese periodo heroico, el único periodo heroico que hemos tenido, por lo demás… Testimonio, por llamarlo así, porque tú no podías estar allí, pero es como si hubieras estado, testigo de un clima, de una decisión, de una postura ética… aunque metieras también los hechos en él, el ocho de septiembre, la República de Saló con su reproponerse con proterva arrogancia como árbitro de las suertes italianas y el rechazo de la definición de guerra civil, que es una toma de posición enérgica, hoy en día, acaso un poco arriesgada, sabes mejor que yo que en aquellos años se disparaba contra amigos y contra enemigos, pero eso tiene un importancia relativa, lo que me gustó de tu novela es la versadísima indagación acerca de la naturaleza del heroísmo, de la fidelidad, de la infidelidad, del placer y de los sentimientos… Si no fueras tan paciente, después de lo poco educado que he sido al recibirte ya te habrías marchado, lo habrías mandado todo a tomar viento, este compromiso que has adquirido y el libro que escribirás en mi lugar, lo plantarías todo y me dirías lo que me merezco… Y en cambio no te mueves ni un milímetro, eres un tipo curioso, escritor, no sé si eres un tipo pávido o si tienes más valor que yo, y por eso me aguantas… Me parece estar oyendo el zumbido de un moscón, ¿lo oyes tú también?, hay un zumbido en esta habitación, un zumbido enorme, ¿será la música de las esferas?, pero el universo no hace este zumbido, ese estridor tan desagradable lo hacen los escritores cuyo plumín araña la página, y tú la página no la arañas, eres de esos que la amansan igual que los domadores del circo con las fieras… la música de las esferas de la que te hablo es una gran música, la tocan ciertos ángeles imaginados por los pintores de mi Toscana, y no tiene una partitura fija, porque son siempre variaciones… variaciones, contestó aquel día a Tristano aquel soldado griego flaco y demacrado que estaba sentado frente a él en la mesita de aquel café de Plaka, mientras sobre ellos se cernía el apocalipsis… Variaciones, dijo, por ahora me limito a introducir variaciones, verá usted, la música ya ha sido tocada toda, a nosotros, pobres desgraciados, no nos queda más remedio que introducir variaciones, por ejemplo, piense en el
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