Prólogo
Tal vez uno de los términos más utilizados en nuestro tiempo sea el de “seguridad”, pues el miedo y la desconfianza se han instalado en el corazón de millones de personas que piensan en el futuro como un reto insuperable. Nos gustaría saber que nuestra salud, nuestra familia, nuestro dinero, incluso nuestros sentimientos van a estar “asegurados” frente a tantos peligros que se ciernen sobre nosotros. Todos queremos estar protegidos, tanto a nivel social como en nuestra dimensión más íntima, y para ello contratamos seguros de empresas o profesionales que prometen garantizarnos un bienestar más que dudoso. No podemos olvidar que en nombre de la paz y de la seguridad internacional se llegaron a desarrollar sistemas de armamento absolutamente destructores que pusieron a la humanidad al borde de la completa catástrofe y que han marcado la sensibilidad de toda una generación. También en nombre de la seguridad interior muchas personas de buena voluntad han caído en terribles dependencias psicológicas o farmacológicas que nunca terminan de resolver nada, pues el miedo sigue reinando en los corazones. Son innumerables los individuos que hoy en día padecen horribles crisis de ansiedad y de angustia sin ningún motivo aparente, pues nuestro estilo de vida nos hace esclavos de unas necesidades “innecesarias” que al faltarnos provocan en nosotros fobias y miedos desconocidos. Todos nos preguntamos en quién podemos depositar nuestra confianza sin saber dar una respuesta adecuada.
Pero no hemos de tener ninguna vergüenza a la hora de aceptar que es propio del ser humano hallarse débil y dependiente, pues la primera de las bienaventuranzas cristianas consiste precisamente en reconocer que somos pobres en el espíritu, es decir, que tenemos carencias y debilidades que nos pueden acompañar siempre. A todos nos gustaría dar ante los demás una imagen de suficiencia y madurez que no se corresponde con nuestra realidad interior, ya que una cosa es lo que somos y otra lo que parecemos. Nos encantaría tener un control completo de todas las situaciones difíciles que se nos presentan, sin darnos cuenta de que no somos dueños de nuestro futuro y de que hay ciertas realidades que nos superan, porque somos barro de la tierra; es más, el problema real surge cuando no tenemos capacidad de convivir con nuestros miedos y eso hace que crezcan de día en día hasta convertirse en verdaderos tiranos que limitan y dificultan nuestras tareas cotidianas. Pero nuestros miedos nos definen, ya que por medio de ellos conocemos cuáles son las cosas que más tememos perder, y por tanto dónde está puesto nuestro corazón, cuál es el tesoro que más valoramos.
Precisamente porque Dios nos conoce mejor que nosotros mismos, la Sagrada Escritura está llena de invitaciones a superar desde la fe ese miedo interior. Es Jesús resucitado el que se presenta a sus discípulos invitándolos a tener paz interior, pues la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte es algo que nos afecta a todos plenamente; también hoy la fuerza del Resucitado llega a los corazones y los transforma como lo hizo en la primera hora de la Iglesia. “No tengáis miedo”, dice constantemente el Señor a todos aquellos que le escuchan y le siguen a lo largo de los siglos. En definitiva, la confianza en Dios es el antídoto que Jesucristo propone a sus discípulos de todos los tiempos. Este fue el secreto de los mártires, de los misioneros, de tantos santos y héroes anónimos cristianos que nunca se dejaron arrastrar por la inseguridad personal ni por un miedo que, por supuesto, visitó su corazón como también visita el nuestro.
Pero el problema, lo sabemos bien, está en comprender en qué consiste exactamente la confianza en el Señor, pues decirlo es fácil, pero vivirlo es ya otra cosa. En estas páginas quedan recogidas las meditaciones que no hace mucho tiempo el Padre Jacques Philippe propuso en un retiro a un pequeño grupo parroquial que desde hace años se ha enriquecido con sus enseñanzas. Son cientos de miles los lectores que conocen sus libros ya publicados y que testimonian cómo el Espíritu Santo se ha servido de ellos para transmitir una vivencia más profunda y auténtica de la fe. En esta ocasión, tomando como fuente de inspiración la Sagrada Escritura bajo la certera interpretación de Santa Teresita del Niño Jesús, el autor nos invita a recorrer la senda, más bien el “pequeño camino”, de la sencillez y la infancia espiritual para experimentar esa confianza en el Señor que no acabamos nunca de encontrar. Puede parecer un contrasentido, pues son los mayores los que dan seguridad a los niños, pero no podemos olvidar la rotunda afirmación del Maestro en la que nos asegura que si no volvemos a ser como niños no podremos alcanzar el Reino de los Cielos. Este es el secreto que Santa Teresa de Lisieux vuelve a revelar al mundo con una fuerza y claridad excepcionales. Un secreto, una fórmula que habíamos olvidado, pues pensábamos que la virtud o la perfección personal era el único camino para salir adelante en nuestras limitaciones.
Tal vez para muchos todavía la santa de Lisieux sigue siendo una gran desconocida, pues aunque hayan leído sus obras se les puede antojar trasnochada, por no decir un poco cursi. Nada más lejos de la realidad, pues Santa Teresita es probablemente una de las santas más carismáticas e intuitivas de la historia de la Iglesia, al recuperar de un modo extraordinario la frescura evangélica de la primera hora del cristianismo, cuando los discípulos de Cristo vivían absolutamente de la confianza en la providencia divina en un momento de terrible incomprensión y dificultad, pues abrazar la fe suponía ni más ni menos que perder, literalmente, la vida por el Nazareno. Nombrada recientemente doctora de la Iglesia, en sus enseñanzas y en su intercesión encontramos los creyentes la posibilidad de recuperar la completa seguridad en el amor que Dios profesa por cada uno de nosotros, en unos tiempos difíciles –¿cuáles no lo han sido?–, en los que parece que no somos capaces de confiar en nadie, pues son muchas las decepciones que hemos ido acumulando.
Con la lectura de esta obra somos invitados a vivir una aventura que puede cambiar nuestra vida: la práctica de la confianza en Jesucristo. Porque el Espíritu Santo se sirve de instrumentos como este, que son los canales por los que ha dispuesto derramar su gracia transformadora. Así es la pedagogía divina: comenzar a confiar en un sencillo libro para después confiar en cosas más grandes.
Jesús Higueras
Siglas utilizadas
Las siglas utilizadas para las referencias de las obras de Teresa son:
Ms A, B, o C: Manuscrito autobiográfico A, B o C, seguido del número de folio del manuscrito original, y la indicación recto (rº) o vuelto (vº). En ediciones más recientes de las obras de Teresa, estas indicaciones aparecen insertadas de manera general en el texto y permiten referirse al pasaje citado.
LT | Cartas, con el número de la carta, según las Obras Completas, Cerf 1992 |
PN | Poesías, con el número de la poesía, según las Obras Completas, Cerf 1992 |
Pri | Plegarias, con el número de la plegaria, según las Obras Completas, Cerf 1992 |
CJ | Cuaderno amarillo (últimas conversaciones), seguido de la fecha |
La mayoría de las citas bíblicas pertenecen a la Biblia de Jerusalén.
A don Jesús Higueras y todos mis amigos de la parroquia de Santa María de Caná en Pozuelo
A Ester y Guillem Farré
A todos mis amigos y amigas de España
Jacques Philippe
La confianza en Dios
Ejercicios espirituales
«Mi camino es todo él de confianza y amor»
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